El penúltimo post de
Cruz y Fierro, dedicado a la Universidad Católica Argentina, merece algún comentario más meduloso que un simple
comment. Así que prefiero el
post.
Estoy de acuerdo en todo lo que dice el amigo Cruz y Fierro. Es verdad. La UCA abdicó de sus funciones universitarias, católicas y argentinas. Sin embargo, para no ser injustos, creo que habría que considerar también algunos otros aspectos coyunturales e históricos. Veamos:
1a. Los responsables y directivos de muchas instituciones educativas del país se encontraron a principio de los ´90 con una situación difícil: pocos alumnos, malos y mal pagos docentes, prestigio en decadencia, cuentas en rojo y otras dificultades más. No sé si había culpables; la inercia histórica de las órdenes y congregaciones que las regenteaban y la falta de vocaciones tuvieron mucho que ver. Frente a este estado de cosas habían dos caminos: o continuar siendo instituciones plenamente “católicas”, lo cual implicaba perecer en el corto plazo, o adaptarse a los signos de los tiempos, descatolizarse en lo esencial y mantener el barniz religioso que sirviera para no perder el snobismo de colegio privado, que siempre es rentable. La UCA, como muchas instituciones católicas, eligió este segundo camino. ¿Hubiera sido posible permanecer plenamente católicos y mantenerse en el mercado? No sé. Me parece muy difícil. Sin atender a las demandas del mercado una institución educativa no puede sobrevivir, por más horrible y triste que suene la expresión. Y convengamos que el mercado hoy no está demandando filósofos tomistas, economistas respetuosos de la Doctrina Social de la Iglesia y abogados iusnaturalistas. Hacer oídos sordos a esta realidad social implica tener pocos alumnos, con poca plata y cuotas bajas, lo que consecuentemente produce bajos sueldos docentes, y entonces los buenos profesores se van o disminuyan sus horas de clases, y terminen enseñando muchachitos recién recibidos, señoritas acomedidas o señoras gordas que no tienen nada que hacer en sus casas. Y una institución así, podrá tener mucha buena voluntad, pero de inteligencia católica, poco y nada. No me parece bien lo que hicieron, pero el otro camino llevaba a la clausura de la universidad. Por cierto, hubiese sido una muerte más heroica y gloriosa.
1b. Otro problema de la UCA, que Cruz y Fierro también menciona, es el de la Comisión Episcopal que se encarga de ella, (no es el caso que los obispos dejen sin atender una empresa que factura millones) la cual está integrada actualmente por el Cardenal Bergoglio y los obispos Bianchi Di Cárcano, Maccarone, Mirás y Laguna. Se trata, sin duda alguna, de una Comisión con varias fisuras. No hace muchos meses, el decano Herr Kranz, comentaba que estos prelados habían llamado a todos los decanos de la universidad, individualmente, a fin de pedirle cuentas de su accionar. En este caso particular, habían aprobado todas las modificaciones que él mismo habían realizado en su Facultad, la más histórica de todas, ubicada en el edificio “San Alberto Magno”. Como siempre, la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer.
2. El argumento que Cruz utiliza para afirmar que la UCA ha dejado de ser argentina me parece un poco debilucho. No sé si esa cualidad quedaría asegurada con profesores “patriotas, nacionalistas y tradicionalistas”. Tengo una lista larga de personas con esos atributos, y que resultaron bastante inútiles para lo académico. Me parece que la UCA, durante décadas, se preocupó demasiado mucho de que quienes daban clases fueran “patriotas, nacionalistas y tradicionalistas”, y demasiado poco que fueran “profesores”, es decir, que “profesaran” un saber. Y así floreció una universidad con gente muy buena, católica y patriota, que rezaban el rosario todos los días, pero con un nivel científico bajo. Una especie de sacristía más o menos ilustrada. Sé que el equilibrio es difícil, pero elegir a los profesores sólo por criterios de afinidad religiosa, espiritual o patriótica termina asesinando a las instituciones educativas por inanición.
3. Se nombraron profesores full time por acomodo, dice Cruz y Fierro en los comentarios. Es verdad. Pero antes, ¿no se hacía lo mismo? ¿O es que acaso en la UCA se concursaban en serio las cátedras y las dedicaciones? Hummm, mejor no levantemos la perdiz que van a saltar mucho acomodos de los “buenos”. Déjelo así nomás. No nos conviene.
4. El problema con el decano de Filosofía y Letras (“rector” pone Cruz I. Fierro por error) no es que no sea tomista, sino que dudosamente es católico. No me parece que sea condición para ser autoridad en una universidad católica el ser tomista. Si así fuera, San Agustín nunca habría sido decano, ni tampoco el cardenal Newman (al que echaron de su puesto de rector de la Universidad de Dublin por no ser, justamente, lo suficientemente “tomista”), ni el P. Castellani, ni Benedicto XVI y, me animaría decir, ni siquiera el mismo Tomás de Aquino. Es que la UCA profesó durante décadas un tomismo cerril y obcecado. Me gusta Santo Tomás, pero de ahí a ser “ucatomista”, no me animo. Estos tomistas vernáculos embolsaron en esa categoría a Santo Tomás, Cayetano, Juan de Santo Tomás, un poco de Capreolo (no tanto, porque es medio heterodoxo), al primer Maritain, al P. Ramírez, a Mons Derisi y a Ponferrada y a Maricel, sin olvidarnos, claro está, del gran Guido y de muchos más . Todos ellos constituyen un Olimpo de la Ortodoxia desde el cual el Júpiter Tonante de turno fulmina con excomuniones al simple mortal que se atreve a expresar una duda o a mencionar un autor que no esté dentro del Index olímpico, siendo luego arrojado con pompa y circunstancia a los avernos del progresismo, del lefebvrismo, del cipayismo, del izquierdismo, del mediocrismo, del eclecticismo y, si se descuida, hasta del uranismo. El ucatomismo termina convertido en un mejunje teológico-filosófico con mucho silogismo, muchas ideas claras y distintas, mucha lógica formal, mucha deducción in recta via, en definitiva, con mucho racionalismo, pero con bastante poco de Tomás, al que podan de todos los elementos no aristotélicos que tiene, es decir, de todo el neoplatonismo o argumentaciones místicas que abundan en sus escritos. Es que, arguyen, Tomás se tragó estos argumentos porque estaban de moda en ese tiempo, porque no sabía que Dionisio era un pobre y oscuro monje de Asia Menor y no el Areopagita, porque no podía oponerse de un modo tan frontal al establishment de su época, en definitiva, porque el Gordo era medio zonzo. Qué quiere que le diga, yo prefiero seguirlo a Tomás y no ser ucatomista.
5a. Dicen que la filosofía tuvo tres hijas: una le salió loca, la psicología; otra casquivana, la sociología, y la tercera tonta, las ciencias de la educación. En la UCA parece que la filosofía tuvo solamente dos hijas: se salvó de la descarriada. Hace ya algunos años que separaron la carrera de psicología de la facultad de Filosofía y Letras, y la constituyeron en facultad aparte. El error no fue sacársela a Filosofía, sino mantenerla. La tendrían que haber eliminado. Es muy difícil, casi imposible diría, poder armar en la actualidad una carrera de psicología católica (conozco una universidad que lo está intentando; hasta ahora les está saliendo bien; veremos cómo termina. Por supuesto, la universidad no es católica). De todos modos, si no la exterminaban, creo hicieron bien en sacársela a Filosofía, cuyos profesores poco y nada podían hacer, y no era vida la que pasaban acosados en las clases por los aprendices de loco. Fue como sacar la manzana podrida o cortar la pierna gangrenada: no servía para nada; para hacer daño nomás.
5b. Últimamente le sacaron también a Filosofía la carrera de Ciencias de la Educación y se la pasaron a psicología. Como es la hija tonta, le toca aguantarla un ratito a cada uno. Qué se yo, son tan elementales los “científicos” de la educación que mucho no se puede hacer con ellos, así que no se perdió demasiado. Yo creo que hay que dejarlos que sigan creyendo que lo suyo es una ciencia, cuando no es más que un arte devaluada, y tratar de que hagan el menor daño posible, así como a la hija tonta se la encierra en una habitación para que juegue a las visitas convencida de que es una honorable señora casada, con tacitas de plástico, para que no rompa las de porcelana.
6. Y con respecto al snobismo de la UCA, qué quiere que le diga. A mí me parece que unas gotas de snobismo siempre vienen bien. Son como el Fuyí, espantan bichos.