jueves, 31 de julio de 2014

Wanderer en Infovaticana



Desde el hoy, The Wanderer forma parte del conocido sitio español Infovaticana
Esto significa que quienes ingresen a ese portal de noticias, podrán acceder directamente desde allí a nuestro blog que tendrá alojamiento también en los servidores peninsulares.
Todo esto posibilitará que esta bitácora adquiera una mayor visibilidad y, consecuentemente, un mayor número de lectores.
Por cierto, y para tranquilidad de todos, aclaramos como lo hizo el blog colega Infocaótica, que no se cambiará la línea editorial, que los redactores serán los mismos y que seguiremos, a fin de cumplir el mandato pontificio, "haciendo lío". 

miércoles, 30 de julio de 2014

La gravedad del decálogo

Tengo en cola para publicar en el blog la última de las hipótesis sobre la misteriosa figura del papa Francisco, una excelente reseña de Jack Tollers sobre un libro de Mosebach sobre la liturgia, otra reseña mía sobre una película, un episodio de la vida de Don Gabino a quien tenemos casi olvidado y un comentario sobre la reflotación del caso Grassi y lo que, a mi entender, se podría venir para muchos obispos. Pero Bergoglio sorprende día a día, y mi temor es que, acostumbrados a las bergogliadas, ya no reparemos en la gravedad de las mismas. Me resisto a convertir a este blog en una página de críticas pontificias, pero la gravedad de la hora se impone.
Los “Diez consejos para ser felices” que aparecieron en los medios de prensa durante los últimos días es un caso que no puedo dejar de comentar. Más allá de la vacuidad y superficialidad de lo que dice, conseguida a fuerza del recurso a lugares comunísimos y a referencias propias de un mediocre libro de autoayuda (verbigracia, “Un pueblo que no cuida a sus ancianos no tiene futuro”; “El domingo es para la familia”; “Si faltan oportunidades, caen en la droga, y está muy alto el índice de suicidio de jóvenes sin trabajo”; “La dignidad te la da el llevar el pan a casa”; “La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima”, et alii), yo veo un problema de fondo que me asusta.
El decálogo fue expresado en la entrevista de setenta y siete minutos que le hiciera un periodista de la revista Viva del diario Clarín. No vamos a entrar en la conveniencia de que un Papa otorgue una entrevista a una revista de frivolidades e indecencias varias. La cosa es más profunda. Seguramente, el Santo Padre se sentó en su casa de Santa Marta con el periodistas argentino, mate de por medio, y estuvieron poco más de una hora hablando. Hacia el final, quizás el periodista le pidió algunos consejos para ser felices y el Pontífice se despachó con el decálogo de marras. No se trata, ciertamente, de un documento del Magisterio emitido oficialmente por la Santa Sede. Es poco más que una conversación grabada y luego publicada con anuencia del autor. Podemos decir que Francisco compuso su decálogo, no cual Moisés tonante en la cima del monte Sinaí, sino como rápida respuesta de casi lo que fue una conversación entre amigos. En otras palabras, los diez consejos para ser felices le salieron del corazón; habló ex abundantia cordis.
Y aquí está problema. El más elemental sentido común cristiano, el primer pensamiento que le sale a cualquier católico cuando le preguntan sobre la felicidad, es Dios. Para un cristiano, la felicidad consiste en la posesión de Dios; en su inhabitación en nuestras almas; en la gracia. No hay duda de que hay “felicidades” pasajeras y superficiales que resulta lícito buscar: los arenques de Santo Tomás de Aquino y los espárragos de San Juan de la Cruz. Para nosotros, será una velada en familia o con amigos, un whiskey, un buen libro, una pipa, etc. Pero el reflejo de cualquiera de nosotros al que le preguntaran qué hacer para ser feliz, sería una referencia primerísima y básica a Dios: viví en gracia, o nunca pierdas a Dios que vive en tu alma. Después viene el resto.
Se trata, por otro lado, de una cuestión de catecismo básico. Concretamente, de la primera pregunta: “¿Con qué fin fue creado el hombre? Para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y gozarle en la eterna”. La felicidad o el gozo consisten en el conocimiento y en el amor de Dios. No niego, y el catecismo tampoco lo hace, las “pequeñas felicidades” que mencionamos más arriba –a las que podríamos agregar: “jugar con los hijos”, “vivir remansadamente” o “Compartir los domingos en familia”-, pero eso no basta; eso no es absolutamente nada comparado con la experiencia de la presencia de Dios en el alma y de su amor.
Por eso, me parece gravísimo que el Sucesor de Pedro, encargado de “confirmar a sus hermanos en la Fe”, proponga a los hombres consejos que no llegan siquiera a los talones de las máximas masónicas que José de San Martín dejó a su hija Merceditas. A ver si caemos en la cuenta de la gravedad de la cuestión: ¿cómo es posible que un Papa proponga un método para ser felices sin mencionar una sola vez – repito, ni una sola vez- a Dios?

Por otro lado, esto lo dijo el Papa a boca de jarro. Es más grave, me parece a mí, que si hubiese sido un texto pensado, porque es lo que le salió del corazón. Si “de la abundancia del corazón hablan los labios”, como dijo Nuestro Señor en el Evangelio, ¿qué lugar ocupa Dios en el corazón pontificio?

martes, 29 de julio de 2014

El decálogo de la felicidad del Papa Francisco

En un envión de llamas de fuego, níveas palomas y vientos huracanados, el Espíritu Santo se posó sobre el Papa Francisco que ha sorprendido a la Cristiandad toda con el decálogo de la felicidad, o lo diez consejos para ser felices.
A fin de que los lectores del blog puedan ser felices aún más rápidamente, aquí va una versión ilustrada de los diez consejos:

1. Vivir y dejar vivir



2. Darse a los demás

3. Moverse remansadamente

4. Jugar con los chicos

5. Compartir los domingos con la familia

6. Ayudar a los jóvenes a conseguir empleo

7. Cuidar la naturaleza

8. Olvidarse rápido de lo negativo

9. Respetar al que piensa distinto

10. Buscar activamente la paz

lunes, 28 de julio de 2014

El Papa Francisco. III. Hipótesis narrativa. 2) Chauncy Gardiner

Esta hipótesis toma el nombre del protagonista de la novela de Jerzy Kosinski, titulada Being there y traducida al español como Desde el jardín. El libro dio ocasión a la película del mismo nombre, filmada en 1979 y muy bien actuada por Peter Sellers.
El argumento es el siguiente: Chance es un cuarentón que vive en casa de un hombre anciano y rico. Es muy simple de entendimiento, casi fronterizo y ha vivido toda su vida en esa casa encargado de cuidar el jardín. Sus únicos conocimientos son acerca de la jardinería y de lo que ve en televisión. De hecho, sus modales y expresiones son copia de lo visto en la pantalla. Cuando su benefactor muere, Chance debe dejar la casa y descubrir, por primera vez, el mundo exterior.
Comienza a vagar sin rumbo fijo por la ciudad hasta que, a raíz de un pequeño accidente, se encuentra con Eva, la mujer del millonario Ben Rand quien, lo hace subir a su limusina y lo lleva a su mansión a fin de que se recupere.
Cuando la mujer le pregunta su nombre, él responde: “Chance the Gardener” (Chance, el jardinero), pero Eve entiende Chauncy Gardiner, es decir, un nombre propio de cierto lustre. Además, Chance se ha vestido con las ropas de su antiguo patrón, toda ellas de la mejor calidad y posee modales muy refinados, aprendidos en la pantalla. Este conjunto de circunstancias provoca que, cuando Ben Rand lo conoce, suponga que se trata de una persona de clase alta, muy educado y entendido en negocios y finanzas. Las palabras simples de Chance, que siempre surgen a partir de la confusión en el diálogo o de las situaciones más obvias, son entendidas como profundas y reflexivas, por lo que el millonario cree descubrir en Gardiner a una persona con una enorme capacidad de penetración y discernimiento. Las simples afirmaciones de Chance sobre el jardín y el clima son interpretadas como sentencias alegóricas sobre los negocios y la marcha de la economía.
Rand es también hombre de confianza del presidente de los Estados Unidos a quien le presente al jardinero. También el magistrado interpreta sus palabras sobre el jardín como penetrantes observaciones sobre los vaivenes de la economía que en ese momento afectan al país. De esa manera, Chance Gardiner se convierte rápidamente en asesor político del presidente y, también, en una celebridad social que aparece en los programas de televisión más vistos y es invitado a los eventos sociales más relumbrantes.
El millonario Rand muere debido a una grave enfermedad, no sin antes alentar a su esposa a que se acerca a Chance. En el mismo funeral, los directores de las compañías del difunto deciden que su próximo presidente debe ser Chauncy Gardiner. Hasta aquí el libro.
¿De qué manera esta historia puede adaptarse a una hipótesis sobre el Papa Francisco? Yo lo entiendo del siguiente modo: es como si alguien –una persona muy inteligente, o un demonio- reuniera a todos los que leemos el Wanderer, Mundabor y otros blogs, y también a Sandro Magister, a la Piqué, a Rubín y otros muchos, y se comenzara a reír a carcajadas de nosotros, mientras nos dice:
- Déjense de interpretar y sáquense los lentes de los ojos. Bergoglio no es más que lo que ven. Como Chauncy Gardiner, es solamente un simplón que, debido a que los astros se alinearon a su favor y que se topó con las personas justas, llegó donde llegó. No hay más que eso.
Bergoglio, en efecto, es un técnico químico de Flores, bastante mediocre en sus épocas de estudiante, que ingresó a la Compañía de Jesús y allí aprendió las mañas y artes que los jesuitas han desarrollado durante siglos para trepar, conseguir poder e influencia en la sociedad, todo, por supuesto, para mayor gloria de Dios. Vulgar e inculto, jamás se preocupó por estudiar o aprender, sino por acomodarse y alcanzar puesto que le permitieran el poder por el poder mismo, porque detrás, no había ningún objetivo o contenido; sólo su voluntad. Se hizo de derecha y casi nazi durante los ’70, cuando fue Provincial de la Compañía, periodo en el cual llegó a darle el doctorado Honoris Causa de la Universidad del Salvador al Almirante Emilio Massera. Cuando los aires cambiaron, se hizo moderadamente progre y utilizó la mala conciencia y la empeorada salud del cardenal Quarracino para pasar de portero de la residencia jesuita de Córdoba a obispo auxiliar de Buenos Aires, luego vicario general y terminar como arzobispo y cardenal primado de la Argentina. La eminentísima y reverendísima irresponsabilidad de los cardenales, que se creyeron su imagen de obispo humilde que anda subte y toma mate con los villeros, lo eligió para ocupar del solio petrino, y allí lo tenemos.
Pero todos, progres y no progres, tendemos a interpretar sus palabras y sus gestos, buscando detrás de la simpleza y obviedad de las mismas, signos del pensamiento profundo y sapiencial que se espera de un Papa, tal como hacía Ben Rand con Chance. Pero la pura verdad, es que no hay más que lo que se ve: un hombre simple, con poco seso y escasa cultura, habitado por una enorme ambición de poder.
Mirado desde otro ángulo: es la argentinización de la Iglesia, lo peor que le podía ocurrir a nuestra Santa Madre. La Argentina, un país con su sistema educativo desvertebrado hace décadas sino ab ovo, es una máquina de engendrar bluffs varios, debido a cierto barniz racial y superficial de su clase media. Vivimos de las rentas de nuestro pasado opulento (pero bruto, nunca tuvimos una élite intelectual en serio), de nuestros apellidos latinos y de nuestra piel blanca. Y de la audacia, toujours de l'audace, como decía Danton.  El argentino es un ersatz, es decir, un sustituto de inferior calidad de un europeo, pero sólo ersatz, privado de toda vertebración y disciplina intelectual y condenado a ver la realidad metafísica bajo la grosera y maniquea categoría Boca-River.
Esta apariencia engañosa se conjuga con lo que podríamos llamar seriedad académica del Primer Mundo, donde la clase dirigente recibe una educación cualitativanente diferente, frente a la cual el argentino ersatz es un zombie intelectual, un auténtico muerto vivo. De donde surge cierta ingenuidad, cierta inmunodeficiencia del sistema europeo para con arquetipos de la argentinidad, que en llegando a posiciones expectables, logran vender humo y encumbrarse, bajo el embuste de que “Hay algo más en este tipo”. Efecto Gardiner: alguien con las ropas y modales de Chance, no puede decir solamente lo que dice; hay algo más detrás. Quien maneja las reglas del arte tiende a ver al audaz que las quiebra como un hombre superior, que por ese eminente dominio del arte se puede dar el lujo de transgredirlas. Efecto Picasso. Para luego sufrir la frustración de la revelación del chanta, prototipo perfecto del muridismo antropológico de la inteligencia argentina. Hace unos años, la editora Tusquets escribió un libro donde contaba sus peripecias con un psicólogo argentino, integrante de la recua de chantas emigrados a España a fines de los setenta. Le costó innumerables sesiones darse cuenta de que el tipo era un irresponsable total, un alegre ignorante que le estaba arruinando la vida, una especie de Boudou de la picaresca psicoanalítica.
Digámoslo así: el hombre quiere creer. En un sistema ordenado, Bergoglio no sale del cargo de párroco de Quemú Quemú; eso está a la vista. Entonces comienzan a funcionar los mecanismos negatorios: es un Columbo, es un padre Brown, es un Reformador de la estirpe de San Gregorio Magno. Es un extraordinario disfrazado de ordinario, un príncipe vestido con andrajos.
Virus de mediocridad e inmunodeficiencia de los sistemas “serios”: Combinación mortal.
Bergoglio, con un papelito, diez minutos de tiempo en el Consistorio previo al cónclave, delubaquismo de apunte y la palabra periferia les hizo la granja a los cardenales. La mayoría compró el bluff. Y así estamos un año y medio más tarde.

En definitiva, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, como Chance, no es más que lo que se ve.

(Los créditos correspondientes a Ludovicus por parte del desarrollo de esta hipótesis).

viernes, 25 de julio de 2014

El Papa Francisco. III. Hipótesis narrativa. 1°) La consultora

Nos toca ahora desarrollar la primera de las hipótesis que hemos llamado “narrativas” y que tienen en común la afirmación de que el Santo Padre sigue un libreto que le ha sido asignado. Pero esta “asignación” presenta, a su vez, diversas posibilidades, y la primera de ellas consiste en sostener que el guion de su pontificado le ha sido dado por una especie de consultora internacional dedicada al cambio de imagen de la iglesia católica.
Para quienes no tienen fe, entre los que se incluyen númerosos obispos y cardenales, la Iglesia es una gran multinacional, multimillonaria, que ejerce una importantísima función social en diversos planos y que puede sostenerse en razón de la multitud de sus clientes, o fieles, y del apoyo o alianza con los gobiernos civiles de la mayor parte de los países del mundo. Necesariamente, entonces, la Iglesia –su praxis y su doctrina-, debe ir acompañando la evolución natural de la sociedad y de los clientes que la integran, so pena de empobrecerse y llegar a la extinción, tal como le podría pasar a la Coca Cola o a la Cruz Roja.
Desde este punto de vista, el pontificado de Benedicto XVI fue un rotundo fracaso ya que, además de su conservadurismo en materia doctrinal –se resistía a adaptar las prácticas de la Iglesia a las nuevas mentalidades o, peor aún, propiciaba un retroceso- se produjo la explosión de los escándalos sexuales y financieros que todos conocemos. La imagen de la iglesia católica caía en picada, perdía clientes de a cientos de miles –y aquellos más valiosos por su cultura y su fortuna: los europeos y americanos-, perdía capacidad de presión e influencia en los ámbitos políticos y económicos y –parecía- se acercaba rápidamente al precipicio de la desaparición.
Frente a esto, un grupo de obispos, principalmente alemanes y americanos, decidieron hacer lo que hace cualquier CEO de una multinacional haría: contratar una consultora a fin de conseguir asesoramiento para revertir la situación. El consejo habría sido: cambio de imagen de la iglesia católica. Esto implicaba, en primer lugar, sacar al papa Benedicto de escena, puesto que su imagen jamás iba a poder ser revertida, y colocar a otro pontífice que siguiera “el libreto” que esta consultora habría diseñado a fin de cambiar el rumbo desastroso que había tomado la iglesia.
Este grupo de cardenales se habría movido, entonces, en ese sentido. En primer lugar, lograr la renuncia de Benedicto, lo cual no era empresa fácil, pero posible, y quedó demostrado. Podrían haber apretado por muchos lados pero –y esta no es más que mi opinión-, se habrían dado cuenta que la debilidad del papa alemán era su preocupación de cumplir con perfección germánica su ministerio. La solución venía en crearle una serie de situaciones que le mostraran que las cosas se le iban de las manos y que ya no era capaz de cumplir. Necesariamente, entonces, debía renunciar. ¿Cuáles fueron esas situaciones? Muchas: el robo de documentos por parte de su mayordomo (no podía confiar en nadie); la detonación permanente de casos de pedofilia por parte de miembros del clero, lo cual lo apesadumbraba; la publicación en todo el mundo del tráfico y lavado de dinero por parte del banco vaticano y otros escándalos financieros; los más que turbios manejos de la Curia Romana, acrecentados por la torpeza de su Secretario de Estado, el cardenal Bertone; las dos famosas cajas que contenían los documentos de la investigación interna y que, misteriosamente, con el pontificado de Francisco desaparecieron de la atención pública. En cuanto a esto último, ¿qué contenían las cajas? ¿A qué información pudo acceder el papa Benedicto? ¿Qué presiones habrá recibido? Todo esto habría provocado su renuncia y la elección de un nuevo pontífice.
Se trataba, claro, de un cónclave previsto y preparado con anticipación por la troika (o “cuatroika”…) de cardenales encargados de la operación. ¿A quién elegir? Bergoglio era el indicado. Había sido un serio competidor de Ratzinger en el cónclave anterior, por lo que ya tenía un buen nivel de conocimiento, predicamento y apoyo en el colegio cardenalicio; era una personaje dominado por la ambición de poder y sin ningún tipo de preocupaciones o principios doctrinales (“Yo no entiendo eso de principios innegociables”, dijo el papa Francisco hace poco) por lo que no pondría reparo alguno en seguir el libreto que le pasaran y que contenía detalladamente –tal como hacen las consultoras- lo que debía hacer: desde dejar de usar la muzetta y los zapatos colorados, hasta llamarse Francisco y hablar de la iglesia “de los pobres y para los pobres”. Con eso, y muchas cosas más por el estilo, vendría una lavada de cara de la institución que prepararía el terreno para los cambios disciplinares y doctrinales de fondo.
Pero se enfrentaban con una dificultad: los cardenales ratzingerianos, pocos en número pero que, aliados con los cardenales de la Curia y otros italianos del grupo de Sodano, podían contar con el número de votos suficientes para elegir al cardenal Scola. Pero el peligro se allanó con la renuncia intempestiva de Benedicto, que dejó en offside a Sodano, y que le valió que éste quitara su apoyo a los cardenales de la línea benedictina. Sin el sostén de los curiales y de buena parte de los italianos, el arzobispo de Milán no reuniría los votos suficientes y la balanza se inclinaría en favor del candidato de la troika.
¿Qué hechos concretos avalan esta hipótesis? Hay de distinto tipos. Los que conocen del manejo de imagen de empresa, aseguran que lo ocurrido con el papa Francisco es un caso de manual: ninguna novedad. Es así como se manejan las consultoras con sus clientes. Y para corroborarlo, está la decisión de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard que ha tomado el caso Francisco como un ejemplo exitoso de cambio de imagen y de CEO eficiente, y así lo enseña a sus alumnos (ver aquí).
Otro indicio sería el masivo e incomprensible apoyo de los medios de prensa de todo el mundo a Bergoglio. Los que entienden, aseguran que el apoyo de ciertos medios –como la tapa de las revistas Time y Rolling Stone- no es gratuito sino que se compra. Es decir, estas importantísimas revistas colocan en sus portadas a quienes pagan por estar allí. ¿Parece improbable? No sé si tanto. Hace algunas semanas nos enteramos que el papa “ha contratado a la consultora internacional McKinsey para estudiar y aconsejar en la política de comunicación de la Santa Sede. Ya esa firma tenía a su cargo la auditoría financiera que ordenaron los cardenales a quienes se les ha confiado ese sector junto a la firma KMPG. También conocimos en esas charlas el nombre del principal asesor en medios del Vaticano desde el año pasado, el periodista norteamericano Greg Burke, que asesora al secretario de Estado en el manejo de las comunicaciones a través de radio, tv y medios gráficos”. La noticia apareció en el diario Ámbito Financiero del 30 de junio pasado. No resulta para nada extraño que Burke y la firma McKinsey –cuyo asesoramiento debe salirle varios millones de euros al papa que hoy comió en el comedor con los empleados vaticanos sirviéndose él mismo la humilde comida proletaria- posean el poder de lobby y el poder financiero suficiente para comprar tapas y sugerir líneas editoriales en el planeta. Todos sabemos que la propiedad de los medios de prensa más influyentes del mundo se concentra en muy pocas manos.
Otra clase de indicios tienen que ver con las andanzas de Bergoglio antes de su elección. Es muy fuerte el comentario que indica que, seis meses antes del cónclave, comenzó a recibir clases de italiano de parte de una profesora que iba diariamente al arzobispado porteño. Además, el día en que se conoció la renuncia del papa Benedicto, estuvo horas hablando telefónicamente con cardenales de todo el mundo. Estos datos me fueron confiados personalmente por un sacerdote que trabaja en la curia de Buenos Aires. También se comenta -y, hasta donde sé, son solamente comentarios-, que entre el triste 11 de febrero de 2013 y el inicio del cónclave, hizo al menos dos viajes secretos a Roma. Si fuera verdad, haría aún más plausible esta hipótesis.

En conclusión, el papa Francisco estaría ejerciendo un pontificado “guiñado” por una consultora internacional. Él, personalmente, no tendría otro plan más que llegar y mantenerse en el poder. Del resto, se ocupan los técnicos. 

miércoles, 23 de julio de 2014

¡Felicitaciones Monseñor!

Aún a costa de interrumpir la serie con las distintas hipótesis sobre el Papa Francisco, no podemos dejar de  congratularnos desde estas páginas con Mons. Eduardo María Taussig, obispo de San Rafael. Ha llegado a la redacción del blog algunos comentarios que corren en los porosos pasillos de la Curia Romana y que dan cuenta de que Mons. Taussig sería promovido próximamente a una sede archiepiscopal. Son dos las posibilidades: La Plata y Bahía Blanca. En ambos casos, sus prelados actuales se encuentran con serios problemas de salud y se presume que dejarán sus puestos anticipadamente. Y allí iría, finalmente, el obispo sanrafaelino, dejando atrás los oscuros años de destierro cuyano. La multitud de pequeños libritos y folletines editados por el obispo pareciera que han surtido algún efecto en los graves censores de la Congregación para los Obispos y los esplendores de las sedes centrales del país se encontrarían próximos.
Junto a esta noticia, nos llegó esta misma mañana un mail de un grupo de jóvenes fieles de la diócesis de San Rafael, firmado por Tobías, que nos parece relevante publicar ya que, sin duda alguna, enriquecerá la carpeta romana en el que se custodia todo el recorrido de Mons. Taussig acelerando, de esa manera, su promoción a la tal anhelada sede.


Estimado Wanderer:
Con algunos amigos estuvimos hablando anoche sobre los últimos artículos que publicó en su blog sobre el papa Francisco y nos decidimos a escribirle porque queremos comentarle las sorprendentes coincidencias que encontramos entre los actos del Sumo Pontífice con nuestro querido obispo, Mons. Eduardo Taussig. En especial nos llamó la atención la inclinación que vemos en ambos jerarcas a “no juzgar” sino a “castigar” directamente, por no decir, a pegarle una patada en el c…. a la pobre víctima, muchas veces sin decir “agua va”.
Aquí le detallamos algunos casos:
1. Hay un sacerdote en la diócesis a quien los fieles de todas las parroquias donde se desempeñó han siempre querido mucho. Hace unos veinte años que fue ordenado y posee una clara vocación intelectual. Dio algunas clases en el seminario diocesano pero, más allá de eso, siempre tuvo tareas pastorales. En numerosas ocasiones le pidió al obispo que lo enviara a Roma a estudiar y siempre la respuesta fue negativa. Finalmente, el año pasado comenzó una carrera universitaria en la misma ciudad de San Rafael. Sin embargo, a principio de este año, Mons. Taussig le anunció que en este mes de julio viajaría a Roma a realizar sus deseados estudios. En este sentido, se compró el pasaje aéreo, se consiguió beca para un curso previo de italiano, beca para sus estudios y parroquia donde vivir en la Ciudad Eterna. Pero algo ocurrió. Este padre, que de cobarde no tiene nada, tuvo la osadía de firmar una carta en la que se le pedía al Nuncio Apostólico que intercediera antes Mons. Taussig a fin de que levantara la amenaza de excomunión hacia el Dr. Antonio Capponneto, situación que usted ya ha comentado en su blog. Este hecho provocó que nuestro obispo llamara el 30 de mayo pasado al sacerdote y entablaran el siguiente diálogo:
Obispo: Primero, una pregunta ¿vos firmaste la carta al Nuncio… es auténtica la firma?
Padre: Sí.
Obispo: Lamento comunicarte que se me ha caído la posibilidad de ayudarte en tu viaje a Roma.
Padre: ¿Y cuál sería la causa… es una represalia?
Obispo: Las causas las conversaremos luego ¿Vos tenías ya el pasaje sacado?
Padre: Sí. Lo sacó el P.*
Obispo: Bueno, veremos si podemos recuperar algo del dinero. No sé si tenías otro tema…
Padre: La verdad que no… pero en vista de lo que me plantea, quiero recordarle que en algún
momento le planteé la posibilidad de un año sabático.
Obispo: Bueno, lo tendré en cuenta para el 2015.
Este diálogo fue escrito por el mismo sacerdote y enviado en una carta a varios de sus amigos y se lo pasamos con permiso del autor.
2. Hace un par de años se organizó en nuestra ciudad de San Rafael una marcha de gays y demás especímenes cuyo recorrido pasaba frente a la catedral. Frente al templo nos juntamos unos 300 hombres a fin de defenderlo de posibles agresiones. La orden que nos llegó del obispo fue que entráramos en la iglesia y nos dedicáramos a rezar mientras pasaba la marcha. Por supuesto, no hicimos caso y permanecimos afuera del templo. Dos de los líderes del desacato fueron dos jóvenes amigos nuestros que, además, tuvieron la osadía de asistir a la charla que el Prof. Caponnetto dio hace algunas semanas en la ciudad de Gral. Alvear. Ellos se desempeñaban como preceptores de un colegio católico de San Rafael. Pues bien, ya recibieron la patada de misericordia por parte de nuestro obispo: fueron expulsados de su puesto laboral a fines del mes de junio, a través del representante legal, un exsacerdote del IVE, sin que mediara razón alguna.
3) Y no contento con eso, el canciller de la diócesis emitió un comunicado en el que advierte que el grupo juvenil denominado “Guardia de Cristo Rey”, cuyos dirigente son los dos amigos que le mencionamos anteriormente –y cuyos nombres completos aparecen en el comunicado de prensa-, no pertenece a la Iglesia católica y, por tanto, no puede ser denominado “católico” ni organizar ningún tipo de actividad que tenga que ver con la doctrina de nuestra iglesia. Como autoridad, se cita el Código de Derecho Canónico y la Gaudium et Spes.
4) Usted publicó ayer en su blog el caso del cura de Novara que fue reprendido públicamente por su obispo y por un cardenal “ventrílocuo” del Papa porque dijo que no se puede dar la comunión a los divorciados vueltos a casar ya que han pecado y no están arrepentidos ni tienen propósito de enmienda. En nuestra diócesis ocurrió algo similar aunque no fue hecho público. Resulta que una señora muy acomedida fue a ver a Mons. Taussig para comentarle su malestar debido a que un sacerdote había dicho en la homilía que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. ¡Qué escándalo! La respuesta del obispo fue: “Y qué quiere que le haga, señora… ¡con los sacerdotes que tengo!”.
5) Le comentamos también que la relación que tiene Mons. Taussig con su clero está totalmente deteriorada. Por ejemplo, luego de la última misa crismal, había invitado a sus sacerdotes a una cena para la cual había contratado un cuidado servicio de catering. No se quedó ningún cura, a no ser los dos o tres chupamedias de siempre. Tuvo que invitar a los seminaristas para que no se notara tanto el papelón de las mesas vacías. Lo mismo pasa en las reuniones de clero: no va nadie.
6) Finalmente, le comentamos lo que sucedió algunos días antes de la ordenación diaconal prevista desde hacía meses, para el 19 de marzo de este año. Se reunió con los seminaristas que iban a ser ordenados y les dio a conocer los siguientes requisitos para acceder a la imposición de manos:
a) Dejar de usar la sotana: al resonderle los seminaritas que tenían derecho a usarla por el Código de Derecho Canónico, les contestó: “Yo tengo derecho a no ordenar”.
b) Debían estar dispuestos a celebrar Misa caristmática porque hay que ser “inclusivos” con los que viven esa liturgia y no puede ser que sólo el “Padre Pancho” (el que está en la catedral) la celebre pues se está poniendo viejo y otros curas deben acceder a ello para la gente.
c) Que permitan instrumentos como la guitarra y otros similares en la Misa.
Los seminaristas, valientes, le dijeron que no. Él insistía diciendo que, en estos temas como en otros debían, “dejarse guiar por mi prudencia” (sic), y obedecerle en todo, inclusive en lo opinable. (A nosotros nos habían explicado que la prudencia consiste en un juicio personal acerca de una situación concreta que no puede ser transferido. ¿Puede alguien confiarse en la prudencia de otro? ¿Es que la obediencia llega a los límites que exige y plantea Mons. Taussig?)
Frente a la negativa de los seminaristas a aceptar semejantes imposiciones, decidió cancelar la ordenación. Los pobres se quedaron con las estampitas impresas. Finalmente, parece que la situación de frialdad y vacío de su clero ejerció cierta preseión, y los seminaristas fueron ordenados el pasado 28 de junio.

En fin, esto es todo. Se imaginará usted lo felices que estamos con que nuestro obispo siga tan de cerca al papa Francisco.
Tobías y amigos

martes, 22 de julio de 2014

El Papa Francisco. II. Hipótesis crítica. 4° y última parte

Al papa Fracnsico le resulta antipático, en cambio, el nuncio apostólico en Italia, Adriano Bernardini: “Es hielo. Jorge Mario Bergoglio lo conoce bien y no se la perdona. Cuando Bernardini era nuncio en Argentina, entre 2003 y 2011, comandaba las filas de la oposición del arzobispo de Buenos Aires”. Bernardini discutía con Bergoglio acerca de sus “valores no negociables” (“Nunca entendí qué era eso de valores no negociables”, ha dicho el papa en una de sus últimas entrevistas). Antipatiquísimo le resulta también el cardenl de Milán Angelo Scola, su competencia en el cónclave: no es casualidad que le multiplique los desplantes, no acuda a las citas y le cancele los encuentros oficiales con él en el Vaticano. También el presidente de la CEI, monseñor Bagnasco, no le gusta para nada, y de hecho lo intervino con Galantino, obispo de una diócesis secundaria, lenguaraz y ventrílocuo del Papa. El error imperdonable de Bagnasco es el de haber querido ser el primero, a la finalización del cónclave, en felicitar a Scola, a quien creía que habían elegido pontífice. 
Simpatías públicas le despiertan, por ejemplo, el cardenal Kasper, a quien alabó en su primer Angelus desde San Pedro, urbi et orbe: “un buen teólogo”. Quienes conocían las ideas de Kasper ya empezaron a darse cuenta de cuál era la teología implícita de Bergoglio. La intención de dar la eucaristía a los divorciados y vueltos a casar viene de él. Y es de allí que, frente a la resistencia y argumentaciones de muchos y serios opositores, Bergoglio dijo: “Si mañana llegara una expedición de marcianos, por ejemplo, y algunos de ellos vinieran y nos pidiera… y digo marcianos, de esos verdes, con la nariz larga y las orejas grandes, como son dibujados por los niños, y uno dijera: Yo quiero el bautismo. ¿Qué cosa ocurriría?” 
La respuesta es más simple de lo que parece. Desde hace dos milenios la Iglesia bautiza “marcianos”, aztecas, chinos, caníbales, excazadores de cabezas… lo hace, sin embargo, luego de haberlos instruido en el sentido del sacramento y de haberle transmitido la doctrina católica. Pero con el chiste de los marcianos es justamente a la doctrina católica a la que quería declarar inútil, aludiendo no a los marcianos sino a los divorciados que exigen la Comunión porque sufren discriminación. En efecto, a continuación el Papa explicaba: “El Espíritu sopla donde quiere, pero una de las tentaciones más recurrentes de quien tiene fe es la de embarrarle el camino y de pilotearlo hacia una dirección más bien que hacia otra”. ¿Entendieron? Esto es lo que quiere decir: ciertamente, la Comunión a los divorciados será aprobada, y el Cristo real le será dado a pecadores habituales y no arrepentidos, que se supone que hoy son el Cuerpo social de Cristo, entre el aplauso de los obispos. 
De hecho, el obispo de Novara ya se ha descargado contra uno de sus sacerdotes que había explicado que no se puede dar la comunión a los que conviven porque “viven en una continua infidelidad. No se trata de un pecado ocasional, como sería un homicidio, puesto que en este caso falta el deber de emendarse a través de un arrepentimiento sincero y el propósito verdadero y firme de alejarse del pecado y de las ocasiones que conducen a él”. Como era previsible, el diario La Reppublica, del querido Scalfaro, interpreta: “Para el párroco de Cameri, convivir es peor que asesinar”, y se desata el escándalo. Inmediatamente, el obispo del pobre párroco, Mons. Giulio Brambilla, se precipita a comunicar a las agencias “una clara toma de distancia sea del tono como de los contenidos del texto por una inaceptable equiparación entre convivencia/situaciones irregulares y el homicio”. Pero todavía más. Interviene hasta el cardenal Baldisseri, nada menos que Secretario del Sínodo para la Familia quien, para expresar todo su desprecio hacia el pobre párroco de Novara, declara a las agencias: “Es una locura. Se trata de una opinión estrictamente personal de un párroco que no representa a nadie más que a sí mismo”.
 ¿Cómo se permite decir esto el señor cardenal? Pero no se puede dudar: cuando los obispos y hasta los cardenales se ponen a insultar, con la baba en la boca, a un pobre párroco culpable de haber dicho una cosa verdadera, lo hacen porque se dan cuenta que eso agrada al Papa, que es coherente con el sistema a-dogmático y a-teológico implícito e in fieri con el cual pretende renovar a la Iglesia. Sienten que pueden hacer esta felonía porque el pobre párroco es uno de aquellos a los que Bergoglio acusa de “tender de una manera exagerada a las seguridades doctrinales, en una visión estática e involutiva”. También ellos se hacen ventrílocuos del Papa, sabiendo que atacar a un débil puede incluso ayudarlos en la carrera, visto el nuevo clima. 
Es cierto que esta gran pasión y benevolencia para con los que están lejos, el rechazo a juzgar y a castigar, toda la bondad y l comprensión para los Eugenio Scalfari, toda la cálida misericordia para los gay y los divorciados, la bella y santa disposición para poner entre paréntesis la ortodoxia a fin de no irritar a los no creyentes, en definitiva, toda esta delicadeza, tiene luego consecuencias violentas, vilmente represivas y repugnantes: que los obispos se sientan con el derecho a insultar y vilipendiar a sus sacerdotes fieles, que ordenes religiosas sean sofocadas, y en general el resultado es una formidable voluntad de odio, persecución y censura que se ejercita hacia el interior de la Iglesia y contra una parte del pueblo fiel. 
Extraños resultados de la teología progresista y que no se quiere “estática e involutiva”, desvinculada de la “excesiva seguridad doctrinal”, pero abierta y dinámica, pastoral y caritativamente sin límites. Y paciencia, si a este precio se atraen multitudes y masas de nuevos cristianos venidos de afuera, de la incredulidad y de las periferias existenciales, atraídos por la reforma a-dogmática, del “quien soy yo para juzgar” (los maricones). En cambio, sucede esto: cierra Ad Gentes, una histórica revista misionera, porque no vende más, y porque, como escribe el querido padre Gheddo en el último número “las misiones a los gentiles está perdiendo su identidad e interesa cada vez menos, al menos en Italia: parroquias, diócesis, seminarios y el pueblo de Dios. Es difícil encontrar un seminario que acoga voluntariamente a un misionero y le permita hablar a los seminaristas. Los seminaristas son pocos, muy ocupados y las misiones casi no interesan. Hasta el Concilio Vaticano II estaba clara la afirmación de nuestra identidad: ir a los pueblos no cristianos, donde nos mandaba la Santa Sede, a anunciar y testimoniar a Cristo y su Evangelio, del cual todos tienen necesidad. Es cierto que se hablaba también de caridad, de instrucción, de salud, de promoción, de derechos y obras de justicia para los pobres y los oprimidos. Pero sobre todo, emergía el entusiasmo de ser llamados por Jesús para llevarlo a los pueblos que vivían sin conocer al Dios del amor y del perdón. Había entusiasmo por la vocación misionera gozosamente manifestado y por tanto mucho de catequesis, catecumenado, conversiones a Cristo, oraciones y sacrificios por las misiones, del por qué los pueblos tienen necesidad de Cristo, etc. Sobre todo se hablaba de vocaciones misioneras, porque el misionero es un privilegiado que llega hasta los confines de la tierra para cumplir el testamento de Jesús cuando subió al cielo”. 
Todo esto desapareción después del Concilio. Hoy, instruidos por la a-teología y la a-dogmática, por los ventrílocuos y por los exégetas de Bergoglio, podemos entender mejor el por qué. Por una parte, si ya la afirmación de la ortodoxia es una “violencia metafísica” con el prójimo no creyente, pensemos qué cosa puede llegar a ser la pretensión de convertir a un pagano. Además, ¿convertirlo a qué cosa? ¿A qué contenidos?

lunes, 21 de julio de 2014

El Papa Francisco. II. Hipótesis crítica. 3° parte


¿Querían colegialidad? Aquí tienen colegialidad
La colegialidad fue el caballito de batalla de los innovadores del Concilio. Querían reducir el magisterio monocromático del Papa –el primado petrino era demasiado autoritario-, diluyéndolo en la “colegialidad”, obligándolo a decidir junto a los obispos, casi como un primus inter pares. Apenas fue elegido Francisco, los jesuitas americanos estaban seguros que su hermano convertido en Papa pondría “renovado énfasis en la colegialidad, la colaboración y el liderazgo commpartido con el episcopado en el gobierno de la Iglesia”. Para esto se crearon las Conferencias Episcopales nacionales, un instrumento que, por extraña heterogénesis de los fines, debía dar un estatus de paridad a los obispos en relación con el Papa pero, en cambio, lo que consiguió es hacer de los obispos –cada uno de los cuales es sucesor de los apóstoles- un anónimo dentro de un grupo burocrático… pero este es otro tema. Volvamos a la colegialidad tal como la ha aplicado Francisco, sobre todo, en relación a la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). Recordemos que, por muchos años, era el presidente de la CEI quien tenía el discurso inaugural al comienzo de la asamblea anual de los obispos. Demos ahora la palabra a Sando Magister: este año “el cardenal Angelo Bagnasco, que todavía figura como presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, aunque Francisco lo haya desautorizado imponiéndole un secretario general, el cómico Galantino,  pidió a Francisco que sea él, el Papa, quien pronunciara el discurso inicial de la asamblea plenaria de los obispos convocada para el mes de mayo, lo que ningún pontífice había hecho antes. El pedido del cardenal, se lee en el comunicado oficial, “ha encontrado la pronta disponibilidad del Santo Padre que le confió que había tenido esa intención”. En efecto, se sabía desde hacía algunos meses que Francisco había decidido dar él mismo el discurso inaugural”.
¿Qué les parece? A mi, que ya soy viejo y conozco la historia, esto me recuerda un poco a las reuniones del Soviet Supremo bajo el gobierno de Stalin: cuando todos los delegados del Soviet, que debería ser el poder legislativo, frenéticamente, espontáneamente y por unanimidad, se levantaban para pedir, implorar, suplicar al “camarada Stalin” que sugieriese él mismo las decisiones que debían tomar. El camarada Stalin, en un primer momento, se sorprendía, pero enseguida, agradecido y reconociendo que el pedido del Soviet Supremo era de corazón, gustosamente se dignaba a tomar el mando de la asamblea. Entonces, improvisaba un discurso que había preparado hacía ya algunas semanas: lanzaba, quizás, una campaña de represión contra los “saboteadores escondidos en el Partido”. Y entonces, los centenares de miembros del Soviet Supremo se ponían de pie aplaudiendo frenéticamente, durante decenas de minutos. En la URSS de Stalin, el Soviet podía aplaudir también durante horas, sin parar, porque el camarada Stalin, allí presente, observaba y tomaba nota del primero que, dándose aires, se sentaba y dejaba de chocar las manos. Al día siguiente, desaparecía.
¿Es exagerado lo que digo? ¿La acogida de los obispos italianos no habría podido ser producto del terror al porteño, no-juzgador, simpático y manso papa Francisco como era con Josip Vissarionovic Stalin?
Lean lo que dice Magister:
“Desde que él es Papa, la CEI está como esclavizada. Francisco pidió a los obispos italianos que le dijeran cómo preferían que fuese el nombramiento de su presidente y de su secretario: por voluntad del Papa, como siempre ha sido en Italia, o por votación libre como sucede en los otros países. Cuando se dieron cuenta por dónde venía la mano, la intención de casi todos los obispos fue de dejar la nominación a la voluntad papal. Y si él quiere que primero se haga una votación consultiva, se hará, pero en secreto y sin publicación de los votos. Se le dará al papa la urna cerrada y él hará lo que quiera. La CEI es la desmentida viviente de los propósitos de descentralización y “democratización” de la Iglesia atraibuidos a Jorge Mario Bergoglio: el único que hoy está dotado de autoridad efectiva es el secretario general Nunzio Galantino, obispo de Cassanio all`Jonio. Pero su autoridad es puro reflejo de la del papa, que es quien lo nombró”.

Teología de la mala eduacación
Algún diario se ha pregunta acerca de las condiciones de salud del Santo Padre. Y esto porque, en repetidas ocasiones, ha faltado a citas y encuentros, algunos de ellos muy importantes, sin previo aviso y sin explicaciones. Como quizás recuerden, el 22 de junio de 2013 fue esperado inútilmente en el concierto que se daba en su honor organizado con ocasión del Año de la Fe. El 4 de diciembre Francisco canceló bruscamente la audiencia con el cardenal Angelo Scola y con los representantes de Expo-Milano que querían invitarlo al evento. Además, el 28 de febrero, con pocos minutos de anticipación, Francisco postergó la visita al Seminario Romano; una semana antes de partir para Tierra Santa, anuló la peregrinación al Santuario del Divino Amor previsto para el 18 de mayo; el 9 de junio anuló imprevistamente algunas audiencias, entre ellas la que iba a conceder al Consejo Superior de la Magistratura. La última fue un baldazo de agua fría para los numerosos fieles que lo esperaban en el Policlínico Gemelli. Los medios de prensa daban cuenta de esta situación: “Gran desilusión de los presentes que esperaban al Pontífice en el momento del anuncio. El staff del Papa se encontraba ya en el lugar de la visita. El ceremoniero pontificio, Mons. Guido Marini, cuando se le preguntó el motivo de la cancelación de la vista, respondió: “Si no lo saben ustedes…”. El anunció fue dado a conocer por el obispo Claudio Giuliodori, asistente eclesiástico de la universidad católica, explicando que la visita se postergaba. Giuliodori no dio ningún motivo”. Porque no lo sabía nadie, como queda claro, ni siquiera su staff. Para celebrar la misa y leer la homilía que iba a pronunciar Francisco, se buscó al cardenal Angelo Scola…
Pero todos estos compromisos cancelado sin explicación dieron pie a que algunos medios de comunicación tomaran por cierta la excusa que luego fue dada por el staff papalino (“leve indisposición”) y a preguntarse si el pontífice no estaría gravemente enfermo. Puedo tranquilizarlos con respecto a la salud de nuestro amado Papa: si hace lo que hace, es porque se le da la gana. En la curia de Buenos Aires me han dicho que hacía lo mismo allá cuando era cardenal: una parroquia lo invitaba, sacerdotes y fieles preparaban en evento durante meses, las mujeres se encargaban de una comida festiva, y él llegaba corriendo, decía corriendo la Misa, y se escapaba corriendo, prácticamente sin saludar, sin decir una palabra, dejando a todos desilusionados en torno a la mesa preparada para el festejo. En la curia de Buenos Aires se asombran sinceramente de ver nuevamente a Bergoglio, ataviado con vestiduras papales, y que ¡sonríe! ¡y abraza a los niños! Muchos me lo describieron como un huraño arisco y áspero, un autoritario arbitrario que siempre provocaba más miedo que simpatía, especialmente en la curia, donde podía frustrar carreras y había instaurado un clima de terror. Me lo describieron como un grosero y un mal educado, un rencoroso y, todavía más grave, sujeto a enamoramientos y detestaciones fortísimas, y sin motivo alguno, hacia las personas. A aquel que ama, lo defiende contra toda evidencia y lo promueve contra todo mérito; hacia sus preferidos asume incluso actitudes serviles (“les hace de monaguillo en las misas”); de aquellos que odia, se venga durante años.
Desde los primeros actos de su pontificado, el Santo Padre mostró que se dejaba arrastrar por estas simpatías y antipatías arbitrarias. Todos recordarán el metejón que se agarró con el director de la residencia Santa Marta donde vive, monseñor Battista Ricca, hasta nombrarlo incluso su representante en la cúpula del IOR, el banco vaticano. Recuerda Magister: “Cuando en junio último lo promovió a ese rol, el papa Francisco desconocía el pasado escandaloso de Ricca, durante los años en los que éste era consejero de nunciatura en Argel, Berna y, sobre todo, en Montevideo”, donde convivía con su amante, en la misma sede de la Nunciatura. “La intimidad de la relación entre Ricca y Haari eran tan evidentes que escandalizaron a muchos obispos, sacerdotes y laicos de ese pequeño país sudamericano, incluidas las religiosas que servían en la nunciatura”. Cuando personas de su confianza le informaron al papa Francisco del pasado de Ricca y de su todavía más escandaloso retorno a la carrera, el Pontífice les agradeció, se documentó y prometió que obraría en consecuencia. Pero después de diez meses Ricca es todavía el prelado del IOR. 

viernes, 18 de julio de 2014

El Papa Francisco. II. Hipótesis crítica. 2ª parte

(Viene de la entrada anterior)
Castigar severamente
Por ejemplo, lo sucedido en hacia el final de la Asamblea General de los obispos italianos a fines del último mes de mayo. “El papa dio espacio a las preguntas”, dijeron los medios. Muy contentos, los obispo italianos comenzaron a hacer preguntas que agradaran al Pontífice –lo que, en otros tiempos, se hubiese dicho una pura y simple adulación-, pero en realidad querían que hiciera explícita su teología implícita, que ellos ardientemente desean aplicar en sus diócesis para instaurar la nueva iglesia deseada por Francisco. Y esto es lo que escribe el vaticanista de La Stampa, Marco Tossatti,
el 23 de mayo: “Hubo una pregunta hecha en un tono desesperado por el obispo de una pequeña diócesis de cuarenta mil habitantes, en la que se lamentaba de que una parte de su clero era conservadora y no quería dar la comunión en la mano. El Papa le aconsejó de tomar medidas severas, porque “no se puede defender el Cuerpo de Cristo ofendiendo al Cuerpo social de Cristo””.
Observen frase por frase, palabra por palabra. En primer lugar, es un obispo que  habla de su clero con el Papa. Esta desesperado –dice- porque tiene a su cargo un clero conservador, tan conservador que –escuchen esto- quiere dar la comunión en la boca tal como se hacía en los siglos pasados. Podría parecer una cuestión menor en los tiempos que corren. Pero no, y de hecho el Papa le asigna una extrema gravedad. Y ordena:
a) Castigar a los sacerdotes (frente al “¿Quién soy yo para juzgar?”)
b) Severamente (¿Cómo? Esperamos con ansias. ¿Será suficiente con la suspensión a divinis? ¿O se volverán a utilizar los grillos y el potro? ¿O las mazmorras vaticanas?)
Pero sobre todo debe apreciarse cada letra de la motivación, porque estmaos en el vértice de la doctrina a-teológica, de la superación de los dogmas:
c) “Porque no se puede defender el Cuerpo de Cristo ofendiendo al Cuerpo social de Cristo”.
Existe por tanto –como está claro- dos cuerpos de Cristo: la Presencia Real, Cristo mismo, y los fieles, “Cuerpo social de Cristo”. Este Segundo, si recibe al Primero en la boca en vez de en la mano, es ofendido. O se siente ofendido. Y de ningún modo puede ser ofendido. Es mejor ofender la Presencia Real, poniéndola en la mano de desconocidos que, incluso, pueden ser satanistas. Y fíjense en las conclusiones que se derivan: el Cuerpo Real de Cristo tiene menos derechos que “el cuerpo social”, en definitiva, que los fieles. Ellos, y no Él, son el verdadero y supremo Cristo.
De acuerdo. Pero esta hermenéutica deja en suspenso más de una cuestión. Por ejemplo, no nos parece que exista una turba de fieles que exigan o pretendan la hostia en la mano y que, si no se la dan de ese modo, se sientan ofendidos como Mesías sociales. ¿Dónde están? Otro interrogante: estos cristianos que, contentos con recibir la comunión en la boca, no se sienten ofendidos, ¿no forman parte del Cuerpo social de Cristo? ¿Son, acaso, “tristes” y “asustados por la alegría”? ¿Deben ser expulsados? ¿El Cuerpo social de Cristo está formado solamente de aquellos que quieren la hostia en la mano, la comunión a los divorciados convivientes more uxorio, que no juzgan a los invertidos? Estamos seguros que el Santo Padre clarificará estos puntos oscuros que ha dejado caer en algunas homilías o audiencias, y que pronto serán explicitados, resueltos y completados por la revista Concilium. Y por otros exégetas autorizados.

Escuchad a los ventrílocuos
Por suerte para nosotros, son muchos los ventrílocuos del Papa Francisco, es decir, los prelados que lo imitan, lo copian en la voz y en los discursos pero, al igual que los imitadores reales, cargando y exagerando un poco. Lo cual, a parte de los efectos cómicos que produce, es un gran mérito, porque de esa manera formulan en modo completo la teología de Bergoglio, que él expresa sólo a la mitad, dejando en suspenso las frases.
Uno de los más doctos es el cardenal Ravasi. Este purpurado, dado que el Papa Francisco twitea y tiene 11 millones de seguidores, ha dicho que este es un nuevo modo de evangelizar: “La lengua italiana cuenta con ciento cincuenta mil vocablos mientras que los jóvenes de hoy usan solamente de ochocientos a mil. Ha cambiado el modelo antropológico de los nativos digitales, por tanto, un obispo que no sabe moverse en esta nueva atmósfera (el Tweeter), no cumple con su misión”. Y no contento con esto, terminó por afirmar que Cristo, del mismo modo que Eugenio Scalfari, dejó de creer en Dios cuando gritó “¿Por qué me has abandonado?”. Dice Ravasi que “se trata de una frase que introduce un elemento que no puede ser divino sino que es solamente humano. Dios, cuando Jesús está sobre la cruz, está ausente. Es en la práctica, el “ateísmo salvífico de Cristo”.
Pero naturalmente, el ventrílocuo más notorio y el más fecundo imitador es el secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, impuesto por el Papa, el obispo Nunzio Galantino: “Queremos pedir disculpas a los no creyentes –dijo en Radio Vaticana el 11 de junio (nótese el plural majestático y pontifical)- porque muchas veces el modo en el cual vivimos nuestra experiencia religiosa ignora completamente la sensibilidad de los no creyentes, por lo cual hacemos y decimos cosas que, con frecuencia, no llegan a sus corazones o que, aún más, los molestan”. Y en una muy lograda imitación del pauperismo bergogliano, Galantino anunció “una Iglesia que quiere ser más pobre de bienes terrenos y más rica en virtudes evangélicas, no tiene necesidad de protecciones, seguridades y garantías”. Y a la pregunta: “¿Cuál es su deseo para la Iglesia italiana?”, respondió entre los aplausos de la platea laicista: “Que se pueda hablar de cualquier tema, de sacerdotes casados, de eucaristía a los divorciados, de homosexualidad, sin tabú, partiendo del Evangelio y dando razones de las propias posiciones”.
Lo que falta explicar es por qué, aquellos que efectivamente “dan razones de las propias posiciones”, si éstas no le gustan al Papa y a la troupe sudamericana que manda en el Vaticano, son expulsados de la cátedra, intervenidos, jubilados de su cargo. Esperamos un indicio que nos permita deducir conjeturalmente de qué se trata esta a-teología implítica en vigor.
Galantino ha criticado a los Papas precedentes que favorecían algunas inicitaivas como las marchas por la vida: “En el pasado, nos concentramos exclusivamente en el no al aborto y a la eutanasia. Pero no puede ser así; en el medio está la existencia que se desarrolla. Yo no me identifico con los rostros inexpresivos de quienes rezan el rosario fueras de las clínicas que practican la interrupción del embarazo, sino con los jóvenes que son contrarios a esta práctica y luchan por la calidad de vida de las personas, por su derecho a la salud y al trabajo”. Esta frase sobre los “rostros inexpresivos de quien rezan el rosario” la tomó seguramente de alguna frase del Papa, que también en Buenos Aires desalentaba este tipo de marchas. Incluso, hasta quizás le hizo la mímica, refiriéndose a aquellos cristianos “asustados de la alegría” que rezan delante de las clínicas abortistas con esas caras tristes y serviles. ¡Quién sabe las carcajadas que se escuchan en Santa Marta!
Y no lo digo por sospecha o por prejuicio. Hay al menos una prueba de la relación altamente confidencial que une al Papa con su imiador y ventrílocuo. Y es el despido de Dino Boffo de la TV de la Conferencia Episcopal Italiana, en febrero pasado. Una medida que, como de costumbre, no recibió ninguna explicación. Los lectores saben que tengo una estima particular por  Boffo ya que fue mi director en el diario Avvenire. ¿Pero ese era el modo? La normal cortesía prevé que un director que se encuentra en ese puesto desde hace varias décadas sea despedido por los editores con una breve y gentil carta, agradeciéndole por sus servicios, deseándoles buena suerte, reconocimientos y saludos. En cambio, una patada en el trasero, sin una sola palabra. Tanto es así, que el pobre Boffo “en ausencia de una explicación plausible de su despido, se ha negado a firmar el comunicado oficial” puesto sobre la mesa, como ha destacado el diario La Reppublica.
Recién en abril, el secretario de la Conferencia Episcopal, siempre el mismo Nunzio Galantino, tuvo algo que decir acerca del asunto Boffo. Declaró en una entrevista en Radio Vaticana: “Tenemos algunos profesionales que por un sentido de eclesialidad y de fidelidad a la Iglesia mal entendido se convierte en los más santurrones de los santurrones”. Sandro Magister explica que aquí la alusión es a Boffo, y como siempre sin nombrarlo. “Se dice que al Papa Francisco no le ha gustado el fervor con el que la TV de la Conferencia Episcopal Italiana y su mismo director daban lustre a sus palabras y a sus gestos, no solamente presentándolos sino incluso interpretándolos”. Efectivamente, en los días y semanas siguientes a la elección de Bergoglio, Boffo apareció demasiado seguido en las transmisiones del canal. Claramente, se quería hacer notar y conseguir la simpatía del nuevo pontífice. Pero consiguió el efecto contrario. Me parece sentir a Bergoglio delante del televisor: “Sáquenlo. ¿Cómo se permite hablar de mi e interpretar mis pensamientos? Y con qué gestos de santurrón, además… Vamos, despídanlo”. Porque está clara que Galantino ha escuchado esta expresión –santurrón de los santurrones- de  labios del pontífice.

Sabemos que los castigos mudos, los bastonazos sin una palabra, son coherentes con el “¿quién soy yo para juzgar?”, el cual es la pilastra de la reforma bergogliana: “Aquí tienen esta patada en el trasero, pero de ningún modo los estoy juzgando”. Es la base de la teología del papa Francisco, el hombre que no debe preguntar nunca; la afasia punitiva y el garrotazo taciturno son la consecuencia natural de la superación de los dogmas y de la doctrina e, incluso, de la lógica y de la buena educación, evidentemente algo muy “mundano”.

jueves, 17 de julio de 2014

El Papa Francisco. II. Hipótesis crítica 1ª parte

La hipótesis crítica intenta explicarnos quién es el Papa Francisco a partir de la reconstrucción de su teología. Para esta tarea utilizaremos el excelente  artículo de Maurizio Blondet aparecido en su sitio hace algunas semanas.
Se trata de un texto bastante extenso -y la traducción lleva tiempo-, por lo que publicaré en entregas. Y aquí la primera:


La teología papal. Tentativa de reconstrucción conjetural

Leo en un sitio católico que “la revista internacional de teología Concilium ha dedicado su último número al  tema “Del anatema sit al ¿Quién soy yo para juzgar?”, a partir de la famosa frase del Papa Francisco sobre la homosexualidad, pronunciada cuando regresaba de Brasil en junio de 2013.
Los autores sostienen que las fórmulas y los dogmas no pueden abarcar la evolución histórica, sino que todo problema debe ser ubicado en su contexto histórico y sociopolítico. El concepto de ortodoxia, entonces, es superado o, al menos, redimensionado, porque de otro modo es utilizado como “punto de referencia para sofocar la libertad de pensamiento y como arma para vigilar y castigar”. Definen, por tanto, a la ortodoxia como una “violencia metafísica”. El primado de la doctrina es sustituido por el de la praxis pastoral. (Concilium, 2/2014, p. 11).
Concilium es la revista fundada por Karl Rahner, Hans Küng e Yves Congar, y en la cual “colaboran más de 500 teólogos de todo el mundo”.  Nos apresuramos a expresar nuestra gratitud a una revista tan prestigiosa y frecuentada, porque aporta claridad a la doctrina católica que debemos seguir desde que es papa Francisco. Porque no hay duda de que todo lo que está escrito en Concilium refleja el pensamiento del pontífice. Por ejemplo, él mismo dijo hace un tiempo a La Civiltà Cattolica: “Quien busca hoy siempre soluciones disciplinares, quien tiende de una manera exagerada a la “seguridad” doctrinal, quien busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, tiene una visión estática e involutiva. Y, de este modo, la fe se convierte en una ideología más”.
Está más o menos claro que Bergoglio considera a la dogmática y a la teología de dos mil años como un peso y un obstáculo a la acción pastoral. Pero el mérito de Concilium es el de desarrollar los pensamientos que el Papa expresa aquí y allá, en homilías perdidas, entrevistas ocasionales, frases coloquiales que muchas veces son dejadas voluntariamente incompletas y a la mitad (del tipo: “Si mañana llegara una expedición de marcianos, y uno de ellos dijese: Quiero el bautismo. ¿Qué cosa sucedería?”). Pero no nos dijo qué sucedería. Afortunadamente, Concilium completa estas frases dejadas a la mitad, rellena los puntos suspensivos, nos proporciona su contenido, explicita aquello que en la teología implícita del Papa no se dice, sino que es dejado en suspenso. Y de este modo, nos permite responder la pregunta que frencuentemente nos hacemos: ¿Cuál es la teología de Bergoglio?
Así como los arqueólogos epigrafistas son capaces de reconstruir inscripciones latinas de lápidas antiguas, donde faltan letras o palabras, también nosotros hoy podemos reconstruir de modo conjetural la teología papal a la cual estamos obligados de obedecer. Gracias a la revista Concilium, una luz de claridad ilumina ciertas acciones del Papa que parecen en contradicción con las palabras.
Algunos no llegan a entender cómo se conjuga el “¿Quién soy yo para juzgar?” con la intervención sin ninguna explicación de los Franciscanos de la Inmaculada, el castigo y reclusión del fundador en su casa. Parece una contradicción. Como ha destacado el vaticanista Sandro Magister, el Papa continuamente “exhorta a no emitir juicios… quien juzga “se equivoca siempre”, dijo en la homilía del 23 de junio en Santa Marta. Y se equivoca, continuó, “porque ocupa el puesto de Dios, que es el único juez”. Se arroga “la potestad de juzgar todo: las personas, la vida, todo”. Y “con la capacidad de juzgar” sostiene poseer “también la capacidad de condenar”.
Sin embargo, “Francisco es papa que juzga, absuelve, condena, promueve, remueve. Pero al mismo tiempo predica que no se debe juzgar nunca, ni acusar, ni condenar”. Ha llevado a cabo una purga sistemática de prelados y teólogos que no eran del agrado de su escuela, desde un Antonio Livi a un padre Cavalcoli; ha removido brutalmente a ministros vaticanos como monseñor Piacenza; ha removido obispos que detestaba en Argentina. ¿No hay contraste? Nosotros no debemos  juzgar, y está bien; pero él juzga y lanza juicios.
En sus homilías de Santa Marta nunca pierde ocasión de condenar –sin nombrarlos- a los cristianos hijos devotos de la Iglesia que –como el pobre Mario Palmaro-, han protestado por sus cartas y su entrevista con Eugenio Scalfari, donde colaba frases como “la cuestión para quien no cree en Dios está en el obedecer la propia conciencia”. “Esto es relativismo”, han dicho los buenos cristianos, y este es un error no solamente teologal sino también psicológico: la conciencia de los Scalfari tiene callos; la conciencia no le reprochará nunca nada el Rico Epulón ni al Fariseo, que fueron condenados por Dios.
Y bien, ¿qué cosa ha hecho el Papa Francisco? Nadie responde, nadie explica ni corrige. Una homilía después de otra, llama a los fieles laicos que lo critican con distintos apelativos: “pelagianos”, “untuosos”, “tristes”, “asustados por el gozo”, “cristianos murciélagos”, los insulta y los condena… pero sin decir precisamente a quiénes alude.
Pero quizás ustedes tomen este modo de actuar como desleal y poco cristiano, y sobre todo en claro contraste con la frase más citada por los aplaudidores medios laicistas: “¿Quién soy yo para juzgar…” un homosexual? Pero en cambio, ahora sabemos, gracias a Concilium, que no hay ninguna contradicción. La frase “yo no juzgo” y la brutal represión sin explicación a los Franciscanos de la Inmaculada, derivan de la misma teología.
Pero busquemos de entender bien lo que es esta teología. Me podría equivocar, pero concluyo que el fundador de los Franciscano ha sido castigado y que su orden ha sido puesta bajo tutela por el hecho de ser ortodoxos y, como explica Concilium, han cometido entonces “violencia metafísica”. Pueden creer que los teólogos o laicos que se acercan a la ortodoxia son removidos, purgados, expulsados de las cátedras pontificias y llamados “murciélagos”, porque se los acusa de usar una dogmática de dos mil años “como punto de referencia para sofocar la libertad de pensamiento y como arma para vigilar y castigar”…
Pero si piensan de esta manera, se equivocarían; no habrían entendido todavía la sutileza y profundidad de la teología bergogliana. El punto que define a tal teología es el de “no dar explicaciones”. Pegar, insultar, remover, sin decir el por qué. Esto es la consecuencia necesaria del hecho que la Iglesia bergogliana se quiere a sí mismo como a-dogmática. Habiendo “superado” los dogmas, no debe nunca más justificar los castigos que conmina acusando a la víctima de cualquier violación dogmática o doctrinal. Si se procediera de otro modo, se volvería al antiguo sistema, en el que la ortodoxia era usada como arma para vigilar y castigar. Hoy se castiga sin expresar el motivo –la consecuencia necesaria de la superación de la doctrina es que los castigos continúen, pero en silencio. No se puede y no se debe dar motivos del por qué.  
En la nueva teología a-dogmática, toda la pastoral es caritativa, los bastonazos y castigos se conjugan espléndida y armónicamente con la frase “¿Quién soy yo para juzgar?”. Que se alegre el que recibe los bastonazos: nadie lo está juzgando. No se instruye más ningún proceso canónico, no se eleva una acusación formal y formulada en palabras, a partir de las cuales, el acusado podría incluso llegar a defenderse, pobre murciélago untuoso y triste. Ya no estamos en el tiempo de la Inquisición, los hemos superado! Ahora se dan golpes en la oscuridad, se pega y listo. El golpeado no pide un por qué. El por qué no se puede expresar, no se debe expresar. Es la a-teología a-dogmática la que lo exige.  
Esto nos recuerda un poco a los procedimientos estanilistas, en los que castigar con 25 años de lager (“un cuartito” de siglo) o a la muerte no era oficio de un tribunal, sino de una comisión de tres funcionarios del Partido, la así llamada Troika Administrativa. La Troika le aclaraba alegremente al tembloroso ciudadano a quien habían arrastrado delante de ella: no te acusamos de haber hecho nada; te mandamos al Gulag por el hecho de que eres un burgués. Por eso, no tenemos necesidad de encontrar una culpa; nos basta con descubrir tu identidad: eres un burgués y, por lo tanto, un enemigo del proletariado. ¡A Siberia! ¡Un cuartito! Y así se hacía.
Así como el cristiano de base, debe estar hoy constantemente “a la escucha del papa Francisco”, porque está claro que nunca escribirá una verdadera y propia encíclica, no pondrá nunca blanco sobre negro lo que entiende por “verdad”, que estamos obligados a seguir, y por falsedad de la que debemos huir. Tenemos que recabar su doctrina –que se convierte en doctrina de la Iglesia- de sus discursos. Ocasionales. Muchas veces al margen de las intervenciones oficiales.