“Cuando el Papa pidió que habláramos sin miedo, por algo lo decía”


Oriundo de Alcira Gigena (un localidad situada en el departamento Río Cuarto, al noreste de la provincia de Córdoba), Víctor Manuel Fernández se ha ganado el lugar de “el teólogo de confianza de Bergoglio”. Estudió filosofía y teología en el Seminario Mayor de Córdoba, y completó sus estudios teológicos en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Ordenado sacerdote en 1985, obtuvo la licenciatura en Teología con especialización bíblica por la Pontificia Universidad Gregoriana y, en 1990, obtuvo el doctorado en Teología en la Facultad de Teología de la UCA.
Su sencillez pastoral y su gran capacidad intelectual han sido características que el cardenal Bergoglio ha valorado enormemente mientras fue Gran Canciller de la UCA.
Sin duda, esa valoración hacia su persona ha llevado al papa Francisco a convocarlo a participar del Sínodo para la Familia, realizado en Roma, integrándolo en la Comisión para el Mensaje.


¿Cómo vio al papa Francisco durante el intenso trabajo del Sínodo?

Lo he visto con una inmensa paciencia para escuchar sin intervenir. Si bien el clima del Sínodo en general fue bueno, algunas intervenciones parecían amenazantes, como dando a entender que se estaba corriendo el grave riesgo de caer en un peligroso relativismo. Pero donde hubo cierta violencia fue afuera del Aula, en los pasillos y en la calle. Allí algunos cardenales (muy pocos, no más de cinco) detenían a otros miembros del Sínodo para decirles que tuvieran cuidado con su conciencia, que estaban poniendo en riesgo la unidad de la Iglesia, e incluso que debían pensar frente a Dios lo que iban a votar. Yo fui testigo de una escena lamentable de falta de respeto hacia un sacerdote, y supe por narración directa que algunos cardenales latinoamericanos fueron abordados para reclamarles que tuvieran mucho cuidado. Sé que no tiene sentido escandalizarse por estas cosas, que siempre existieron, pero hay que reconocer que están lejos del estilo del papa Francisco y que estas actitudes le provocan un especial rechazo.
Él sólo se ha referido delicadamente y de modo tangencial a esas actitudes en el breve discurso final, donde también reafirmó su autoridad papal para disipar toda duda. En sus últimos años como Cardenal, tanto él como otros obispos latinoamericanos sufrieron tratos no siempre amables de parte de algunos curiales en Roma, aunque siempre destacaron la bondad y la calidad humana del cardenal Ratzinger y luego del papa Benedicto. Por eso, digo que ha sido muy paciente, como lo es siempre, porque a un año y medio de su elección no ha optado por rodearse sólo de gente que goza con su estilo y con su pensamiento, y aun ha tenido la generosidad de invitar al Sínodo a personas con acentos muy diferentes a los suyos.

¿Qué le impactó más de su persona?

En realidad, eso es todo lo que puedo decir, porque el Papa sólo escuchó. Confirmo esto porque yo integré la Comisión que redactó el Mensaje y luego fui incorporado en la Comisión para la Relatio Finalis. Esto me permitió tener un trato directo con las autoridades del Sínodo, que en diversas ocasiones se refirieron a la libertad que les daba el Papa, porque nunca indicó que algún tema le preocupara, o que alguna cuestión no debía tratarse, y tampoco quiso hacer correcciones a los diversos borradores que se le acercaban. Algunos de esos borradores contenían imprecisiones, pero él prefería que fueran corregidas dentro del mismo proceso participativo del Sínodo.


¿Cuáles son los conceptos teológicos que han estado en discusión durante esos 15 días?

Nunca estuvieron en discusión las convicciones básicas de la Iglesia sobre el matrimonio: indisolubilidad, unidad, apertura a la vida, etc. El Papa lo reafirmó en su discurso final como un valor del Sínodo. Pero la Iglesia siempre puede profundizar su doctrina. Si así no fuera, todavía aprobaría la esclavitud o la pena de muerte, recomendaría la monarquía como la forma de gobierno más perfecta, o rechazaría que un no católico pudiera salvarse o seguir su conciencia, etc. Cuando se dice que la doctrina es inmutable hay que decir también que la comprensión que tiene la Iglesia sobre esa doctrina no es igualmente inmutable, sino que crece y madura. De todos modos, la Relatio Finalis ha reafirmado la indisolubilidad del matrimonio casi hasta la exageración, para disipar toda sospecha al respecto.


¿Qué reflexión le merece la afirmación del cardenal Raymond Burke que dijo a la prensa que “en el Sínodo estuvo todo manipulado”?
Si es verdad que dijo eso, me da mucha pena. Yo no participé en Sínodos anteriores y no puedo comparar, pero escuché a muchos cardenales y obispos que han estado en otros Sínodos, y ellos dicen que la libertad para participar con sinceridad ha sido mucho mayor en este Sínodo. De hecho, cuando el Papa pidió que habláramos sin miedo, por algo lo decía.

Entonces, si alguien dice que en este Sínodo estuvo todo manipulado, se entiende precisamente como un intento desesperado de manipular la opinión pública en contra del estilo de libertad y la creatividad que trajo el papa Francisco, poniéndolo bajo sospecha. Es parte de esa dinámica autorreferencial y autodefensiva de los que no aceptan perder poder y gastan enormes energías en defender el pasado y en poner el presente bajo una sombra de dudas. Varias veces escuché decir, por ejemplo: “Aquí (en el Vaticano) siempre se habló de la misericordia”. No lo dudo, pero sería tonto desconocer que el papa Francisco ha puesto en la misericordia un acento inédito. Igualmente dicen: “Aquí siempre hubo una actitud de escucha y de gran participación”. ¿A qué se debe esa necesidad de ignorar las novedades que trae el Espíritu a través del papa Francisco? Es evidente que las estructuras caducas se resisten al cambio.
La Iglesia ha acogido lo que aportó Juan Pablo II. También hemos acogido como un don de Dios la riqueza reflexiva de Benedicto XVI sobre el valor de la razón humana, sobre la defensa de la verdad y de la vida. Entonces no seamos rígidos y aceptemos lo que Dios quiere traerle a la Iglesia a través del Papa Francisco. De otro modo, en lugar de la fe en el carisma del sucesor de Pedro, y de la fidelidad al Espíritu que actúa en la Iglesia, lo que hay es la defensa violenta de una ideología filosófica. Si el Papa tiene esa ideología lo adoro, pero si pone otros acentos se convierte en un latinoamericano ignorante y peligroso que hay que tratar de limitar.

Se han planteado temas polémicos…
Es importante que algunos temas delicados y polémicos se hayan planteado con valentía. Si tenemos en cuenta que los párrafos sobre los divorciados vueltos a casar tuvieron un 60 % de votos a favor, creo que pocos años atrás eso era impensable, y yo mismo me sorprendí por ese nivel de aprobación. Dado que esos párrafos representan a más de la mitad, el Papa pidió que sigan siendo parte del documento que se discutirá a partir de ahora. Es decir, tengamos claro que no serán retirados, aunque no hayan alcanzado los dos tercios de los votos. No hay que olvidar, por otra parte, que el Mensaje del Sínodo asume que en esta primera etapa se comenzó a reflexionar “sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión”. Si bien la minoría más dura pedía que esto no se mencionara en el mensaje, para cerrar el tema, ese pedido no fue escuchado y el 95 % de los miembros aprobó el mensaje.


¿Cómo será el trabajo de aquí en adelante hasta el próximo Sínodo?

Comenzó un proceso que culminará en el Sínodo en 2015, o mejor, en lo que el Papa haga con sus conclusiones. Para el Papa “el tiempo es superior al espacio”, y por eso no tiene prisa. Posiblemente en febrero llegará a las conferencias episcopales el Instrumentum Laboris con orientaciones para el trabajo preparatorio hacia el próximo Sínodo. Algunas conferencias episcopales ya han elegido a los obispos que participarán (uno por las Conferencias que tienen hasta veinticinco miembros, dos por las que tienen hasta cincuenta, tres por las que tienen hasta cien, y cuatro por las que tienen más de cien). Yo espero que las Conferencias Episcopales abran un espacio de diálogo con los laicos, pero no sólo con los que integran movimientos familiares y estructuras eclesiales. Necesitamos escuchar la voz de las familias en toda su amplitud.

NICOLÁS MIRABET