martes, 25 de abril de 2017

En el jardín escondido

No es necesario aclarar que no existe ninguna “visita fraterna” pontificia. El comentario no fue más que una humorada de un ocurrente lector que me divirtió. 
No existe más que algunos días de descanso que nunca pueden ser más propicios para tomarlos que la Semana Santa y los días pascuales. Más que un descanso es la necesidad de sentarse algunos días en el jardín secreto. Y si me disculpan el esnobismo, es esto lo que quiero decir: 
I should find that low door in the wall which opened on an enclosed and enchanted garden, which was somewhere, not overlooked by any window, in the heart of that grey city. 
La cita es de Evelyn Waugh en “Retorno a Brideshead”. Y la verdad es que todos tenemos la necesidad de buscar de tanto en tanto esa puerta escondida que nos lleva al lugar encantado, que no puede ser observado desde ninguna ventana, pero que realmente existe. La otra opción es no buscarlo y contentarse con vivir en la dispersión, o en la diversión, de todo lo que nos aliena: desde la televisión hasta la escritura de un blog. 
Y esa pequeña puerta escondida no siempre es fácil de encontrar aunque el Señor suele ubicarla muy cerco nuestro. La pequeña Téseris dice: “Los iconos no son obras, señorita Prim; los iconos son ventanas”. Y muchas veces pueden ser también puertas disimuladas a través de las cuales nos asomamos al jardín cerrado del rostro de Cristo en el que encontramos nuestro propio rostro olvidado.
Otras veces la puerta se encuentra en la liturgia que es, o debiera ser, la escotilla a través de la cual el cielo se derrama sobre la tierra y nosotros, con los ojos elevados y el oído atento, podemos atisbar las orlas del manto de alguno de los ángeles que celebran la eterna liturgia frente al Trono del Cordero. 
O puede ser un libro, o una poesía, o las montañas nevadas que se observan desde un bosquecillo de amarillos álamos otoñales. Cada uno sabrá dónde buscarla, y encontrarla.
Me quedaré, por tanto, todavía algunos días en el jardín escondido. 

sábado, 15 de abril de 2017

Cristo ha resucitado


Cristo ha resucitado
Χριστὸς ἀνέστη! 
Christus resurrexit!
Христóсъ воскрéсе!
ܡܫܝܚܐ ܩܡ! ܫܪܝܪܐܝܬ ܩܡ!

miércoles, 12 de abril de 2017

Miércoles Santo




Mientras los gloriosos discípulos eran iluminados en el lavado de los pies durante la Cena, entonces también Judas, el impío, cayó en las tinieblas por estar enfermo de avaricia. Y él te entregó, ¡oh justo Juez!, a los jueces sin ley. 
Mira, tú que amas el dinero, y observa a aquél que por dinero se ahorcó. Huye de la avaricia que provocó que cometiera tal acto contra el Maestro. 
¡Oh Dios que amas a todos los hombres, gloria a Ti!
Tropario de la Liturgia Bizantina.

martes, 11 de abril de 2017

Martes Santo


Cuando vio que el sol había escondido sus rayos y que el velo del Templo se había rasgado cuando murió el Salvador, José fue a Pilato y, rogándole, gritó:

Dadme a ese Desconocido
que, desde su juventud,
ha caminado como un desconocido.

Dadme a ese Desconocido
asesinado por el odio de su propio pueblo,
como un Desconocido.

Dadme a ese Desconocido, 
al que contemplo maravillado,
viéndolo como el huésped de la muerte.

Dadme a ese Desconocido,
a quien los hombres envidiosos,
enajenaron de este mundo.

Dadme a ese desconocido,
para que pueda sepultarlo en una tumba,
porque siendo un desconocido no tiene lugar
donde reposar su cabeza.

Dadme a ese Desconocido
ante quien su Madre exclamó:
"¡Hijo mío, mis sentimientos están heridos
y mi corazón está ardiendo
cuando te veo muerto!
Pero, confiando en tu resurrección,
yo te glorifico".

Tropario de la liturgia bizantina.

lunes, 10 de abril de 2017

Lunes Santo




"En lo alto del cielo, oh Salvador, estás inseparablemente unido al Padre, y aquí abajo, sobre la tierra, donde estás entregado a la muerte, los serafines tiemblan al contemplarte".
Liturgia Bizantina de Semana Santa.

jueves, 6 de abril de 2017

Cave Scripturam

Hace algunas semanas, un tal Agustín dejó este comentario: “Más allá de lo excelentísima que sea la lectura de las Escrituras, teniendo a la Iglesia para que nos transmita la Verdad, ella no es necesaria e incluso puede ser contraproducente para el simple. Así que no tiene por qué ser legible para el común, como la Liturgia”. Yo lo tomé como la broma de algún lector; algún otro lo tomó como la intervención de algún troll pero, luego de pensarlo mejor, creo que Agustín hablaba sinceramente y que, además, se trata de un buen católico. Y quedé espantado: resulta ser que la lectura de la Escritura no es necesaria porque es suficiente la Iglesia que nos transmite la verdad. ¿Nos damos cuenta del tamaño, y peligroso, disparate que implica esta afirmación?
Cuando Agustín habla de transmitir la Verdad, y escribiendo la palabra en mayúsculas, se entiende que se refiere a Nuestro Señor, pero en realidad yo creo que se está refiriendo a la verdad a secas, que se expresa en la doctrina que profesamos y que, efectivamente, nos es transmitida por la Iglesia. Sin embargo, aquí radica la confusión: la religión, o la fe, o la vida cristiana no es una doctrina, por más verdadera y enseñada por la Iglesia que sea. Si así fuera, los católicos seríamos simple y llanamente racionalistas
La verdad, como todos sabemos, consiste en un juicio de la razón: adaequatio rei et intellectus, una actividad humana que nos permite conocer la realidad y avanzar en el conocimiento a través de los razonamientos, que se construyen a partir de juicios racionales a los que denominamos premisas. Toda doctrina es el desarrollo orgánico de una serie juicios, verdaderos o falsos. El marxismo o el sistema hegeliano, por ejemplo, son una doctrina integrada por un desarrollo perfectamente coherente en sí mismo de premisas verdaderas y falsas. Los hegelianos o los marxistas son quienes adhieren a una de estas doctrinas. 
Pero nosotros no somos catolicistas, somos católicos; no adherimos a una doctrina como los hegelianos o los marxistas, adherimos a una Persona que es Cristo. Y la diferencia es abismal o, mejor, infinita. Me parece monstruoso que alguien pueda creer que ser religioso, o que ser un buen católico, significa solamente adherir a la doctrina que nos enseña la Iglesia. Es lo que una vez me dijo una persona que pasaba por muy católica: “Para mí la fe es el Denzinger”. Caifás, habría dicho “Para mí la fe es observar la Torah”, y Lenín: “Para mi la fe es El Capital”. 
Ser católico significa vivir la vida de Cristo. Es esto lo que nos dice el mismo Hijo de Dios en los Evangelios, y es esto lo que nos han enseñado desde los primeros siglos los Padres y Doctores de la Iglesia. Más aún, es esto lo que nos enseñan los santos y los mártires: nadie muere por amor a un silogismo; se entrega la vida por amor a Cristo. Y Cristo -vaya novedad para el comentarista Agustín- se reveló a sí mismo fundamentalmente en las Escrituras. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Heb. 1, 1-2). Y resulta que el comentador Agustín prefiere no escucharlo...
Nuestro Señor nos ofrece su palabra, que es Él mismo, porque Él es la Palabra increada que se hizo carne, y nos habla. Y, sin embargo, se nos dice que “no es necesaria”, es decir, no hace falta que leamos lo que Dios quiso y quiere decirnos; más aún, que puede ser peligroso y contraproducente. Es mejor conformarnos con la doctrina, es decir, con los silogismos.
Sobre este punto hay toneladas de libros escritos. Propongo una breve reflexión siguiendo uno de los sermones de San Agustín (el 22A) al cual, espero, nadie considerará protestante, modernista o adherente al peligroso movimiento de los gnósticos. San Agustín describe allí la manera en la que San Juan, el pescador sin educación, fue inspirado a escribir su Evangelio, y especialmente aquellas “maravillosas y sorprendentes palabras” de su Prólogo, en la que declara la divinidad del Verbo. ¿Cómo ocurrió la inspiración divina para que escribiera eso? El evangelista, con la cabeza apoyada en el pecho de Nuestro Señor en la Última Cena, se empapó sobre lo que Él le decía sobre su divinidad: “al haberse saciado de sus palabras”, dice San Agustín. Surge como fruto de esa saciedad la creación de su evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Esto nos demuestra, sigue el Doctor de Hipona, que el conocimiento de San Juan no fue una mera cognición intelectual ni tampoco una verdad transmitida por palabras. 
Por supuesto que nosotros, simples fieles, necesitamos que alguien nos explique las Escrituras. No se trata aquí del libre examen protestante. Es lo que el mismo San Agustín sigue diciendo en el mismo sermón: las Sagradas Escrituras son como una bolsa de nueces cargada por niños, que sienten su peso y se alegran pero no pueden abrirlas. Así como un niño le da las nueces a un adulto para que se las parta así poder comerlas, así debemos hacer con las Sagradas Escrituras: comerlas cuando han sido partidas por la Iglesia. En este sentido San Agustín habla de las Escrituras como de un sacramento: esconde bajo los signos de sus palabras la eficacia del mismo Cristo. “Aquí estás, ahí está la comida, cómela”, termina el Hiponense. Lo que debemos comer son las Escrituras, que contienen alimento para el alma. 
No se trata aquí de desconocer la importancia que tiene la doctrina. Creo que el ochenta por ciento de este blog está dedicado a defender las verdades de la Fe, pero eso no implica dejar de lado o desaconsejar la lectura de la Palabra de Dios que, insisto, es alimento ineludible para el alma.
Pero nuestro Agustín argentino prefiere dejar este alimento de lado. 

martes, 4 de abril de 2017

Los hijos del Papa


El Santo Padre Francisco ha provisto en estos días dos jurisdicciones eclesiásticas en Argentina: la diócesis de Gualeguaychú y el Obispado Castrense. Los nombres de los candidatos no dejan de ser curiosos: P. Héctor Luis Zordán M.SS.CC., hasta ahora párroco de Nuestra Señora de los Dolores en Buenos Aires, y Mons. Santiago Olivera, hasta ahora Obispo de Cruz del Eje.
La diócesis de Gualeguaychú ya sufrió más de 15 años la mediocridad de otro hijo dilecto del Sumo Pontífice, Mons. Jorge Lozano, elevado a la sede archiepiscopal de San Juan. Ahora aparece un sacerdote del clero religioso cuya única actuación en esa diócesis es un curso en la Abadía del Niño Dios hace varios años. La virtud del P. Zordán es haber sido un ferviente sostenedor de la candidatura del entonces Mons. Bergoglio para ser Arzobispo coadjutor de Buenos Aires, hacia fines de los años ’90. Favor con favor se paga. 
Cabe recordar que la diócesis de Gualeguaychú posee un óptimo clero dotado de títulos académicos eclesiásticos y de probada capacidad pastoral que viene siendo ninguneado por el Obispo de Roma.
En el Obispado Castrense fue elegido un hijo dilecto del tristemente célebre Mons. Justo Laguna. Y no sólo hijo, sino también mayordomo, mucamo, jardinero y chofer, como bien puede apreciarse en este video en el que se ve al finado obispo Laguna, presa de un brote histérico, porque Santiago Olivera no le trae su automóvil. 
Llama la atención que el Santo Padre haya elegido para una sede importante y que suele estar en el foco de la atención de los medios, a un obispo de la línea de Laguna, de quien siempre se dijo que era un acérrimo enemigo. ¿Por qué será? ¿Qué hay detrás? ¿Algún lobby quizás?
Mons. Olivera no posee otro currículum más que su vocación por ausentarse de la diócesis –igual que su difunto mentor– además de una mancha no menor: fue Vicario General de la diócesis de Morón desde 1994 hasta 2008, es decir, durante todo el periodo del “caso Grassi”, sacerdote condenado por abuso sexual reiterado a menores, del que el actual Papa pretende desentenderse, como podemos ver aquí y aquí.

A tal punto llegó la ironía del Papa que pretendió que se publicara la designación del Obispo Castrense el 24 de marzo, fecha más que complicada por su relación con el último golpe militar. Tuvo que intervenir el gobierno argentino para evitar que el nuevo pastor recibiera una silbatina general en la plaza pública. Habría sido otra ironía del Pontífice que pidió a los obispos que no sean hombres de “aeropuerto”, mientras que el designado Olivera en estos momentos se encuentra en su enésima visita a Roma.
Sin entrar en un juicio moral sobre ambos candidatos, se puede afirmar que son coherentes con los precedentes nombramientos episcopales del Papa argentino en su tierra natal: persona de poca monta que dependan exclusivamente de él. Al respecto, este blog ha señalado el caso del Chino Mañarro y podríamos agregar el de Mons. Dante Braida, auxiliar de Mendoza y don nadie de tomo y lomo.
Mediocritas mediocritatem vocat.


El barrendero del Sacro Palazzo
Corresponsal en Roma

lunes, 3 de abril de 2017

Saludo papal



Nuestro estimado amigo, Mons. Guillermo Karcher, le comunicó al Santo Padre el reciente aniversario que cumplió este blog. La bondad del Papa Francisco ha querido enviar al autor de la bitácora y a todos sus lectores un especial saludo y su Bendición Apostólica.