Algunas notas sueltas sobre los últimos acontecimientos
surgidas de conversaciones con amigos. Son apenas notas, por tanto, necesitan de comentarios, adiciones y cascoteos
varios.
1) No sé qué ángel le dijo a Carlos, autor de uno de los
comentarios al último post, que Dios seguramente hará que todo salga bien. Es
una interesante postura neocon: la Iglesia es santa y tiene asegurada la supervivencia a través de los siglos, por lo tanto, todo lo que le ocurre es bueno. Las profecías y el Apocalipsis dicen lo contrario: las cosas van a terminar muy mal. ¿Cuándo será eso? No lo sé. Nadie lo sabe. Lo único que sabemos es que habrá signos que anuncien la Parusía, y que debemos estar atentos y escudriñar esos signos, porque esto nos lo ha mandado el Señor en el Evangelio. Lo que digo ha sido muy bien sintetizado por El Carlista, a quien extrañamos en este blog, en
un artículo on line. No abundaré entonces.
2) ¿Se están cumpliendo esos signos? Me parece que algunos
se están cumpliendo, pero también me parece que hay que tener cuidado en el
discernimiento de estos signos. Digo esto porque, para muchos, un signo claro
habrían sido las últimas JMJ.
Estas Jornadas no fueron peores que las anteriores. Con
Benedicto XVI se cuidaban más algunas cosas, como la liturgia, pero el resto
era igual de caótico. Pregúntenle si no a quienes fueron a las jornadas de
Madrid. Yo lo hice, y me lo confirmaron.
Con Juan Pablo II la cosa era igual que con Bergoglio, o
peor. Si este payaso se puso un tocado de plumas de los indios amazónicos, el
otro se puso un tocado de los pieles rojas o de los zulúes.
Marcaría dos diferencias, que son mínimos detalles, o
mojigaterías mías: me puse a pensar en los grandes obispos de la Iglesia. Por
ejemplo, Atanasio, Basilio, los dos Gregorios, Ireneo, Agustín, Ambrosio, los
dos Cirilos, Hilario, Martín y tantísimos otros. Y cuando veo después la foto
de los pajarones actuales bailando la coreografía carioca, da mucha vergüenza,
mucha bronca y, sobre todo, mucha pena. Y, en segundo lugar, debo confesar que
me causó cierto escándalo ver a monjas de clausura -lo cual es evidente por sus
hábitos- que, en vez de estar en sus monasterios contemplando la Belleza Increada,
se dedicaban a contemplar señores en sunga y señoras en bikini en las playas de
Copacabana. Ni a la mente más rebuscadamente masónica del siglo XIX se le habría
ocurrido que alguna vez llegaría a pasar lo que ahora estamos viendo. Pero,
insisto, yo soy medio mojigato.
En conclusión, yo no sacaría ninguna conclusión apocalíptica
de lo que vimos en Río. Era lo que se esperaba. Y por eso le digo a los más
jóvenes que no se asusten, ya que los
que tenemos más años la hemos pasado peores con Pablo VI y Juan Pablo II.
3) En cambio, sí me parecen de extrema gravedad, y signos que
se parecen mucho a los de la Parusía, las dos noticias con las que nos
desayunamos ayer. La primera de ellas fue la prohibición a los Franciscanos de
la Inmaculada de la celebración de los oficios litúrgicos según el rito
extraordinario, noticia que aparecía en la informada
página de Sandro Magister. Es importante aclarar que la decisión fue tomada
dentro de un combo de decisiones con
respecto a esa fundación religiosa debido a problemas reales que la misma
padece, tal como bien lo aclara otra
página seria.
Lo primero que debo decir es que la medida parece exagerada.
En todo caso, si el fundador había obligado a todo su instituto a adoptar el
rito extraordinario, lo que podría ser demasiado, se podría haber dejado libertad para que cada
comunidad celebrara la liturgia como quisiera, pero ¿por qué prohibirles lisa y
llanamente el rito tradicional?
La respuesta es fácil. Bergoglio es un viejo zorro astuto
como una serpiente. Él es un enemigo de la liturgia tradicional como bien lo
demostró bloqueando la misa en Buenos Aires y obstaculizándola mediante su
influencia en el resto de las diócesis de Argentina. Pero él no puede, ahora
como papa, sacar un contra Motu Proprio,
al menos mientras Benedicto esté vivo. Lo que hace, entonces, es bajar línea.
Es su estilo. Él no prohíbe que los curas u obispos anden en autos más o menos
confortables, sino que se pasea en un Fiat Idea. En este caso, hizo lo mismo.
¿Qué obispo se animará ahora a promover o aprobar la celebración del rito
extraordinario, cuando el papa la prohibió -sea por el motivo que sea- a toda
una congregación religiosa?
Se trata, por eso, de un signo. Lo que se pudo avanzar con
Ratzinger, se desandará rápidamente con Bergoglio. No creo que en el corto
plazo desaparezca Ecclesia Dei, pero
sí quedará anulado en un mediano plazo.
4) Pero, a mi entender, lo más grave de todo -extremadamente
grave- ha sido el reportaje que concedió a los periodistas en pleno vuelo y que
aparecen en La Nación de ayer y de hoy.
Analicemos las respuestas de Bergoglio:
a. “Con respecto a monseñor Ricca, he hecho lo que el Derecho
Canónico manda hacer, que es la investigación previa. Y esta investigación no
dice nada de lo que se ha publicado. No hemos encontrado nada”.
Hay alguien que miente. Cinco obispos uruguayos declararon
hace algunos días al diario “El País” que todo lo que había aparecido en L’Espresso
era verdad. Es decir, o mienten los uruguayos, o miente Bergoglio. Yo me
decanto por este último: su amigo y confidente, Omar Bello, que acaba de escribir
un libro sobre él, afirma que el jesuita le dice a
cada cual lo que quiere oír. En buen romance, Bergoglio no tiene ningún
problema en mentir cuando eso le conviene.
b. “Pero yo querría agregar una cosa: muchas veces en la
Iglesia se va a buscar los pecados de juventud y se publican. Y hablo de
pecados, no delitos como los abusos de menores. Pero si una persona -laica,
cura, o monja- comete un pecado y luego se arrepiente, el Señor la perdona. Y
cuando el Señor perdona, olvida. Lo importante es hacer una teología del pecado”.
Es decir, los de Ricca son “pecados de juventud”. ¿Quién no
tiene alguno? Veamos. Los escándalos de Ricca ocurrieron en Montevideo entre
1991 y 2001, es decir, cuando el prelado tenía entre 43 y 45 años. Muy joven que
digamos no era y, para mayor gravedad, era secretario de la nunciatura
apostólica en ese país. Por otro lado, lo suyo no fue un resbalón que
cualquiera puede tenerlo, sino que fue una voluntad deliberada y sostenida de
mantener un vida homosexual activa y de modo escandaloso: se llevó a vivir con
él a la nunciatura, y le consiguió un puestito allí mismo, a su amante, un ex
capitán del ejército suizo; se peleó violentamente con otros de su laya en un
bar gay de la ciudad y se quedó encerrado una noche entera con un taxi boy en
un ascensor de la nunciatura, debiendo ser rescatado al día siguiente por los
bomberos. Si esos son simples pecadillos de juventud, me hubiesen avisado
antes. La impresión que cualquiera se puede llevar, como lo han manifestado
algunos comentaristas, es que todo, al final de cuentas, era una farsa, o como
uno dijo, era una joda para Tinelli.
Es exactamente la misma actitud que tuvo Bergoglio con
Maccarone, pescado in fraganti
mientras se refocilaba con su remisero, y con Bargalló, pescado también in fraganti con su bella amante en las
playas caribeñas. “Son cuestiones de la vida privada”, dijo en ese momento.
Pero se trataba de la vida privada de dos obispos que, se supone, han alcanzado
ya la vida unitiva, claro que no entendieron bien de qué tipo de unidad se
trataba…
c. “Cuando uno se encuentra con una persona así, debe
distinguir entre el hecho de ser gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún
lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad,
¿quién soy yo para juzgarla? El catecismo de la Iglesia Católica explica de
forma muy linda esto. Dice que no se deben marginar a estas personas por eso.
Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia.
Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby”.
A ver si caemos en la cuenta de la mayúscula gravedad de
este párrafo dicho alegremente por un pontífice. Los titulares que aparecen hoy
en la prensa mundial, con
una repercusión enorme, escriben: “El papa dice que él no juzga a los gay”.
Y ya tenemos una carta agradecida de un
excura gay y de un
militante Pro gay. Veamos:
1. Si el papa no puede juzgar una cuestión moral, ¿quién
podrá juzgarla entonces? A ver. Recapacitemos. El papa, maestro de la fe y de
las costumbres según la iglesia romana, se niega a juzgar una conducta que ha sido unánimemente condenada por toda
la tradición de la Iglesia basada en textos inequívocos de la Revelación.
3. El problema para este tunante es “hacer lobby”. El problema, en definitiva, es una cuestión de trenza política
y, en ese sentido, un problema sociológico que nada tiene que ver con la
teología. Esto es gravísimo. Son afirmaciones que pueden desarmar toda la
teología moral del Iglesia sostenida durante siglos.
Además, se ve aquí también la hipocresía de Bergoglio. A mí
personalmente me dijo alguien que vive en la curia porteña que el día en que se
conoció la renuncia del papa Benedicto, el entonces cardenal arzobispo recibió
la llamada de no menos de 30 cardenales, y está confirmado que, algunos meses
antes de ese fatídico 11 de febrero, había comenzado a recibir clases privadas
de italiano. Si eso no es hacer lobby para llegar a ser papa, no sé qué es
hacer lobby. O el papa tiene varios conceptos de lobby, o al papa no le importa
hacer cosas que él mismo considera malas.
4. En su defensa alguien podría decir que fue una pregunta
traicionera, que no tenía preparada la respuesta y que se le escapó. A lo que
yo respondería que eso le pasa por conceder una entrevista sin preguntas
pautadas, cosa que ocurre habitualmente con personas importantes cuyas palabras
tienen un fuerte impacto. Pero no hace falta que responda yo, sino que ya
respondió él mismo hoy: les agradeció a los periodistas que le hubiesen hecho
esa pregunta a fin de que su pensamiento pudiera ser expuesto claramente.
d. “-La sociedad brasileña cambió, los jóvenes cambiaron.
Usted no habló sobre el aborto ni sobre el matrimonio entre personas del mismo
sexo. En Brasil se ha aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y otra
que contempla los matrimonios entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no habló
sobre eso?
-La Iglesia se ha expresado ya perfectamente, no era
necesario volver sobre eso, como tampoco hablé sobre la estafa, la mentira u
otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era
necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los
chicos. Además, los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la
Iglesia.
-¿Pero cuál es su postura en esos temas?
-La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia.”
Quizás esto sea lo más grave de todo. El romano pontífice
está llamado, por mandato divino, a “confirmar a sus hermanos en la fe”. Es
decir, está llamado a enseñar. Ese es su munus
o función principal. Y aquí nos encontramos con un papa que explícitamente se
niega a enseñar: “No es necesario hablar de eso… mi opinión es la de la Iglesia”.
Como Pilatos, se lava las manos cuando debe definirse en temas particularmente
candentes y que le acarrearían del desprecio y la crítica del mundo. Bergoglio
habla para el mundo porque se debe al mundo y no a su rebaño, al que
explícitamente -repito- se niega a enseñar y a confirmar en la fe. Cuán
profunda fue la definición del Manco Scioli: “Francisco es el papa del mundo”.
Este último punto da para mucho. Es una cuestión muy
delicada que habrá que pensarla cuidadosamente y consultarla con los que saben.
Por eso, no quiero extenderme sobre ella en este post.
¿Qué hacer? Muchos me han preguntado eso, y yo no tengo idea
aunque se me ocurren algunas cosas que les propongo:
1. Los Padres del Desierto aconsejaban a los monjes que
estaban particularmente tentados o afligidos un primer y fundamental remedio: “Permanece
en la celda”, y esto significa no hacer cambios, controlar la imaginación y los
pensamientos y hacer lo que el monje debía hacer: rezar y trabajar. Me parece
un buen consejo.
2. “Cristo resucitó de entre los muertos, y con su muerte
venció a la muerte”, canta el tropario bizantino de Pascua. Esa es la verdad
fundamental de nuestra fe. Cristo resucitó y ya venció con su cruz al Príncipe
de la Oscuridad. Sauron está vencido y con él, también vencido está Saruman. No
lo olvidemos.
3. Repetir una y otra vez las palabras del salmo 27: “Espera
confiado en el Señor; sé valiente, ten ánimo y espera en el Señor”. Si Dios nos
puso en esta encrucijada, será porque podemos pasar el mal trago. Por eso, hay
que redoblar la oración pidiendo, sobre todo, sabiduría para nosotros mismos y
para todos los hijos de la Iglesia.
4. Leer a los Padres. Su lectura no solamente enseña sino
que también cura. A cualquier Padre: las Explicaciones
sobre los salmos de San Agustín, o los Sermones
Marianos de San Efrén el Sirio o la Vida
de Moisés de San Gregorio Niceno o cualquiera que les venga en mano. No
importa. Es sobre sus enseñanzas sobre las que se construyó nuestra fe.
5. Pensar en nuestros hermanos los cristianos sirios que
están siendo martirizados por los musulmanes u obligados a huir abandonando
todos sus bienes. Esos sí que son sufrimientos duros. Que su testimonio sea
nuestro consuelo y nuestra fuerza.
Una apostilla. Yo no soy dado a creer en conspiraciones de
judíos, masones, comunistas o extraterrestres. Es cuestión de repasar las
páginas de este blog para darse cuenta que jamás me plegué a ninguna. Pero ayer
me comentaron un dato interesante. El apellido Bergoglio podría derivarse de “Bar
- Goglio”. Es probable que el prefijo “ber” sea una derivación de la partícula
judía “bar” que, como todos sabemos, significa “hijo de”. Esta afirmación
aparece en trabajos de estudiosos judíos de la genealogía judía (no lo dice un
antisemita). Por ejemplo, aquí.
“Goglio” es un término que, tal cual, no existe en italiano,
pero sí existe “orgoglio”, que significa “orgullo” o “soberbia”. Fácilmente
podría concluirse entonces que Bergoglio es un apellido judío que significa “Hijo
del Orgullo” o, por qué no, “Hijo del Soberbio”.
Son cosas que, como dicen los chilenos, “dan un poco de
susto”, pero no sé si hay que hacerles mucho caso.