jueves, 29 de diciembre de 2016

"Le queda poco tiempo"

El 23 de diciembre, el influyente semanario alemán Der Spiegel publicó un artículo de Walter Mayr, corresponsal en Italia sobre la actual crisis de la Iglesia, en el que habla de la creciente resistencia a las reformas del Papa Francisco. Pueden ver aquí el artículo original, y aquí una síntesis en inglés. A continuación, va una síntesis en español tomada del blog Catholicus:

En un círculo muy pequeño, se dice que Francisco ha hecho auto-crítica explicándose a sí mismo de la siguiente manera: "No hay que excluir que pase a la Historia como el que dividió a la Iglesia Católica"Mayr opina que el Papa, por no responder a las dubia, en el pecado lleva la penitencia, como diríamos en español, traduciéndose ésta en incomprensión y más aislamiento.
Por su parte, el Cardenal Walter Brandmüller, uno de los firmantes de las dubia, que no asistió a la Misa oficiada por el Papa en la capilla Paulina del Vaticano por su 80 cumpleaños debido a su delicado estado (tiene 87 años), en su apartamento junto a la basílica de San Pedro dijo a Mayr lo siguente: en la verdad "se trata de todo o nada" ["es geht um die Wurst"], por decirlo en términos coloquiales. Es decir, se trata del "núcleo de todo, de la enseñanza de la Doctrina".
Además, agrega Mayr, el Papa Francisco -junto con el cardenal Walter Kasper- desea "suavizar los preceptos centrales de la fe católica y dejar a los obispos y sacerdotes locales la tarea de interpretarlos para la vida cotidiana de la gente". Enfoque que, según Brandmüller, ataca la base misma de la Iglesia universal:
"Quien piense que el adulterio persistente y la recepción de la Santa Comunión son compatibles es un hereje y promueve el cisma". La Santa Escritura, de acuerdo con Brandmüller, no es un lugar donde todo el mundo pueda elegir lo que le gusta: "Somos, de acuerdo con la Apóstol San Pablo, administradores de los misterios de Dios, pero no poseedores del derecho de disponer de ellos" (o 'de rechazarlos').
En opinión de Mayr, "hay mucho en juego". Para él, "Francisco parece estar cada vez más aislado" y también "desgastado". Un confidente del papa le ha dicho a Mayr: "Muchos ya no reconocen en el Francisco del año 2016 al hombre que eligieron en 2013". El periodista también describe cómo el Año de la Misericordia "ha dejado todo abierto" y "no ha cubierto en absoluto las expectativas". La reforma curial tampoco avanza; y, "desde algunos dicasterios, ahora llegan informes del 'caos total'". Según Mayr, "la volubilidad de Francisco causa problemas adicionales"; sus comentarios sobre los medios de comunicación y su tendencia hacia la "coprofagia" han causado indignación incluso entre sus acérrimos seguidores.
Según Der Spiegel, Francisco "aún está luchando por su legado". Trabaja desde las 5 de la mañana. "No le queda mucho tiempo", dice Mayr. Pero el Papa Francisco todavía podría tener algunas sorpresas para nosotros. Y, a continuación, el artículo de Der Spiegel concluye con las palabras recientemente atribuidas a Francisco y citadas más arriba: "No hay que excluir que pase a la Historia como el que dividió a la Iglesia Católica".


martes, 27 de diciembre de 2016

La Navidad es triste


Daría la impresión que, en las últimas semanas, el Papa Francisco ha entrado en una suerte de vorágine que es fácilmente percibida hasta por los medios laicos. No se trata solamente de su desorientación acerca del modo de proceder con los cuatro cardenales dubitativos (que como bien señala Sandro Magister son solamente la punta del iceberg de muchísimos cardenales y obispos más) o de su precipitación en la toma de decisiones, como lo acaecido con la Soberana Orden de Malta a la que confundió con una orden religiosa más, sino en lo que dice. 
Dábamos cuenta ayer de la expresión blasfema que pronunció hace diez días, y me detengo hoy en un asombroso párrafo de su homilía de Nochebuena, en la que afirmó:
“El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza. Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no ha sido acogido, la vida es descartada.”.
Más allá que vuelve una vez más a su insufrible latiguillo de “vida descartada” que tanto éxito le proporcionó en Buenos Aires, su pretensión de que la Navidad sea también un “misterio de tristeza” choca con la milenaria tradición de la Iglesia que siempre vio en el Nacimiento del Redentor el misterio más profundo del gozo y la alegría. Recuerdo aquí una de las homilías más bellas y universalmente celebradas del Papa San León Magno, doctor de la Iglesia:
“Nuestro Salvador, amadísimos hermanos, ha nacido hoy; alegrémonos. No puede haber, en efecto, lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.
Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca a la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida. (...)”.
(San León Magno, Sermón 1 En la Natividad del Señor, 1.3: PL 54, 190-193)

Frente a esto, veo dos posibilidades:
1. Estupidez. El autor de un comentario del día de ayer decía que “Francisco ha dado sobradas y manifiestas muestras de la imbecillitas de su intelecto especulativo”. Objeto, sin embargo, que un Papa no puede desconocer, por más imbecillitas mentis que sufra (aclaro que uso el término imbecillitas en su sentido latino, es decir, como debilidad de la mente), un elemento tan importante y anualmente repetido como es el gozo navideño en su sentido teológico más profundo. Esta ignorancia, si existiera, lo haría inhábil para la función que ejerce. 
Por otra parte, podríamos “perdonarle” una, dos o hasta tres imbecilidades, pero no podemos estar buscando todas las semanas, como hace el comentarista al que recién aludí, los razonamientos más esforzados para salvar su ortodoxia y salud de juicio.
2. Maldad. El Papa Francisco nos estaría predicando otro evangelio, diverso al que nos predicó Nuestro Señor y fue conservado y transmitido por la Tradición de la Iglesia a través de sus Santos Padres y Doctores.
Soy consciente de que esta posibilidad que planteo es dura y grave. Pero detengámonos por un momento a analizar tan solo las palabras pronunciadas en el discurso al personal del Hospital Niño Jesús que publicamos en el post anterior, y las de esta misma entrada. Si uno tiene la paciencia necesaria para escuchar ambas peroratas, salta enseguida un característica común -y que es común a todos sus discursos y escritos-: el rechazo y la negación de la trascendencia de nuestra Fe y la presentación de las verdades del Evangelio desde una perspectiva meramente humana e inmanente
Mecha los nombres de Dios y de Cristo a lo largo de todo el discurso, pero no estoy seguro que aluda al Dios cristiano. Es, más bien, un Dios que se resuelve en la inmanencia del devenir humano, y es por eso que “Jesús no hace un discurso teórico, sino que nos ha mostrado el modo de dar sentido a estas experiencias humanas” -como dijo en el primer caso, afirmación extremadamente grave-, y es por eso también que la Navidad es triste porque María y José no fueron recibidos en ningún albergue. 
Nadie dijo que los Falsos Profetas anunciados fueran a predicarnos desembozadamente una fe diametralmente opuesta a la nuestra; lo previsible por parte de los hijos de las tinieblas, que son más astutos que los hijos de la luz, es que su prédica utilice expresiones y palabras que suenan familiares a los oídos católicos pero que poseen un significado totalmente distinto. 

¿Será ese el caso del Papa Bergoglio?

lunes, 26 de diciembre de 2016

Blasfemia


 “Dio è ingiusto? Sì, è stato ingiusto con suo figlio, l’ha mandato in croce".
"¿Dios es injusto? Sí, fue injusto con su Hijo cuando lo mandó a la cruz".

¿No habrá sido una expresión retórica?
Es lo primero que pensé, pero no: fue una expresión asertiva. Pueden ver aquí el video y escuchar ustedes mismos a partir del minuto 29:27 la blasfemia. 
¿No estaremos exagerando? ¿Qué es, en definitiva, la blasfemia? 
Se entiende por blasfemia la «ofensa verbal contra la majestad divina», y el canon 1369 prevé un castigo para quienes lo comenten. 
Pero aparece aquí una curiosidad. Lorenzo Arrazola, un destaco intelectual y político español del siglo XIX, escribió un voluminoso libro titulado Enciclopedia española de derecho y administración en el que trata en detalle el tema de la blasfemia, tal como pueden ver aquí.
Y concluye allí con los tipos de blasfemias. Pues bien, los ejemplos que brinda para ilustrar el tipo más grave de este insulto a la Majestad Divina son exactamente las mismas palabras proferidas por los labios pontificios: “La blasfemia, por tanto, tiene lugar: 1º. Negando á Dios lo que le es esencial, como, Dios no es justo; 2º. Atribuyéndole ofensivamente lo que repugna a su esencia y atributos, como, Dios es injusto; [...]”. Para la Iglesia, entonces, las palabras que profirió Bergoglio son, indudablemente, una blasfemia.
Llamo la atención de los lectores de que no estamos tratando una novela apocalíptica de Hugo Wast. Estamos en la más pura realidad: estamos frente a un Papa blasfemo.

Otra curiosidad: La pintura que ilustra este post corresponde a Estudio de Inocencio X. de Francis Bacon, pintado en 1953.
Acercando la imagen, puede descubrirse el siguiente rostro. ¿A quién se parece?






domingo, 25 de diciembre de 2016

Feliz Navidad

Pietro Cavallini, Natividad de Cristo, 1296-1300. Mosaico


Puer natus est nobis, et filius datus est nobis

sábado, 24 de diciembre de 2016

Maranatha

Federico Barocci, La Navidad, 1597. Museo del Prado

Señor de misericordia
marca tu sello en mi frente
por el ángel divisorio
que remonta del Oriente.

Quiero esa túnica blanca
del amor incandescente,
de la Palabra vivida
entre el rumor de la gente.

Blanquear mi carne pesada
en el Cordero Viviente
cuando me hieran las horas
del testimonio valiente.

Llegue Tu aliento de gracia
cuando parezcas ausente;
todo el cielo desplomado
sobre el peñasco creyente.

Se regocije la espera
de Tu venida inminente;
voz martirial que retumba
en la promesa creciente.

Y librándonos del fuego
del altar, incienso ardiente,
nos edifiques moradas
junto al Trono refulgente.

Palmas de triunfo mis manos
callosas, pobre sirviente,
garganta roja y vencida
sobre el brocal de la Fuente.

Los ayes de tres trompetas
resonarán felizmente
y del seno del ocaso
nacerá Tu cruz rompiente.

¡No tarde más Tu venganza
de la tierra indiferente,
Señor del honor invicto,
Sol de justicia naciente!

El poeta

Cuestión de caballeros

Fra' Mathew Festing, Príncipe Soberano y Gran Maestre de la Orden de Malta

La Orden de Malta emitió hoy el siguiente comunicado luego del anuncio que la Santa Sede (es decir, Bergoglio) había nombrado una comisión encargada de investigarla:

El Gran Magisterio de la Soberana Orden de Malta, ha tomado nota de la decisión de la Santa Sede de nombre a un grupo de cinco personas a fin de investigar la decisión de apartar de su cargo al Gran Canciller. 
La decisión de apartar del cargo y reemplazar al antiguo Gran Canciller es un acto de la administración del gobierno interno de la Soberana Orden de Malta y por tanto pertenece exclusivamente a su competencia. [...]
El Gran Maestre clarificó la situación respetuosamente en una carta enviada ayer al Sumo Pontífice, destacando las razones por las cuales la decisión de la Secretaría de Estado (de la Santa Sede) son inaceptables.
[...]

Conclusiones:
1. La movilización de los ejércitos continúa. Aquí va la respuesta del cardenal Burke, experto canonista, a los ataques pontificios.
2. A Bergoglio, por primera vez en su pontificado, le están parando el carro. Debe estar furioso.
3. Para tomar nota: los caballeros de la Orden de Malta son, en su gran mayoría, laicos que a lo sumo hacen voto de obediencia al Gran Maestre. Una minoría son, a los efectos canónicos, religiosos consagrados con los tres votos tradicionales, pero que continúan haciendo su vida laical. Es decir, el freno a la prepotencia de Bergoglio viene de parte de los laicos, y no de parte de los obispos, caracterizados una vez más por su cobardía.   

jueves, 22 de diciembre de 2016

Cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras


Hoy sucedieron dos hechos, a mi entender, sumamente graves y que muestran, por un lado el malestar y la bronca del Santo Padre con los cuatro cardenales de las dubia y, por otro, hasta donde está dispuesto a llegar en esta guerra que, me parece, está ya muy cercana y es muy real, y que traerá consecuencias para la Iglesia.
En primer lugar, el Papa dirigió a los miembros de la Curia Romana un discurso en la Sala Clementina. Uno de los párrafos pronunciados dice lo siguiente:
“En este camino [se refiere al camino de la “reforma” emprendido en su pontificado] es normal, incluso saludable, encontrar dificultades que, en el caso de la reforma, se podrían presentar según diferentes tipologías de resistencia: las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes; también están las resistencias maliciosas, que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos). Este último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el acto, el actor y la acción”. 
Ya había dicho en otra ocasión que quienes se oponen a sus reformas eran enfermos, o personas con traumas psicológicos no superados. En esta ocasión repite lo mismo (“mentes deformadas”) y añade algo que, para un católico, es mucho más grave: “están inspirados por el demonio”. Y para que nadie albergue dudas acerca de los destinatarios de estas palabras viperinas, los describe: son aquello que se refugian “en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad,...”, es decir, es el cardenal Burke y sus tres mosqueteros. 
En segundo lugar, hoy fue intervenida por la Santa Sede la Orden de Malta, cuyo patrono es el cardenal Burke. Hacía tiempo que la Orden tenía problemas con su Gran Canciller, el caballero alemán Albrecht Freiherr von Boeselager, de estrechas relaciones con el cardenal von Schönborn y toda la alta clerecía progre. Entre otras cosas, había autorizado a los voluntarios de la Orden que trabajan en África a distribuir preservativos entre la población de ese continente. No hay que ser ultracatólico para darse cuenta que se trataba de una acción que de ningún modo puede ser avalada por una institución que es parte de la Iglesia puesto que contraría sus principios morales. Es así que hace pocos días, el gran maestre de la Orden le pidió la renuncia al Gran Canciller, de acuerdo al reglamento que los rige, y según está detalladamente relatado en la página web. Al resistirse a renunciar, su soberano directo, es decir, el Gran Maestre, lo relevó de su cargo. Por supuesto, los purpurados y encumbrados amigos de von Boeselager se apresuraron a recurrir a Roma donde los oídos pontificios están siempre dispuestos a oírlos. Los medios de comunicación alemanes plantearon la cuestión muy claramente: ¿quién ganaría en el conflicto? ¿Los horrendos conservadores capitaneados por fra’Mathew Festig, el Soberano de la Orden, y por el cardenal Burke, o el Papa Francisco, amigo de la apertura al mundo? La respuesta era obvia. Con una velocidad pocas veces vistas, hoy mismo la Santa Sede declaró una virtual intervención de la Orden de Malta 
Llama la atención esta celeridad y por un caso que es, a todas luces, menor. Es como si el superior general de los jesuitas o de los dominicos depusiera de su puesto a un miembro de su consejo. Por más berrinches que armara el fraile, nada iba a pasar y nadie le iba a hacer caso. Por algo hizo voto de obediencia. 
Llama la atención también que, frente a hechos infinitamente más graves -por ejemplo, los casos de abuso sexual perpetrados por sacerdotes de la congregación fundada por el P. Vicente Próvolo, y que se sucedieron durante décadas con conocimiento de sus superiores-, la Santa Sede no haya tomado una medida de este tipo. ¿Cuántos años tuvieron que pasar, a pesar de las numerosas denuncias realizadas, para que el Vaticano se decidiera a intervenir tímidamente en julio de este año al Instituto del Verbo Encarnado? Resulta evidente la maliciosa intencionalidad que hay detrás de lo sucedido con la Orden de Malta.
Infovaticana considera que se trata de una advertencia del Papa al cardenal Burke. Hay que reconocer que la figura de Burke dentro de la orden es, fundamentalmente, decorativa. El poder real en lo que se refiere a la parte clerical, lo tiene el prelado, y no el Cardenal Patrono. Sin embargo, este último cargo, Cardinalis Patronus, tiene la función de asegurar las relaciones de la Orden con la Santa Sede. Tal como se desprende de los comunicados que se habían emitido, la situación del Gran Canciller degradado se estaba tratando entre el Gran Magisterio de la Orden y la Sant Sede a través de quien es el canal natural de esta relación, el Patrono, es decir, el cardenal Burke. 
Con lo cual tenemos que, frente a los ojos del mundo, el Papa se ha jugado una vez más por las reformas y ha castigado a los endemoniados tradicionalistas, principalmente en la figura de su abanderado, el cardenal Burke. En lo concreto y real, Burke ha sido desconocido por el Vaticano en su función de patronus y, se le ha quitado cualquier autoridad que pudiera tener en la Orden. No sería raro que su próximo destino sea capellán del hospital regional de Malargüe.
No hay que ser conspiracionista ni tampoco muy sagaz para darse cuenta que estamos frente a rumores de guerra o, en lenguaje bélico, las divisiones de los ejércitos enemigos se están movilizando hacia las fronteras. Burke y los otros tres cardenales plantearon con sus dubia la cuestión de modo reservado en el mes de septiembre al Santo Padre. Frente a la falta de respuesta, procedieron al segundo movimiento: publicaron las dubia. Y como, en vez de respuestas, llegaron ataques y burlas por los paniaguados pontificios, lanzaron el ultimatum, según dimos cuenta ayer en este blog: “Si Francisco no responde, los cardenales procederán a realizar una corrección formal al Santo Padre el día de la cátedra de Pedro” (22 de febrero). 

El inolvidable Néstor Kirchner le diría a Bergoglio: “¿Qué te pasa Francisco? ¿Estás nerviosho?”. Ciertamente, el Papa debe estar muy nervioso y malhumorado. Hace poco días el sitio Life Site News comentaba el ambiente de temor y angustia que se vive desde hace un tiempo en la Curia vaticana. Bergoglio sabe que no puede hacer nada más que atacar con prepoteos y empujones -que es lo que está haciendo-, y con su malvada lengua, dando letra a toda la progresía a fin de desprestigiar a los cardenales fieles a la doctrina: son enfermos mentales y están inspirados por Satanás. Pero no puede hacer nada más porque la Verdad no está en él. Todos estos movimientos dan la impresión que son manotones de ahogados y no hacen más que mostrar su debilidad. 


Nota bene: La maldad de Bergoglio es inagotable. Al terminar el discurso en la Sala Clementina, el Papa regaló a los miembros de la Curia Romana el libro Actitudes para curar las enfermedades del alma, del P. Claudio Aquaviva, tercer general de la Compañía, y responsable directo de lo que hoy llamamos jesuitismo, que tanto daño ha hecho a la Iglesia y cuyo fruto más acabado es el actual Sumo Pontífice. 

miércoles, 21 de diciembre de 2016

El card. Burke responde las dudas (no como otro que se hace el oso)


(Subtítulos de Jack Tollers)


El sito Life Site News acaba de publicar una motivadora pregunta relacionado al Cardenal Burke: 

LifeSiteNews: Usted ha hablado de una potencial venidera corrección formal del Papa Francisco si continuara negándose a responder las dubia expresadas por Ud. y los otros cardenales, con el apoyo vocal de numerosos teólogos y decenas de miles de fieles. ¿Cuándo se llevaría a cabo tal acción y cómo sería? ¿Puede describir eso para nosotros?
Cardenal Burke: Bueno, las dubia tienen que tener una respuesta porque tienen que ver con los fundamentos mismos de la vida moral y la enseñanza constante de la Iglesia con respecto al bien y al mal, con respecto a varias realidades sagradas como el matrimonio y la Santa Comunión y así sucesivamente. ¿Qué formato tomaría?, es muy simple; puntualmente debería ser directa,  igual que lo son las dubia, sólo en este caso ya no se plantearían preguntas, sino que se confrontarían las afirmaciones confusas en Amoris Laetitia con lo que ha sido la constante enseñanza y práctica de la Iglesia, y de este modo corregir a Amoris Laetitia. Es una antigua institución en la Iglesia, la corrección del Papa. Esto no ha sucedido en los siglos recientes, pero hay ejemplos y se lleva a cabo con absoluto respeto por el oficio del Sucesor de San Pedro, de hecho, la corrección del Papa es en realidad una forma de salvaguardar ese oficio y su ejercicio. ¿Cuándo tendrá lugar? Ahora, por supuesto, estamos en los últimos días, días de fuerte gracia, antes de la Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor, y luego tenemos la Octava de la Solemnidad y las celebraciones al comienzo del Año Nuevo; todo el misterio del Nacimiento de Nuestro Señor y Su Epifanía; así que probablemente tendría lugar en algún momento después de eso. Para nosotros la fecha podría ser el 22 de Febrero, La Catedra de San Pedro.
Pero también podría ser, si se diera el caso, en uno de los consistorios ordinarios que suelen ocurrir, como para el anuncio de algunas canonizaciones, en las que los cardenales presentes en Roma asisten. Justo en uno de esos consitorios fue que se produjo el anuncio de la renuncia al ministerio de Obispo de Roma de Benedicto XVI.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Vergüenza ajena II


El año pasado por estas fechas publicábamos la primera versión del infame saludo navideño protagonizado por Mons. Pedro Torres, obispo auxiliar de Córdoba, y un rabino. Y aquí tenemos la segunda versión. 
Creo que no hay nada que decir. Sólo sonrojarse, de vergüenza y de ira: esta es la Iglesia que engendró el Concilio Vaticano II y que, como los demonios que fornicaron con las hijas de los hombres (Gen. 6, 2), Bergoglio sigue engendrando .

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Historia del Concilio: el polvo que engendró estos lodos



Wanderer, acabo de terminar de leer las 600 páginas del libro de Roberto de Mattei sobre la Historia del Concilio Vaticano Segundo (en su versión yanqui del año 2012, Loreto Publications, Fitzwilliam, N.H.—no está traducido al castellano que yo sepa). 
El libro se publicó originalmente en italiano en el año 2010.
A mí me gusta el género “Recensión de libros”, pero confieso que aquí estoy un tanto amedrentado, quizás más que nada por la brevedad que exige el formato de blog, pero también por la importancia del asunto, la variedad de cuestiones a tratar y otras cositas más, difíciles por otra parte de decir: por ejemplo, de cuánto lugar, cuánto tiempo, cuánto tiempo espiritual (o psicológico) ocupó en nuestras vidas el maldito concilio, cuántas veces no hablamos de él (generalmente pestes, claro está), cómo nuestros enemigos se valieron de él para imponer su maldita agenda, y últimamente como Buela y sus secuaces lo defendían a morir, no sé si acuerdan ustedes, etc. etc. 
Pero, bueno, dejemos eso y vamos al libro.
Está muy bien. Está mejor de lo que me esperaba. Está excelente. Se trata de un trabajo de inmejorable factura, notable scholarship (aparentemente de Mattei leyó absolutamente todo, fíjense que lo cita varias veces a Meinvielle, créase o no, entre cientos de otros autores que también cita: italianos, alemanes, ingleses, brasileros, yanquis, holandeses y no sé yo cuántos más—yo pensé que se había olvidado de von Hildebrand y su Caballo de Troya, pero también está citado en la pág. 551.
Es un libro bien escrito, con sabia síntesis (¡sí, créase o no!) y le deja al lector sacar sus propias conclusiones—son contadas las veces en que el autor interpola algún parecer propio (dos o tres veces, me parece, en 600 páginas), no necesariamente le da más espacio a los críticos del Concilio sino más bien al contrario, deja hablar lungo a los cardenales, obispos, teólogos, periti y periodistas progres, aprovechándose de la innumerable cantidad de diarios, memorias y cartas que se han escrito y publicado en las últimas décadas, como por ejemplo, las de Congar, Rahner, Suenens, Helder Cámara, de Lubac, Daniélou, Schillebeeckx, Laurentin, Rynne (Wiltgen), Tisserant, Bugnini, Bea, Ratzinger, Chenu, Murray (John Courtney), Alfrink, Frings, Hans Küng, Casaroli, Dossetti, entre otros muchos. Como fuente para una historia objetiva de lo que pasó, esta incontable cantidad de memorias constituyen el sueño del historiador, no sólo porque rara vez alguno miente o falsifica las cosas cuando las asienta en su diario, o cuando escribe una carta personal, sino porque los diarios de los otros, de los del lado más tradicionalista, confirman lo que dicen los del bando progre. ¿La contra? Bueno, son menos, pero allí también constan los recuerdos de Ottaviani, Bacci, Siri, Gherardini, Lefebvre, Guerra Campos, Ruffini,  Luigi María Carli, Antonio de Castro Mayer,  Frane Franic, Garrigou-Lagrange, Biffi y algunos más que se me olvidan. 
Insisto, me parece de máxima importancia, porque no son muchos los hechos históricos que se pueden reconstruir con tanta solvencia: en sus recuerdos de cómo sucedieron los hechos, todos, sustancialmente, coinciden.
La primera conclusión que se desprende de la lectura de este mamotreto es que el Concilio no fue sino el escenario de una guerra furiosa, peleada de cien maneras distintas, recurriendo a toda clase de armas, con ambos Papas indiscutiblemente tomando partido, invariablemente, por el bando progre, que, también indiscutiblemente, ganó y exterminó toda pretensión de oposición, con la inestimable ayuda de los comunistas, los masones, los judíos y los medios masivos de comunicación. Ni hablar sobre lo ocurrido durante las décadas del post-concilio (a la cual el autor le dedica un interesantísimo capítulo final) en el que la reforma litúrgica, los estudios bíblicos, las misiones, los seminarios, las universidades católicas se fueron todas al mismísimo demonio, mientras se imponía la Teología de la Liberación, la lectura de Teilhard de Chardin, la comunión en la mano, el vaciamiento de seminarios, conventos y monasterios (Ecclesia depopulata), el Catecismo Holandés y no sé yo cuántas cosas más—y como perla de muestra resulta muy, muy interesante, ver lo que pasó en Italia, al final del Pontificado de Paulo VI, cuando el gobierno demócrata cristiano presidido por Giovanni Leone y con el primero ministro (amigo personal del Papa) Giulio Andreotti, sacan, el 22 de mayo de 1978, la ley de aborto, firmada por todos los parlamentarios demócrata-cristianos (según cuenta uno de ellos, Tina Anselmi, Paulo VI exhortó a los ministros demócrata-cristianos a que permanezcan en sus puestos aun cuando hubieran firmado esa ley—créase o no).  

En fin, en el 2010, de Mattei no podía ver lo que ahora sí (y eso mismo dice): que Bergoglio es la perfecta culminación del Concilio, del “espíritu” del Concilio y de la mar en coche. Esa dileccion por la ambigüedad, ese gusto por lo plebeyo, ese enfermizo odio contra la liturgia decorosa, contra el latín, contra Santo Tomás y todos los Padres… y tantas cosas más, proceden de aquí—600 páginas después, no me queda la menor duda (full disclosure, confieso que nunca tuve muchas). 
Bergoglio es la perfecta encarnación de Vaticano II y es, claro está, la perfecta porquería, no jodamos más. 
Pero es lindo el libro este, entre otras cosas porque termina de una vez y para siempre con el cuento chino ese, de que la decisión de convocar al Concilio fue una inspiración del Espíritu Santo. El Gordo quería que siempre se creyera eso. Sino que es, entre mil otras cosas, sencillamente, mentira. En su propio diario (Juan XXIII, Pater Amabilis: Agende del Pontefice, 25), el Papa cuenta que 
En una audiencia con el Secretario de Estado Tardini, por primera vez, se me ocurrió pronunciar, como por casualidad, la palabra “concilio”, como conjeturando qué cosas un nuevo papa podría proponer como una invitación a un enorme movimiento de espiritualidad para la Santa Iglesia y el mundo entero (pág. 92, el lenguaje deficiente no es culpa del traductor).
Contra lo que esperaba el Papa, a Tardini la idea le pareció brillante y cinco días después la anunció, el 25 de enero de 1959, en la Sala Capitular de la Abadía de San Pablo Extramuros, a un grupo de cardenales que quedaron estupefactos. Como lo quiere de Mattei:
Llegados a este punto, resulta necesaria una consideración. En los últimos cinco siglos del segundo milenio, sólo habían tenido lugar dos concilios; Trento y Vaticano Primero. La convocatoria de una asamblea de esa evergadura constituye una decisión que no se puede hacer a las apuradas y e irresponsablemente, sino que más bien supone, profunda reflexión y muchas consultas.
Sí, bueno, tu abuela, nada de eso. Pero eso sí, quedaría en el mayín popular que la decisión había sido una inspiración del Espíritu Santo y de eso se encargó el propio Papa, como queriendo, de entrada, despachar a quienes tuvieran alguna duda de que comenzaba lo que darían en llamar “la Primavera de la Iglesia” y otras estupideces por el estilo. 
Pero, claro, en estos años se acuñaron varias cosas como estas de la primavera de la Iglesia que resultaron ser armas formidables, imbéciles locuciones de eficacia probada, de influencia demoníaca, como la del “espíritu del Concilio” con las que se hizo, terminada la malhada reunión, toda clase de canalladas, empezando por la reforma litúrgica y la nueva misa de 1969 (prohibiendo, de hecho, durante cuatro décadas, la celebración de la misa tridentina).
Y claro, es lindo el libro este, porque uno recuerda que se le había asignado un carácter “pastoral”, que Juan XXIII había insistido una y otra vez en que no se definiría ninguna cuestión dogmática y que sólo era para “pastorear” a lo grey. ¿Y bien? Resulta que estuvo prohibido hablar del comunismo. Cuando una tercera parte del mundo padecía el comunismo (especialmente los cristianos), el Cardenal Tisserant acordó en la ciudad de Metz con funcionarios de Moscú que acudirían veedores soviéticos al Concilio con tal de que no se mencionara siquiera al comunismo. Eso lo cumplieron al pie de la letra, Juan XXIII, Paulo VI y la mayor parte de los padres conciliares (no tiene desperdicio la relación que hace de Mattei de la suerte corrida por un petitorio de parte de 435 padres conciliares para agregar una condena al comunismo a la Gaudium et spes: el secretario de la comisión mixta responsable de la preparación del esquema correspondiente, Monseñor Achille Glorieux, hizo desaparecer el petitorio, al cual nadie vio, nunca más (pág. 477). Carli protestó vehemente ante el Cardenal Felici quien a su vez le mandó un memo al Papa Paulo VI. Y este le contestó a Felici, el 15 de noviembre de 1965, con un memo, en el que le dice, entre otras cosas, que semejante declaración no sería consistente con las promesas del Concilio de no meterse en tópicos políticos, de no pronunciar anatemas y de no hablar sobre el comunismo (pág. 479). 

Yo no sé como hace de Mattei para escribir sobre todo esto sin que se le note el enojo. Juro que yo no podría: ¡las “promesas” del Concilio! Pero, ¿qué carajo?
Y así ¿no? También estaba prohibido hablar del diablo ni del infierno, claro está, que eso no sería muy “pastoral”, ¿no?, por supuesto que no. Con todo, de Mattei documenta cosas lindas, como la intervención del Patriarca Latino de Jerusalén, Mons. Alberto Gori, de la Orden de Frailes Menores, cuando se discutía el esquema De Ecclesia:
La omisión de mencionar con una referencia clara la posibilidad de una infelicidad eterna me parece inaceptable, tratándose de un concilio ecuménico, cuya incumblencia es la de recordar íntegramente la doctrina en asunto de tanta importancia para todos los seres humanos, y especialmente para los católicos.
Así como se define la existencia del Juicio y del Cielo, así también debe afirmarse sencillamente la certeza de una eterna infelicidad para quienes hayan menospreciado la amistad con Dios. 
Y a mí me parece que se requiere esto por tres razones: 
La primera es que indiscutiblemente para el cristianismo la existencia del infierno constituye una verdad revelada. El mismo Salvador, que por cierto sabía más que ningún otro acerca de cuál sería el mejor método para postular su doctrina, y que a la vez era la bondad misma encarnada, sin embargo muchas veces, de manera clara y apasionadamente, proclamó la existencia y la eternidad del infierno. En la sección preliminar de este capítulo escatológico, junto con lo que se afirma sobre la existencia de un Juicio y de una eterna felicidad, debe incluirse una referencia explícita a esa verdad revelada que las complementa, esto es la certeza de que existe la posibilidad de una infelicidad eterna. 
La segunda razón por la que es necesario recordar esta verdad explícitamente, es la enorme importancia que tiene esta horrorosa posibilidad para todos los seres humanos. En verdad, los hombres que sienten tan poderosa la atracción de la concupicencia al punto tal que podrían verse inducidos a menospreciar la amistad divina, por cierto que necesitan verse disuadidos del pecado con el temor de la eterna infelicidad que amenaza a todo pecador no arrepentido. 
La tercera razón por la que debe hacerse una mención expresa de esto es porque nuestro tiempo lo requiere especialmente. Y esto porque el deseo prevaleciente en todas partes de una vida mejor en términos materialistas y el hedonismo desenfrenado que caracteriza a nuestros contemporáneos, disminuye gravemente, a los ojos de muchos, el valor de la amistad divina y el sentido de pecado. Y como consecuencia de esto la existencia del infierno, la posibilidad de una eterna infelicidad, son nociones que les resultan ajenas, que ni siquiera consideran, o que piensan como materia inapropiada para considerar, contra la que batallan con más y más ímpetu por creerlas nociones contrarias a la cosmovisión moderna. Como muchos han destacado, son muy pocos los predicadores que hoy en día se atreven siquiera a mencionar estas cosas y prefieren callarlas. Pero como resultado de este temor de los predicadores, mucho me temo que la mayoría de los fieles van a concluir que constituye una doctrina obsoleta sobre algo que, al final, no es real. Y de esta manera se promueve la corrupción de las inteligencias y de la moral. 
Por tanto urjo fehacientemente, venerables hermanos, que el texto propuesto para el artículo 48 sea brevemente afirmado, conforme a las palabras de la Biblia, pero esto muy claramente, junto con la referencia al Juicio, presentando la alternativa ante la cual se halla todo ser humano, esto es, una eterna felicidad o una eterna infelicidad (págs. 360-361).
Ya sé, Wanderer, la cita es larga por demás y esta recensión, casi, casi, que no entra en ningún blog. Me extralimité. Pero necesitaba destacar qué clase de tipos, qué clase de cosas, fueron las derrotadas en Vaticano II (y como todos los que deliberadamente niegan el infierno… allí van).
El Vaticano II, claramente se desprende de este libro, fue una guerra, y nosotros la perdimos (por lo menos durante este medio siglo que le siguió). 
Y una última apostilla: se desprende de este libro que uno de los agentes más furiosamente progresista, eficaz como pocos y sumamente joven era el Padre… Ratzinger. Yo no sé cómo nunca hizo un mea culpa formal por su actuación durante el Concilio, pero que se lo hayan devorado sus hijos, no me sorprende para nada. 
Y diría algo peor todavía: que se embrome. 
Perdimos la guerra, Wanderer, pero que no se diga que no hubo guerra, eso nunca, que no hay guerra, sino más bien lo de Teresa la Grande: 
Todos los que militáis
debajo de esta bandera,
ya no durmáis, no durmáis,
pues que no hay paz en la tierra.

Atentamente, 
Jack Tollers 

Desde aquí pueden bajar el texto Texto de la conferencia brindada el 5 de diciembre de 2016 en Roma, en la Sede de la Fundación Lepanto, por Mons. Atanasius Schneider.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El P. Carlos Buela es culpable


Arrio


“¿Cómo habían redactado su Credo los arrianos? Lo hicieron según el principio de usar un lenguaje vago y ambiguo que pareciera a los fieles contener un sentido católico, pero cuyas consecuencias vistas a la larga fueran heterodoxas.”
John Henry Newman, Apologia pro vita sua, c. II.

“A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia”. Papa Francisco, Amoris laetitia , nº 305.

“Evitar el embarazo no es un mal absoluto", pues “en ciertos casos, como en este, en el que Paulo VI en una situación difícil en África (la guerra en el Congo Belga) permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violadas”. Papa Francisco, 18 de febrero de 2016.
“Dirijo en fin un llamamiento para que todos adopten comportamientos responsables para prevenir una difusión ulterior del Sida”. Papa Francisco, 30 de noviembre de 2016.

"Si alguien es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. Papa Francisco, junio 2013.

"Tenemos que conocernos unos a otros haciendo el bien", dijo el papa. Para aquellos que dicen: "'¡Pero padre, yo no creo, soy ateo!'", el papa dijo: "Pero hagan el bien: Nos reuniremos todos allá” (en el cielo). Papa Francisco, mayo de 2014.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

El humo de Satanás

Sería más fácil mirar para otro lado y no decir nada pero algo hay que decir. No hace falta repetir otra vez lo que los medios vienen vociferando hasta el hartazgo desde hace poco más de una semana, regodeándose en cada detalle que se conoce, y cuanto más truculento sea, mejor.
No podemos negar la realidad que nos golpea y avergüenza como tampoco podemos dejar de espantarnos por el horror de las noticias que hemos conocido. Lo sucedido en el instituto "Antonio Próvolo" de Mendoza, y cuyas víctimas han sido niños sordomudos y con retraso madurativo, es simplemente satánico. Solamente el Ángel Caído puede provocar que sacerdotes de Cristo sean capaces de tanta maldad y perversión.
Con respecto a los otros casos que involucran a dos sacerdotes del clero secular -uno de la diócesis de San Isidro y otro de la de San Rafael- no hay mucho para decir. Basta escuchar los audios que se filtraron para ser conscientes de la profundidad de la herida del pecado original.
Desde el año 2008 comenzamos a advertir en este blog sobre quién era en realidad Carlos Buela y comenzamos a alertar acerca de la situación en el IVE. Los hechos, lamentablemente, son mucho más graves y dolorosos que lo que pensábamos. Ya se dijo de un modo definitivo y para que no quepan dudas: el P. Carlos Buela es “para la Iglesia, y desde hace tiempo, culpable”. Lo admitió a los medios gráficos el vocero del obispado de San Rafael, sede en la cual se instruyó el proceso. Y fue hallado culpable de abuso psicológico y abuso sexual perpetrado contra jóvenes sacerdotes. 
Si bien era este un hecho conocido aunque negado por muchos, lo que no se sabía es que otros miembros del mismo instituto estaban también acusados e investigados por abuso sexual no ya contra sacerdotes mayores de edad sino contra niños del seminario menor. Quien habló con los medios fue  una de las víctimas y que se vio obligada también a responder las mentiras con que las autoridades de ese instituto siguen intentando encubrir los hechos. 
Yo doy testimonio de numerosas familias que dejaron sus hogares, sus trabajos y sus bienes, y emigraron a San Rafael para vivir cerca del santón y sus acólitos. Y la mayoría de ellas entregaron al IVE algo mucho más valioso: sus propios hijos e hijas que ingresaron a la vida religiosa. Ahora descubrimos que algunos de ellos fueron abusados. Yo doy testimonio de la rectitud y justicia de esos matrimonios que creyeron en la palabra de Buela.  Y me pregunto ahora ¿cómo hacen para seguir?
Pero lo que más enardece es la red de complicidad y encubrimiento que se creo para mantener ocultos todos estos casos. Es imposible que los superiores de la famosa “Finca” no supieran nada sobre los crímenes del Fundador -me consta que lo sabían-, y es imposible que no supieran lo que estaba ocurriendo en el seminario menor. Y, sin embargo, el Consejo General ("los Eternos") y el padre provincial en Argentina siempre se preocuparon de silenciar la situación, y de acusar y perseguir a los que se animaban a  hablar. 
Es difícil creer el cinismo demostrado por sacerdotes que respondían a través de internet acerca de cualquier tema que se les preguntaba y escribían un libro titulado La trampa rota. El problema de la adicción sexual, encubrían al mismo tiempo las atrocidades que se cometían a su lado, arruinando para siempre la vida de niños y jóvenes.
Nadie puede dudar de la generosidad y entrega de cientos de sacerdotes y religiosas del IVE que arriesgan su vida en Siria, se consumen de calor en Túnez o de malaria en Papúa, o que se entregan noche y día al cuidado de inválidos y dementes; de ancianos y de huérfanos. Son ellos, justamente, quienes no merecen lo que ocurrió, lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá en el futuro con “la congre”, porque la caja de Pandora recién se destapa.

En fin, estos sucesos me lleva a pensar si no habrá sido éste el humo de Satanás que el Papa Pablo VI vio filtrarse en la Iglesia. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

La Salada

La Salada es un enorme complejo comercial ubicado en el Gran Buenos Aires y dedicado a la venta de mercadería, principalmente ropa, apócrifa, es decir, falsificada, con la característica que los compradores saben que se trata de ropa falsa. Quien compra allí unas zapatillas Adidas o una chomba Lacoste sabe que las tres plumas y que el cocodrilo no sirven más que para pretender que usan ropa de calidad y acrecentar su autoestima y seguridad. Este millonario emprendimiento que supone para su desarrollo la comisión de numerosos delitos, fue propiciado por el gobierno kirchnerista a punto tal que Guillermo Moreno, Secretario de Comercio y gran amigo del papa Francisco, incluía al director de La Salada en las misiones comerciales que realizaba a países extranjeros: la intención era exportar oropeles y relumbrones a precios de ganga. 
El papa Francisco, como buen peronista, ha instalado en el Vaticano una gran Salada espiritual y a escala planetaria (o interplanetaria, porque los extraterrestre también podrían beneficiarse). Antonio Caponnetto, en un excelente artículo publicado hace pocos días, llama a este mercado de segunda y tercera selección con un nombre más preciso: outlet. Francisco ya no solamente se dedica a descargar un contenedor de baratijas todas las mañanas en sus homilías de Santa Marta, o a mezclar indecorosamente la indudable santidad del Cura Brochero con la beatificación de Pablo VI o la declaración de la heroicidad de las virtudes de Dorothy Day, sino que está exhibiendo en las vitrinas de su baratillo la salvación misma a precio de oferta: “80% off”.  Por motivos obvios, no todas los hombres pueden acceder a vestirse con chombas y pantalones Lacoste, pero la magia de La Salada lo hace posible. Y, aunque “Dios quiere que todos los hombres se salven” (I Tim. 2, 4), de hecho no todos lo consiguen, pero allí esta Bergoglio con su bazar para hacerlo posible. Todos contentos y felices con sus cocodrilos falsos y con su cielo de espuma de polietileno
A pocos meses de iniciar su pontificado declaró que nadie puede juzgar a los homosexuales y promovió al grupo de obispillos, encabezados por Mons. Bruno Forte, que descubrían a la comunidad cristiana las riquezas de la sodomía; en un documento de pretensiones magisteriales, dispuso que los adúlteros pueden comulgar, es decir, el adulterio, para los fieles (y para los curas) dejó de ser pecado mortal y, en las últimas semanas, se atrevió a banalizar al mismísimo crimen del aborto. Se trata éste de un pecado mortal que conlleva una censura: la pena de excomunión latae sententiae (c. 1398) y aunque el pecado podía absolverlo cualquier sacerdote con licencias ministeriales, no ocurría lo mismo con la censura, que solamente podía ser absuelta por el obispo. En la práctica, éstos generalmente delegaban la facultad de absolución a los párrocos o, como los fieles no conocían la censura, no incurrían en ella. Ahora, en cambio, cualquier sacerdote podrá absolver pecado y excomunión. Y aunque el papa Francisco recuerda su gravedad en su documento Misericordia et misera, lo cierto es que el aborto pasó a ser un pecado mortal más, banalizándolo de esa manera. No se le escapaba al pontífice que los medios de comunicación harían lo que hicieron: anunciar con grandes titulares durante varios días que, a partir de ahora, “la Iglesia perdona el pecado del aborto”. Para ellos, y para la mayoría de los lectores, ya da lo mismo ir a confesar una mentirilla, el robo de un caramelo en el quiosco de la esquina o el asesinato de un hijo no nacido. “Todos es igual; nada es mejor”; lo mismo da el Lacoste original que el falso; lo mismo una palabra grosera preferida en un momento de ira que un homicidio; es este el zoco o el cambalache que el papa Bergoglio ha abierto en Roma.
Así como Moreno y sus compañeros peronistas querían Lacoste para todos y todas aunque el ineludible precio que había que pagar era la falsificación, así también Bergoglio quiere la salvación para todos y todas aunque la suya sea una salvación de pacotilla. Y así como las chombas Lacoste de La Salada no resisten más que dos o tres lavadas, así la salvación que ofrece Bergoglio se revelará una farsa más de su pontificado. 
Lo recordamos nuevamente: “Dios quiere que todos los hombres se salven” pero, como explica el Aquinate, lo quiere antecedentemente, pero no consecuentemente, que es su querer definitivo (S. Th. I, 23, 4, ad 3). De hecho, no todos los hombres se salvan porque el Señor no arroja a sus ovejas dentro del aprisco sino que espera que ellas vayan solas, porque las ovejas del Señor son libres. Relata San Juan en el capítulo seis de su Evangelio que Jesús preguntó a Felipe qué harían para dar de comer a tanta gente que lo seguía “porque quería probarlo”, es decir, porque esperaba del apóstol una respuesta libre que revelara su fe y su confianza en la palabra del Maestro. Y a lo largo de los Evangelios podemos encontrar ejemplos de las pruebas a las que el Señor somete a los suyos: el joven rico, Pedro en la noche de la agonía, Judas, etc. El Señor prueba porque espera una respuesta libre. Está en nosotros aceptar la salvación o rechazarla. 
La salvación se consigue luego de pagar un gran precio, de la misma manera que la chomba Lacoste se consigue luego de dispensar muchos billetes. Es una perla de gran precio; es un campo donde está enterrado un tesoro; es la isla de Jauja, “que es la decisión total. Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo se alcanza”, e implica quedarse “sin rey ni patria, refugio ni dominio. Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón”. 

No se trata aquí de poner en duda la misericordia divina. ¿Dónde quedaríamos si ella no existiese? Se trata de algo mucho más profundo: la libertad humana que, como enseña Aristóteles, consiste en la proairesis, es decir, en la preferencia de una cosa sobre otra en orden a alcanzar el fin último. Y el hombre es libre de elegir romper sus promesas, seguir sus pasiones y vivir en adulterio, y esa decisión supone haber preferido ese estado de vida desordenado a la salvación. En el fondo, lo que el papa Francisco está proponiendo en este gran outlet de la misericordia, es que es posible seguir pecando porque, en el fondo, Dios es misericordioso; es posible conseguir la perla o comprar el campo sin pagar un gran precio. 
Pero frente a él se levanta la doctrina secular de la Iglesia: “Pensar en la misericordia de Dios sin propósito de arrepentimiento es presunción y desprecio de la justicia divina” (Super Sent., lib. 2 d. 22 q. 1 a. 3 ad 5); “Si bien Dios es la suma misericordia, su misericordia de ninguna manera anula su justicia. La misericordia que elimina la justicia es más estupidez que virtud, y esto no conviene a Dios. Y por eso Dios quiso manifestar su misericordia infinita pero de ningún modo derogar su justicia” (Super Sent., lib. 3 d. 1 q. 1 a. 2 ad 4). Y podríamos seguir página tras página con citas no solamente de Santo Tomás, sino de todos los maestros de la fe. Y la justicia de Dios consiste en dar a cada uno según sus obras, es decir, según lo que eligió y prefirió hacer en su vida. Y esto no es anulado por su misericordia. Y concebir la misericordia de ese modo es estupidez, dice Santo Tomás (y es estúpido el que así lo cree y enseña, digo yo), como es estupidez pensar que una chomba Lacoste de La Salada es una legítima Lacoste. 
Más aún, según los Padres y Doctores de la Iglesia, son más los hombres que se condenan que los que se salvan. “El sentimiento más común que se tiene es que, entre los cristianos, hay más almas condenadas que almas predestinadas”, dice San Leonardo de Porto Maurizio en su famoso sermón El pequeño número de los que se salvan. Alguno podrá objetar: “San Leonardo es un santo moderno, del siglo XVIII; un predicador y no un teólogo”. Vayamos entonces a ver lo que dicen los teólogos y maestros de la fe.
Ahorro las referencias patrísticas al tema porque están ya incluidas en el sermón de San Leonardo, y veamos un par de cosas que explica Santo Tomás. Sin embargo, para entenderlas, debemos hacer el esfuerzo de despojarnos de nuestra mentalidad moderna hija de la Revolución en la que todos los hombres tienen derechos inalienables, incluso a la salvación eterna que es, en el fondo, la lógica en la cual funciona el papa Francisco: “Todos tienen los mismos derechos: al pan de cada día, al techo, al trabajo, a la chomba Lacoste y a irse al cielo”, y sería un crimen de lesa discriminación prohibirle a alguien, por el motivo que fuera, el acceso a alguno de estos derechos. 
La lógica de Dios es distinta. Nadie tiene derecho a la salvación; Él la otorga porque quiere y a los que quiere, porque “en su mente hay razones del orden de algunos a la salvación eterna” (S. Th. I, 23, 2). Y, por el contrario, “a la providencia divina pertenece también permitir que algunos no alcancen este fin, y a esto se llama reprobar” (I, 23, 3). Es un hecho: Dios permite la reprobación o condenación de algunos hombres: “La reprobación incluye la voluntad de permitir que alguien caiga en la culpa, y por la culpa aplicarle la pena de condenación” (id.) El infierno no está vacío como quería von Balthasar,  y Bergoglio, en un desliz asimilable a la apokatástasis origenista. 

Pero la soberbia de nuestra mentalidad revolucionaria se encabrita: ¿por qué motivos éstos sí y aquellos no? “Ahora bien, por qué elige en concreto a éstos para la gloria y reprueba a aquéllos, no tiene más razón que la voluntad divina” (I, 23, 5, ad. 3). En otras palabras, misterio del amor de Dios, porque Él puede dar más o menos a quien mejor le parezca, con tal de que lo haga sin quitar a nadie lo debido y sin perjuicio de la justicia” (id.). 
Son pocos los que se salvan, y esto lo explica Santo Tomás en la misma cuestión (a. 7, ad 3). La mayor parte de los seres naturales, incluido el hombre, poseen todas los perfecciones que necesitan para alcanzar el bien proporcionado a su estado. Vemos que son más los hombres dotados de inteligencia suficiente para manejarse en la vida, y son muchos menos los que carecen de ella, pero también son pocos los que sobrepasan los bienes propios el estado común de naturaleza, ya que “los que alcanzan a tener un conocimiento profundo de las cosas inteligibles son en proporción poquísimos”. Lo análogo ocurre con la bienaventuranza eterna, “que consiste en la visión de Dios, está por encima del estado común de naturaleza, sobre todo porque está privada de la gracia por la corrupción del pecado original, los que se salvan son los menos”. 
En pocas palabras, y usando las mismas que usa Santo Tomás, entre los hombres encontramos algunos pocos que son tontos (moriones), una inmensa mayoría que tiene capacidad intelectual suficiente para manejarse en la vida, y otra minoría que tiene una inteligencia más aguda y profunda, porque esto último sobrepasa lo necesario al estado de naturaleza. ¿Y qué ocurrirá con la salvación eterna, que sobrepasa absolutamente lo natural? Poquísimos son los que la alcanzan: pauciores sunt qui salvantur. “Los que se salvan son los menos”, aún menos que los que descuellan en inteligencia.  
Son palabras duras, muy duras, que meten susto a cualquiera. Pero son las palabras del Doctor Común de la Iglesia. Es verdad que Nuestro Señor prefirió no referirse al tema, y es verdad también que el Papa Juan Pablo II dijo: "La Iglesia nunca se ha pronunciado al respecto. Es un misterio verdaderamente inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio de la Iglesia es, pues, la única posición oportuna del cristiano". Quizás el silencio sea, entonces, lo mejor.
Sin embargo, lo cierto es que Santo Tomás no compraba en La Salada.