(Viene de la entrada anterior)
Castigar severamente
Por ejemplo, lo sucedido en hacia el final de la Asamblea General de los
obispos italianos a fines del último mes de mayo. “El papa dio espacio a las
preguntas”, dijeron los medios. Muy contentos, los obispo italianos comenzaron
a hacer preguntas que agradaran al Pontífice –lo que, en otros tiempos, se
hubiese dicho una pura y simple adulación-, pero en realidad querían que hiciera
explícita su teología implícita, que ellos ardientemente desean aplicar en sus
diócesis para instaurar la nueva iglesia deseada por Francisco. Y esto es lo
que escribe el vaticanista de La Stampa, Marco Tossatti,
el 23 de mayo: “Hubo
una pregunta hecha en un tono desesperado por el obispo de una pequeña diócesis
de cuarenta mil habitantes, en la que se lamentaba de que una parte de su clero
era conservadora y no quería dar la comunión en la mano. El Papa le aconsejó de
tomar medidas severas, porque “no se puede defender el Cuerpo de Cristo
ofendiendo al Cuerpo social de Cristo””.
Observen frase por frase, palabra por palabra. En primer lugar, es un
obispo que habla de su clero con el
Papa. Esta desesperado –dice- porque tiene a su cargo un clero conservador, tan
conservador que –escuchen esto- quiere dar la comunión en la boca tal como se
hacía en los siglos pasados. Podría parecer una cuestión menor en los tiempos
que corren. Pero no, y de hecho el Papa le asigna una extrema gravedad. Y
ordena:
a) Castigar a los sacerdotes (frente al “¿Quién soy yo para
juzgar?”)
b) Severamente (¿Cómo? Esperamos con ansias. ¿Será
suficiente con la suspensión a divinis?
¿O se volverán a utilizar los grillos y el potro? ¿O las mazmorras vaticanas?)
Pero sobre todo debe apreciarse cada letra de la motivación, porque estmaos
en el vértice de la doctrina a-teológica, de la superación de los dogmas:
c) “Porque no se puede defender el Cuerpo de Cristo
ofendiendo al Cuerpo social de Cristo”.
Existe por tanto –como está claro- dos cuerpos de Cristo: la Presencia
Real, Cristo mismo, y los fieles, “Cuerpo social de Cristo”. Este Segundo, si
recibe al Primero en la boca en vez de en la mano, es ofendido. O se siente
ofendido. Y de ningún modo puede ser ofendido. Es mejor ofender la Presencia
Real, poniéndola en la mano de desconocidos que, incluso, pueden ser
satanistas. Y fíjense en las conclusiones que se derivan: el Cuerpo Real de
Cristo tiene menos derechos que “el cuerpo social”, en definitiva, que los
fieles. Ellos, y no Él, son el verdadero y supremo Cristo.
De acuerdo. Pero esta hermenéutica deja en suspenso más de una cuestión.
Por ejemplo, no nos parece que exista una turba de fieles que exigan o
pretendan la hostia en la mano y que, si no se la dan de ese modo, se sientan
ofendidos como Mesías sociales. ¿Dónde están? Otro interrogante: estos
cristianos que, contentos con recibir la comunión en la boca, no se sienten
ofendidos, ¿no forman parte del Cuerpo social de Cristo? ¿Son, acaso, “tristes”
y “asustados por la alegría”? ¿Deben ser expulsados? ¿El Cuerpo social de
Cristo está formado solamente de aquellos que quieren la hostia en la mano, la
comunión a los divorciados convivientes more
uxorio, que no juzgan a los invertidos? Estamos seguros que el Santo Padre
clarificará estos puntos oscuros que ha dejado caer en algunas homilías o
audiencias, y que pronto serán explicitados, resueltos y completados por la
revista Concilium. Y por otros
exégetas autorizados.
Escuchad a los ventrílocuos
Por suerte para nosotros, son muchos los ventrílocuos del Papa Francisco,
es decir, los prelados que lo imitan, lo copian en la voz y en los discursos
pero, al igual que los imitadores reales, cargando y exagerando un poco. Lo
cual, a parte de los efectos cómicos que produce, es un gran mérito, porque de
esa manera formulan en modo completo la teología de Bergoglio, que él expresa
sólo a la mitad, dejando en suspenso las frases.
Uno de los más doctos es el cardenal Ravasi. Este purpurado, dado que el
Papa Francisco twitea y tiene 11 millones de seguidores, ha dicho que este es
un nuevo modo de evangelizar: “La lengua italiana cuenta con ciento cincuenta
mil vocablos mientras que los jóvenes de hoy usan solamente de ochocientos a
mil. Ha cambiado el modelo antropológico de los nativos digitales, por tanto,
un obispo que no sabe moverse en esta nueva atmósfera (el Tweeter), no cumple
con su misión”. Y no contento con esto, terminó por afirmar que Cristo, del
mismo modo que Eugenio Scalfari, dejó de creer en Dios cuando gritó “¿Por qué
me has abandonado?”. Dice Ravasi que “se trata de una frase que introduce un
elemento que no puede ser divino sino que es solamente humano. Dios, cuando
Jesús está sobre la cruz, está ausente. Es en la práctica, el “ateísmo
salvífico de Cristo”.
Pero naturalmente, el ventrílocuo más notorio y el más fecundo imitador es
el secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, impuesto por el
Papa, el obispo Nunzio Galantino: “Queremos pedir disculpas a los no creyentes –dijo
en Radio Vaticana el 11 de junio (nótese el plural majestático y pontifical)-
porque muchas veces el modo en el cual vivimos nuestra experiencia religiosa
ignora completamente la sensibilidad de los no creyentes, por lo cual hacemos y
decimos cosas que, con frecuencia, no llegan a sus corazones o que, aún más,
los molestan”. Y en una muy lograda imitación del pauperismo bergogliano,
Galantino anunció “una Iglesia que quiere ser más pobre de bienes terrenos y
más rica en virtudes evangélicas, no tiene necesidad de protecciones,
seguridades y garantías”. Y a la pregunta: “¿Cuál es su deseo para la Iglesia
italiana?”, respondió entre los aplausos de la platea laicista: “Que se pueda
hablar de cualquier tema, de sacerdotes casados, de eucaristía a los
divorciados, de homosexualidad, sin tabú, partiendo del Evangelio y dando
razones de las propias posiciones”.
Lo que falta explicar es por qué, aquellos que efectivamente “dan razones
de las propias posiciones”, si éstas no le gustan al Papa y a la troupe
sudamericana que manda en el Vaticano, son expulsados de la cátedra,
intervenidos, jubilados de su cargo. Esperamos un indicio que nos permita
deducir conjeturalmente de qué se trata esta a-teología implítica en vigor.
Galantino ha criticado a los Papas precedentes que favorecían algunas
inicitaivas como las marchas por la vida: “En el pasado, nos concentramos
exclusivamente en el no al aborto y a la eutanasia. Pero no puede ser así; en
el medio está la existencia que se desarrolla. Yo no me identifico con los
rostros inexpresivos de quienes rezan el rosario fueras de las clínicas que
practican la interrupción del embarazo, sino con los jóvenes que son contrarios
a esta práctica y luchan por la calidad de vida de las personas, por su derecho
a la salud y al trabajo”. Esta frase sobre los “rostros inexpresivos de quien
rezan el rosario” la tomó seguramente de alguna frase del Papa, que también en
Buenos Aires desalentaba este tipo de marchas. Incluso, hasta quizás le hizo la
mímica, refiriéndose a aquellos cristianos “asustados de la alegría” que rezan
delante de las clínicas abortistas con esas caras tristes y serviles. ¡Quién
sabe las carcajadas que se escuchan en Santa Marta!
Y no lo digo por sospecha o por prejuicio. Hay al menos una prueba de la relación
altamente confidencial que une al Papa con su imiador y ventrílocuo. Y es el
despido de Dino Boffo de la TV de la Conferencia Episcopal Italiana, en febrero
pasado. Una medida que, como de costumbre, no recibió ninguna explicación. Los
lectores saben que tengo una estima particular por Boffo ya que fue mi director en el diario
Avvenire. ¿Pero ese era el modo? La normal cortesía prevé que un director que
se encuentra en ese puesto desde hace varias décadas sea despedido por los editores
con una breve y gentil carta, agradeciéndole por sus servicios, deseándoles
buena suerte, reconocimientos y saludos. En cambio, una patada en el trasero,
sin una sola palabra. Tanto es así, que el pobre Boffo “en ausencia de una
explicación plausible de su despido, se ha negado a firmar el comunicado
oficial” puesto sobre la mesa, como ha destacado el diario La Reppublica.
Recién en abril, el secretario de la Conferencia Episcopal, siempre el
mismo Nunzio Galantino, tuvo algo que decir acerca del asunto Boffo. Declaró en
una entrevista en Radio Vaticana: “Tenemos algunos profesionales que por un
sentido de eclesialidad y de fidelidad a la Iglesia mal entendido se convierte
en los más santurrones de los santurrones”. Sandro Magister explica que aquí la
alusión es a Boffo, y como siempre sin nombrarlo. “Se dice que al Papa
Francisco no le ha gustado el fervor con el que la TV de la Conferencia Episcopal
Italiana y su mismo director daban lustre a sus palabras y a sus gestos, no
solamente presentándolos sino incluso interpretándolos”. Efectivamente, en los
días y semanas siguientes a la elección de Bergoglio, Boffo apareció demasiado
seguido en las transmisiones del canal. Claramente, se quería hacer notar y
conseguir la simpatía del nuevo pontífice. Pero consiguió el efecto contrario.
Me parece sentir a Bergoglio delante del televisor: “Sáquenlo. ¿Cómo se permite
hablar de mi e interpretar mis pensamientos? Y con qué gestos de santurrón,
además… Vamos, despídanlo”. Porque está clara que Galantino ha escuchado esta
expresión –santurrón de los santurrones- de labios del pontífice.
Sabemos que los castigos mudos, los bastonazos sin una palabra, son
coherentes con el “¿quién soy yo para juzgar?”, el cual es la pilastra de la
reforma bergogliana: “Aquí tienen esta patada en el trasero, pero de ningún modo
los estoy juzgando”. Es la base de la teología del papa Francisco, el hombre
que no debe preguntar nunca; la afasia punitiva y el garrotazo taciturno son la
consecuencia natural de la superación de los dogmas y de la doctrina e,
incluso, de la lógica y de la buena educación, evidentemente algo muy “mundano”.