por Eck
Si vosotros no hubieseis cometido grandes pecados, Dios no os habría enviado un castigo como yo.
Gengis Can
Era ya noche cerrada mientras una multitud enfervorizada se arremolinaba por todos los rincones de una plaza hogaño vacía y desértica. Una marea de miles de personas coreaba canciones y tremolaba banderas de todas las naciones de la Tierra en grandes oleadas cuando de repente empezó el voltear de las campanas, se descorrieron las grandes cortinas bermejas y apareció en la logia mayor un personaje enfundado de blanco que más parecía el autómata de un reloj de cuco que una persona real. Aquel día era 13 del mes marcial del año 2013 cuando se presentó el papa Francisco ante el mundo. Con este campanazo había sonado la hora y empezaba una nueva era. Tras este papado las cosas no podrán ya ser iguales, el kairós había cambiado la historia de la Iglesia...
Mucho se ha reflexionado sobre este papa. Se han repasado sus antecedentes, sus dichos y sus actitudes. Se le han dedicado monografías, estudios y biografías. Muchos más que sus predecesores en un intento de comprenderle, quizás inconscientemente porque se sospecha que Jorge Mario es el compendio de la Iglesia contemporánea, la postconciliar, en su grado más puro, su espejo e imagen. Sin embargo y a pesar del enorme valor de todos estos análisis, utilísimos para el futuro, hay una cuestión que se está pasando por alto en demasía: el papado de Francisco como mensaje de Dios para su Iglesia. Hablando en plata: ¿qué nos esta queriendo decir la Providencia al permitir el ascenso al timón de la barca de un personaje como Bergoglio y qué enseñanza nos está dando para el porvenir?
La Providencia y el papa Francisco
Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo...
Francisco
Como un antecesor suyo de hace dos mil años: Esto no lo dijo por sí mismo sino que, siendo Sumo Sacerdote en aquel año, profetizó... (Jn. L, 51) Francisco nos desvela involuntariamente la actual podredumbre, nos muestra en todo sus esplendor sus raíces y nos permite vislumbrar algo del fin del mundo como el mismo dijo, nada menos, en su primera alocución al mundo como pontífice. Así que debemos, como afirmó Papini en su admirable Carta a los historiadores bajo el disfraz de Celestino VI, buscar lo que se nos revela en estos acontecimientos: “La historia de los habitantes de la tierra no es más que la repercusión y traducción de una historia trascendente y sobrenatural (…) Si no os decidís a considerar la historia como revelación, no conseguiréis nunca descubrir el verdadero camino y el verdadero destino del género humano. (…) Haced que, por obra vuestra, se torne en sagrada verdad lo que se afirmó: que la historia es una imagen anticipada del juicio universal”. Es desentrañar un poco el actual pontificado desde el punto de vista providencial lo que humildemente se intenta con este artículo, juzgue el donoso lector si se ha conseguido.
A pesar de que la Escritura nos avisa de que: “Así como el cielo es más alto que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que vuestros pensamientos” (Is. LV, 9), sin embargo podemos atisbar algo de los planes de Dios porque la historia es el diálogo entre el Altísimo y la humanidad, que conduce el Señor diestramente a la verdad, como la matrona de la que hablaba Platón en sus obras, hasta que diga su última palabra. Por ello nos tenemos que preguntar por el telos, por el fin de Dios, es decir, ¿qué nos quiere el Señor comunicar al permitir que haya subido a la sede petrina un papa de la catadura de Bergoglio? ¿Hay algo más que un mero castigo a los grandes pecados de la jerarquía y del pueblo, siguiendo el dicho: En su pecado lleva la penitencia a la manera de Gengis Kan? ¿Se puede pensar que Francisco es un gesto de misericordia divina, una oportunidad y una llamada de atención para cambiar el rumbo de una nave que va directa contra los acantilados?
Creemos que sí. Jorge Mario ha hecho salir a la luz toda la miseria secular que se ocultaba bajo la alfombra, tanto pre como postconciliar y que, en contra de lo que se ha dicho y pensado, tienen en el fondo mucho más de continuidad que de ruptura en lo peor. Por bondad divina Francisco es a la vez el culmen y colmo tanto del Vaticano II y de una espiritualidad degenerada como de la concepción estatalista, Deus in terra, del pontificado macerado durante siglos. Hablamos de bondad porque la mezquindad y cutrez del personaje no sólo lo hace ver más claramente sino que desactiva el peligro que supone el poder actual en otras manos más inteligentes y malvadas. El famoso caballo de Atila se ha convertido en un caballo jardinero y la siembra de sal en Cartago en una forma de fertilizar la tierra frente al cauterio francisquista, verdadero destructor de ídolos, en este caso, los idoli Ecclesiae:
En primer lugar Francisco es el hundimiento de los ídolos de la papolatría. Se pudo mantener la ilusión de que los papas eran santos y perfectos por los carismas personales de todos los papas anteriores o por el ocultamiento del ceremonial, hasta caer en el verdadero peligro de que se siguiera más al papa que a Cristo y que se concibiera al pontífice como una hipóstasis de Dios cuando Cristo sólo garantizó su infabilidad ex cathedra. Con este papa es imposible. Humano, muy humano, Bergoglio no admite apoteosis ni divinizaciones delirantes que le sentarían como poner un enano de jardín en una hornacina de San Pedro. Adiós a la papolatría a menos que se sea luterano y se crea no contra toda esperanza sino contra toda razón y verdad...
En segundo lugar, Francisco es la destrucción del magisterialismo se quiera o no, se acepte o no. Ya se puede citar el Du Pape de Maistre o toda la corte de teólogos romanos o se hagan los distingos entre magisterios remotos y próximos; el archiconocido Magisterium authenticum del Amoris Latetitia es el golpe mortal, la refutación final por medio del absurdo de toda la tramoya del magisterialismo que data su nacimiento del siglo XVI. La Iglesia sólo puede enseñar la fe que entregó Cristo a los apóstoles y no sacar conejos doctrinales de todo pelaje y color de esa chistera llamada magisterio, copia y pega de la plenipotencia de los parlamentos y estados modernos.
En tercer lugar, Francisco es la demostración del cáncer de la concepción de la Iglesia como Estado, a imagen y semejanza del moderno, de claras raíces secularistas, gnósticas y totalitarias. De hecho, quienes hoy braman contra el “galicanismo tradicionalista” (sic) y al pretender defender el ultramontanismo caen en continuas contradicciones más fragrantes que los propios modernistas. Afirman que el Papa tiene una plenitudo potestatis casi divina, pero que por otro lado está limitado por las Sagradas Escrituras y la Tradición, y que a estas las define (magisterio próximo frente al remoto) el propio papa en una concepción subjetiva de las mismas. Entonces ¿qué limitación es aquella que depende del que ha de limitar? Es el Juan Palomo teológico, yo me lo guiso, yo me lo como. Ninguna pues. Abogan por un Deus ex machina para salir del problema: poner a uno de su cuerda nomás, sin darse cuenta de que tan papa era Pio IX como lo es Francisco I (y no vengan con que Bergoglio no podía serlo por su modernismo cuando Mastai era liberal cuando subió a la sede petrina...) y tan partidarios ambos de copiar a Luis XIV su frase: L´Eglise c´est moi! Por lo que el problema sigue ahí: ¿Qué hacer con el pontificado de Francisco? O se niega que sea Papa para mantener la ficción de los pontífices divinos del siglo XIX, o se cae en el relativismo puro para salvar al pontífice actual, o se vuelve a una concepción eclesiástica, humana y tradicional de la Iglesia como intentó discretamente Benedicto XVI que salva ambas posiciones falsas. O se cura la hidrocefalia que hace parecer a la Iglesia un cabezudo monigote de feria; o se irá al piso de repente al no poder sostener el peso.
Aquí la providencia ha mostrado el pasado que quiere destruir pero en este papa está el aspecto de lo que quiere mostrar del futuro que vendrá cuando Dios y la humanidad así lo quieran.
Francisco y el Apocalipsis
El futuro nos es desconocido pero sí sabemos que será una recapitulación agudizada de toda la historia humana por lo que, para averiguar sus características, tenemos las Escrituras Santas y la Historia vistas espiritualmente. Así hay que ver el pontificado de Jorge Mario. No creemos que sea el Falso Profeta; no da la talla para un ser tan soberbio como es el Malo, pero sí es cierto que los que lo piensan no se equivocan mucho en la impresión: en este pontificado hay rasgos que se vivirán plenamente en la Iglesia de los últimos días. Dicho de otra manera, es un anticipo del futuro, por lo que podemos hablar de un Francisco esjatológico, al que han ido a buscar al fin del mundo.
Además de lo que ya hemos dicho en la parte providencial, tenemos otros vislumbres de lo que ha de acontecer:
-El intento de supresión del rito perpetuo reflejado en la prohibición de un rito legítimo por causas en apariencia tan laudables como la “unidad”. En el futuro podría prohibirse la consagración por motivos igualmente nobles como la fraternidad u otras del estilo.
-La tortura de la perplejidad de la conciencia al obligar bajo obediencia religiosa a mandatos que se saben en contra de la fe, los mandamientos o la mera justicia.
-La sumisión de la iglesia oficial y su pretensión de convertirse en la capellanía del mundo o en la oficina de asuntos religiosos de la ONU, aguando el mensaje de Cristo para ello y apoyando el sincretismo.
-La persecución de buenos cristianos y grupos legítimos en nombre de Dios y la Iglesia. Ejemplo magno del fariseísmo, en este caso progresista, hermano gemelo del conservador.
Todos estos rasgos se encontrarán en grado absoluto en los últimos días del Anticristo y del Falso Profeta. Como Nerón, Diocleciano, Federico II, Enrique VII, Lenin, Stalin, etc. son anticipos en su rama política; Marción, Arrio, Nestorio, Hus, Lutero, Calvino, etc. lo son en la rama herética; Francisco lo es la rama farisea, mucho más numeroso y mortal aunque vestido con los trajes y galas modernas.
Conclusión: los dos Franciscos
La tarea más urgente es devolver al papado y a la jerarquía a los límites y funciones que estableció Cristo en persona. Francisco es un aviso y una oportunidad para la Iglesia, si sabe escuchar a Dios a través de la historia; para volver a su verdadero sentido y misión sin adherencias extrañas ni dañinas. Después de este Francisco, se ha de comenzar la tarea del otro Francisco, el de Asís: reconstruir la Iglesia a partir de la voz de Jesucristo y no del Mundo, con el ejemplo de los Padres y los Santos, verdaderos maestros de la Fe. Preparemonos para ello porque se habrán de utilizar todas las potencias del alma y todas las virtudes junto al legado del pasado y esperanza del cielo.
Al final, Francisco forma parte de la historia de la salvación y puede ser un instrumento de la providencia para la Iglesia si se sabe oír el mensaje del Salvador. Si usó una borrica, la de Balaam, cómo no iba a poder utilizar el pontificado de Francisco... Quien lo iba a decir, Bergoglio providencial y ejastólogico, don y maestro de la Iglesia aunque sea de lo que no se ha de ser y de lo que no hay que hacer.....Aprendamos, pues, la lección.