por Eck
He aquí la escritura trazada: Mené, Mené, Tequel, Ufarsin.
(Daniel V, 25.)
La fiesta en Santa Marta comenzó en Noche Vieja y no hubo que esperar a las campanadas. ¡Se murió el viejo¡ ¡Terminó de una buena vez! ¡Dios se lo llevó¡. Vamos a brindar, vamos a comer sandwichitos. Por fin se muere alguien correcto en la vida. ¡Espuma para todos¡ Jey. Comenzó el gran banquete, se mantuvo la farra y se alegró toda la semana con el tintineo de las copas y las vajillas mientras una furgoneta de mundanzas recogía un mueble viejo para arrojarlo al vertedero de la historia. Se dejó a los segundones el incordio de los trámites y en la víspera de Reyes se tendría el enorme regalo de dar carpetazo definitivo al tema. Por fin, ya era libre, libre de esa sombra blanca, tímida y molesta que le había amargado los dulces placeres del poder absoluto. Cuando se le pusiera la losa encima, él se le habría quitado, al fin, otra. Así que se celebró el banquete triunfal en la explanada de la basílica de S. Pedro, presidido por el propio Francisco, en la víspera de la Epifanía...
El Banquete de Baltasar en las vísperas de los Reyes Magos
Entonces el Rey mudó de color, le perturbaron sus pensamientos, se le desencajaron las coyunturas de sus caderas y se batían sus rodillas una contra otra (Dan. V, 6). La mano de Dios volvió a escribir el futuro por encima de los candelabros. El futuro y el pasado se te revelaron, Francisco, en todo su esplendor y te hablan. Escúchalos pues es tu última oportunidad, no habrá más. Has insultado a la Urbe, las ciudad de los Césares y Pontífices, en sus tradiciones más preciadas dando a un Papa el peor trato posible en su muerte, provocando casi una sublevación general en la Curia por la prohibición de asistencia y la vergüenza de la Secretaría de Estado con las denuncias de jefes de estado y gobierno por la falta de invitación al sepelio. No tiene perdón ni se te perdonará. ¡Qué poco conoces Roma, Jorge Mario¡ ¡Como la has insultado a la Reina, Francisco¡ Has visto como el pueblo asistía en masa a rendir un homenaje merecido a un quidam, a un don nadie a quien nadie importaba ni tenía un adarme de poder. Como el Cid, Benedicto XVI obtiene la victoria después de muerto sobre sus enemigos: Tu no llenas ni una sala de estar ni regalando choripanes envueltos en billetes y el fiambre exiliado desborda una plaza entera en plena resaca navideña. No tenía el poder de la Actas Apostólicas pero si el mayor poder que existe, el más noble y digno del hombre, autoridad, que tú nunca tuviste ni tendrás por tu propia voluntad.
Suenan tañendo a muerto las campanas de S. Pedro, doblan a difunto las torres de la cristiandad y no es por el fallecimiento del papa emérito. El frío reina en la solitaria plaza y las calles se muestran desiertas. Entre las yermas naves de la Basílica se mueven cada vez más amenazantes las sombras, los altares abandonados se pueblan de premoniciones fugitivas y el eco de los pasos perdidos resuena entre los pilares oscurecidos. Salas y salones está llenos de vacío y sólo el viento recorre los enormes pasillos vaticanos. Las grutas bostezan y una tumba se abre en medio del silencio de los siglos. Unos pocos operarios bajan el féretro, unos cuantos prestes entonan un requiem mecánico y un retumbo emerge de la oscuridad. Un momento, un ruido sordo, un eco y la nada. Una losa, un nombre, un medallón y la nada. Sin pena ni gloria: Tu futuro.
Y lo peor es eres plenamente consciente de ello y bien lo sabes, no tendrás quien te llore ni quien se lamente por ti. Ya no te hace falta el antiguo acólito, rememorador del esclavo público en los triunfos romanos, que llevaba una cañaheja con estopa humeante delante del pontífice en majestad gritando la gran verdad que cobistas y pelotas se callaban: Sic transit gloria mundi, sancte Pater! Se te dará un funeral de categoría, como corresponde al sucesor de grandes Papas y Pontífices pero depués serás la nada. El frío de la piedra será la traducción del frio de los corazones y gélida memoria dejarás de odio y menosprecio. Justo pago por tu mezquindad malvada, tu maldad mezquina. ¡Así pasa la gloria de este mundo, Santo Padre¡
En medio del jolgorio y los cantos de victoria tuya y de los tuyos, de esa cutre Corte de los Milagros que ha ocupado el Vaticano, no sólo durante tu gobierno pero sí con tu apoyo, de Roche, Grillo, Zanquetta, de las mafias lavandas y criminales, las logias, la Deep Church, los corruptos y corruptores de almas y cuerpos, los servicios secretos, etc. el dedo de Dios te ha escrito en el funeral de Benedicto vuestra sentencia y ha publicado su decreto: Mené, Tequel, Perés.
Mené, mené: Dios ha contado tu reino y le ha puesto término.
Pues has sido contados tus años y decretado el término de tu pontificado. ¿Qué más puedes hacer, dime, qué más daños puedes provocar? Más de lo mismo. ¿Acaso nos sorprenderás con nuevos motus, nuevos juegos de poder, con nuevas palabras inventadas? Más de lo mismo. La Fe esta en ruinas y si no se derrumba del todo es porque está detrás Aquel de quien se dijo que no quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante (Is. XLII, 3) por piedad a su pueblo. Guay si tuviéramos que confiar en que tú nos confirmaras en ella cuando eres uno de los grandes culpables de la confusión. La Esperanza moribunda y si no perece es porque tenemos por abogado a Abraham, quien esperó contra toda esperanza porque humanamente nada podemos esperar de tus cortesanos y cortesanas excepto insultos al Altísimo y prostitución con los poderes de este mundo. Y la Caridad, ¿Qué decir?¿Qué ya comentar? Cuando hemos visto como trataste a tu antecesor muerto y sin poder defenderse. Cobardía y deshonra, Bergoglio. Hasta los paganos, sea por magnanimidad sea por inteligencia política mostraron mayor piedad con sus enemigos caídos: Alejandro con Darío o Augusto con Bruto.
Odios, enfrentamientos, cohechos, tiranías, robos, felonías, leyes injustas, mentiras brillan entorno a tu trono. Fastidiosa es la larga lista y no tenemos en ánimo de Tácito de narrarla a pesar de que muchas víctimas lo merecen. Si podemos decir que va desde los más altos cardenales hasta los más humildes fieles. Ninguna novedad, nada nuevo esperamos de ti, catástrofe y desastre en silla de ruedas, nada nuevo nos puede sorprender ya. De hecho, te aceleras en tus viejos desaciertos: in fine velocior. Corres, das vueltas y vuelves y revuelves a lo mismo. El 2013 es el 2023 y viceversa, el día de la marmota eclesial.
Por eso ya has sido contado y puesto término pues no puedes dar un paso más en tu carrera nefasta comenzada bajo el número trece.
Tequel: has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso.
¿De qué te sirven, responde, de que te sirven tus decretos mezquinos?¿Qué ganas con la confusión de la doctrina, con las traiciones, con las amistades de tanto sinvergüenza o criminal? ¿Qué te aporta el corromper la fe, prohibir la liturgia tradicional, sembrar el caos? ¿Un poco de poder, un mejor trato del mundo? ¿Una venganza que es más autocastigo que otra cosa?¿Un posible puesto de hierofante de esa macedonia onusina religiosa de New Age y sometimiento a los ídolos oscuros del globalismo? Nada, no te sirven ni te servirán de nada. Eres mero instrumento elegido para destruir y ya casi inservible. Te esta pasando lo que el gran cardenal Wolsey, fiel servidor a ese rey vesánico, Enrique VIII y que, en el crepúsculo de su vida y preso, camino de la Torre de Londres lloraba desconsolado: Si hubiera servido a mi Dios como serví a mi rey, Él no me hubiera abandonado en mi vejez. El peor rey es uno mismo y su pago es la muerte y el frio eterno. Cosechas abundantemente lo que sembraste, tus trojes están llenos de tristeza y tu lagar de agraz; ahora comes el pan del dolor y bebes el vino de la soledad.
Ahora estas siendo abandonado de todos, ya buscan los tuyos a tu sucesor entre inocentes paseos por el Tiber y discretas reuniones en los Castelli Romani. Bien lo sabes y no puedes evitarlas porque tú participaste de ellas. Todavía te temen, pero no por mucho tiempo; no te aman mas te desprecian. Ya buscan justificaciones de su apoyo y excusas para su comportamiento en tu pontificado. Ya encuentran los más inteligentes, como el administrador infiel de la parábola, amigos para el futuros haciendo favores en tu contra. Lo ves y rabias peros estás inerme, el tiempo corre en tu contra.
Estás puesto en la balanza y ya nada pesas: Ni agradecimiento porque no has hecho favores a nadie ni recuerdo porque hasta los tuyos se avergüenzan de ti. Mezquino, tu maldad y odio tampoco valen un adarme pues no hay grandeza detrás de la que enorgullecerse por haberse opuesto a ella o unirse bajo su bandera.
Perés: dividido ha sido tu reino
Hoy arde la Iglesia por los cuatro costados y no a causa de un nuevo Pentecostés. Se quema la fe, las tradiciones más preciadas, el legado de la historia, la herencia de los santos y los mártires mientras estás subido al Cuppolone tocando la lira de ecologismos, misericordias y demás cháchara cual Nerón redivivo: el padre de tiranía, de ver abrasada a Roma gran deleite rescebía./ Todos le ruegan que amanse su crueldad y su porfía:/ cuanto más todos le ruegan, él de nadie se dolía. La Guerra Civil sacude con su flagelo a la Iglesia, nuevo reino dividido y a punto de hundirse. Cardenales contra cardenales, obispos contra obispos, fieles contra fieles y el Papa contra todos. Y al final todo contra el Papa. Rompiste la paz benedictina y la tregua juanpaulista y provocaste la discordia, ahora imperan la división, el odio y el desamor. Iniciaste la guerra y el incendio por todas partes y ahora se te combate y las llamas te rodean por todos lados.
¡Que me odien con tal de que me teman¡ dijo un Cesar, acabó asesinado por los suyos y mancillada su memoria: Tu legado. Un reino dividido por el odio y el miedo no puede prosperar y es echado a tierra: el Tuyo. Un historiador andalusí decía que la flor de la Guerra Civil es estéril: Tu pontificado.
La Noche de Silvestre
El día 31 de diciembre amaneció soleado ese día en Roma y sin embargo ese día se lloró. El día 31 de diciembre se empezó a remover las tumbas y los huesos de los difuntos a pesar de las fiestas navideñas. Muchos se acordaron de que era el día de S. Silvestre, papa durante el imperio de Constantino pero muy pocos se acordaron de que esa noche, setecientos años después, vivió otro papa Silvestre, el segundo de su nombre, el primero francés, como tu nombre, y de nombre Gerberto en el mundo, sabio y amigo del saber. Gobernó en medio las angustias y miedos que llevó el colapso del imperio de Carlomagno y la creencia en la proximidad del fin del mundo. Breve fue su reinado pero larga su fama. Se le creyó mago, enamorado de una diabla y cultor de las artes arcanas, no obstante, la leyenda más famosa es la de su tumba en Letrán de la cual se dice que profetiza:. Ningún mortal conoce el día de su muerte menos el Papa, porque Silvestre avisa desde el más allá con lágrimas y sonido de huesos. Eso vimos el dia de S. Silvestre.
No sabemos si es un mensaje que te mandan los cielos pero los augurios en el monte de los vaticinios se acumulan en torno tuyo. Por una vez, Francisco, escucha la voz de tu pueblo y rectifica el rumbo, pon paz a tu iglesia y confía en el Señor de los Ejércitos porque se te acaba el tiempo y has sido visitado por el fantasma de las navidades futuras, escúchalo.