por Eck
Desde el pasado surgen voces que nos llaman y nos advierten en contra de esta guerra destructiva contra la liturgia tradicional de la Iglesia. La distancia entre los siglos desaparece, las hojas del calendario se descorren y lo que dormía olvidado en la larga noche de las eras, despierta y nos vuelve a convocar con su mensaje, no entendido hasta hoy, en que la historia parece repetirse.
Es paradójico y causaría sorpresa mayúscula al buen abad Pedro de San Millán que su defensa del venerable Rito Hispano sirviera ahora para defender al rito que sustituyó al suyo hace mil años, pero no tenemos ninguna duda que se sentiría complacido y estaría de acuerdo con nosotros en esta lucha porque sus principios y los nuestros son los mismos: “Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial”. Tras un milenio, un Sumo Pontífice de Roma, el más revolucionario desde San Gregorio VII, vino a dar la razón al clero y pueblo hispano que se alzaron en contra de la destrucción de su misa a pesar de tanto jerarca, teólogo y liturgo de postín. Ni la Santa Misa de los santos Eulalia, Fructuoso, Isidoro, Julián, Beato, Pelayo, Eulogio se merecía ese destino ni la Santa Misa de San Pedro, los santos mártires romanos, Benito, Gelasio, Gregorio, Pio V se lo merece ahora. Es hora de escuchar su voz, seguir su ejemplo y evitar sus errores si queremos la verdadera restauración litúrgica de la Iglesia en Espíritu y Verdad.
Hoy vamos a presentar por primera vez en nuestra lengua, que estaba naciendo justo cuando se redactaba ese texto y su misma región, la traducción de este texto escrito en un latín barbarísimo, plagado de solecismos y ya muy influido por la lengua romance, como indicando la causa popular que se hallaba detrás de él. A veces da la impresión de estar escrito a golpe de impulsos e intuiciones, como si no supiera cómo defender el rito amenazado, pero es que era una situación totalmente inédita y nunca vista: era la primera vez que se intentaba destruir un rito legítimo de la Iglesia por parte de su cabeza.
He aquí pues, el testimonio de nuestros padres:
Defensa del rito hispano en el Liber Commicus que mandó escribir el abad Pedro del monasterio de San Millán en La Rioja
1) El doctor dice; oye, hombre; la voz del apóstol que dice: Probadlo todo; lo que sea bueno, retenedlo (I Tes. V, 21). No dice: Retenedlo todo pero lo que sea bueno probadlo . Y en la Oración Dominical, por la cual Nuestro Señor enseñó a sus discípulos a orar, dice: Padre nuestro que estás en los cielos. En esta oración, como nuestros Padres escribieron, se contienen siete peticiones. Estas son, por eso, las siete oraciones del sacrificio (misa hispana, N. del T.), encomendadas por la doctrina evangélica y apostólica, cuyo número parece haber sido establecido o bien por causa de la universalidad septenaria de la Santa Iglesia, o bien por causa del septiforme Espíritu de la gracia por cuyo don se santifican las cosas que se ofrecen.
2) Dijo el cuarto canon del Concilio gangrense (celebrado en Gangra, Paflagonia, el año 324 N. del T.): “Condenamos a estos que se alzan contra las Escrituras y los cánones eclesiásticos e introducen nuevos preceptos”. Igualmente el papa Hormisdas (514-523) a los obispos de la Bética: “Que nadie arranque los privilegios antiguos sino que los decretos se conserven por los padres en su honor”.
3) Teniendo pues tantos testimonios, estas personas, porque se sirvieron de los libros misales para quemarlos, fueron verdaderamente apostatas, porque quemaron a la Santa Trinidad, como contienen los misales, alabados por los antiguos padres, y también al beato Pedro diciendo: “Digno y justo nos es darte siempre las gracias a ti, Dios nuestro omnipotente, por Jesucristo, hijo tuyo, Señor nuestro, verdadero pontífice y único sacerdote sin la mácula del pecado”. Y de nuevo: “Verdaderamente santo, verdaderamente bendito Señor nuestro, Jesucristo, hijo tuyo”.
Esto sin ninguna duda, quienes lo hicieron (quemarlos), mantuvieron la fe arriana. ¿Pero entonces qué? Oye a la escritura decir: “Sean confundidos los que me persiguen”.(Jer. XVII, 18)
4) Debemos, por tanto, evitar la caída de estos apóstatas, no sea que también nosotros caigamos fulminados con la misma llaga y castigados con una pena cruel. Si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron contra Él, quienes perdieron su casa celeste por inobediencia, de donde les dice Isaías: “Mi espada se ha embriagado en el cielo” (Is. XXXIV, 5).
¿Cuanto más nosotros debemos temer la destrucción de nuestra salvación para que no perezcamos con la espada de Dios por apostatas siguiendo el mismo camino? Así, pues, si queremos vernos libres de la ira divina y deseamos que su verdad llame a la clemencia, sirvamos a Dios con veneración el culto religioso y tratemos con temor a nuestros antepasados. Que no esté en nosotros en votos y promesas, como la sutilidad impía de la infidelidad de algunas gentes, la astuta perfidia de la mente, ni la maldición del perjurio ni el nefando esfuerzo de las conjuras, nada que lo impida, que estas cosas constituidas sean profanadas por cualquiera de nosotros sino que sean conservadas con total consejo saludable, porque convienen al bien del alma de la Iglesia.
Pérez de Urbél, Fr. Justo y Ruiz de Zorrilla, A.G.; Liber Commicus, edición crítica; Tomo II, CSIC- Escuela de Estudios Medievales, Textos XXVIII, Monumenta Hispaniae Sacra,
Serie liturgica, Vol. III, pg. 715-716.
Comentario
La primera parte comienza con la célebre frase de San Pablo donde se nos pide que no apaguemos el espíritu ni menospreciemos las profecías sino que lo examinemos todo y nos quedemos con lo bueno pero no al revés, lema que parece mejor descripción de nuestros tiempos que de los suyos pero, ¿qué tiene que ver con la liturgia hispana (o romana)? No se trata de que una liturgia sea buena porque la autoridad de la Iglesia la considere buena; más bien, la Iglesia sabe que es bueno porque lo ha recibido y lo ha experimentado. Pero, ¿cual es la regla que nos hace saber lo que es bueno? La respuesta la da inmediatamente al establecer una analogía entre las siete peticiones del Padre Nuestro, que en el rito mozárabe reciben por parte del pueblo la aclamación “Amén”, las siete oraciones de la misa hispana y los siete dones del Espíritu Santo. Es decir, la Regla de la Fe, la tan intima unión que hay entre la Fe y la Oración de la Iglesia cuya encarnación es el Santo Sacrificio de la Misa, donde es el Espíritu Santo quien santifica los dones que se ofrecen en el propio Jesucristo. Una liturgia formada por la inspiración y gracia del Espíritu Santo, que encarna la Fe y la Oración de la Iglesia a través de las edades y que da frutos de santidad, es lo bueno que hay que retener para el bien de toda la Iglesia.
Apoyado en esta argumentación a favor de los diferentes ritos de la Iglesia, el abad Pedro trae dos testimonios del pasado, de un Concilio y de un Papa, en favor de la conservación de la Tradición y en contra de los que innovaban en contra de ella. El lector podría pensar que pretende citar un concilio casi desconocido y un papa olvidado del pasado. Sin embargo, no es nada casual que se cite a un Papa que resolvió el cisma acaciano y devolvió la unidad de la Iglesia. ¿Que mayor defensa podría haber contra la acusación de romper la unidad de la Iglesia por mantener y defender su rito que esas palabras de un paladín de la unidad en favor de los padres hispanos y sus usos? Es también una contestación a la afirmación romana de que este Papa insinuó que España adoptase el rito romano. Y un canon dado por un Concilio del que formaron parte los padres conciliares del grande de Nicea como Osio de Córdoba, por lo que refleja la mens de los luchadores por la ortodoxia también a favor de mantener las costumbres de los padres.
Sigue la gradación ascendente, ya se han dado los argumentos de la teología, de los concilios y de los papas. Ahora viene lo fuerte porque se afirma que al quemar los misales se ha quemado a la Santísima Trinidad. Si la liturgia encarna la Fe de forma análoga a la encarnación del Verbo, el destruirla sacrílegamente es equivalente a intentar negar esta analogía y eliminar la fe en la Santísima Trinidad y a Jesucristo. Es una variante de iconoclasia, pero en vez de ser con las imágenes sagradas lo es con las acciones y palabras sagradas. Es también la contra replica a las acusaciones de que esta liturgia estaba teñida de arrianismo cuando fue la campeona en contra de esta herejía. Y como prueba pone la guinda de que también se ha quemado al apóstol Pedro por mandato subrepticio de su sucesor pues el misal hispano contiene la proclamación de la fe en el Verbo de Cefas. Los editores han buscado en vano estas citas en las dos epístolas petrinas de la Escritura cuando cualquiera de nosotros puede ver que es una variante del prefacio romano: “Dignum et justum est. Vere dignum et justum est, aequum et salutáre nos tibi semper et ubique gratias agere…" Se trata del comienzo de la inlatio (o illatio), que cumple la misma función que el prefacio romano. Y era creencia muy antigua que las partes fijas y más antiguas del canon de las iglesias latinas salieron de la propia mano de San Pedro. La Iglesia hispana la recibió a través de los Siete Varones Apóstolicos mandados por San Pedro y San Pablo a España y que es continuada por el venerable rito mozárabe. Con esta alusión el buen abad Pedro mata tres pájaros de un tiro: defiende la ortodoxia del rito hispano, su entronque con la más pura tradición apostólica y, en este caso, romana, y ataca a sus detractores de estar socavando el propio rito que querían imponer. Lejos estaba de pensar, eso sí, que sus alusiones serían proféticas, como se vieron en el año 1969, que se verían los mismos hechos y que se acusaría a los partidarios del rito tradicional con los mismos argumentos con que se les acusaron a ellos.
Por último viene la parte más importante y sin la cual de nada sirve restaurar los venerables ritos de nuestros padres: sin la caridad de Dios en el corazón son inútiles y, aún más, perjudiciales porque usaríamos lo más santo para nuestros fines mundanos: “Si no tengo amor, nada soy” (I Cor. XIII, 2). Si nuestras vidas y ejemplos no son los de santidad, si nuestro interés por el rito es solo cultural, estético o, Dios no lo quiera, ideológico, es mil veces mejor que se pierdan para siempre porque así, por lo menos no se profanarán con nuestro fariseísmo y soberbia el legado de nuestros antecesores. Esta la mayor lección de nuestros antepasados y la más debemos escuchar.
Conclusión
En la misa hispana proclama el sacerdote mostrando el Cuerpo de Cristo al pueblo: Sancta sanctis! “Lo santo para los santos”. Esta es la verdadera labor de la liturgia, de todas las liturgias, la santificación, ser santos como lo es nuestro Padre en los cielos a través de la contemplación y la gracia de Jesucristo, nuestro Señor. Todo cristiano esta llamado a ser un alter Christus por lo que debemos seguir en consejo de San Pablo para entrar en el gran misterio de la liturgia, ser transformados en ella por el Espíritu Santo y conseguir las cosas de arriba. Este es su gran fin para nosotros, escuchemos, pues al doctor cuando nos pide: “Os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios (en un) culto espiritual vuestro” (Rm. XII, 1).
Raúl,
ResponderEliminarPienso que conforme está lección del pasado, la desaparición del rito Romano es solo cuestión de tiempo
No creo que sea esa lección sino la contraria pues no debemos cometer los mismos errores.
EliminarDebemos recordar que fue la primera vez que una autoridad religiosa, el papado, intentó eliminar un rito legítimo de la Iglesia contando con el apoyo de los poderes seculares ( hoy vemos al FBI y hemos olvidado el maremoto político que provocó el S. Pontíficum y el levantamiento de las excomuniones) . Hay que decir que lo hicieron de manera torticera, con triquiñuelas pues no hubo una condena ni una prohibición formal directa (en este caso porque el papa Alejandro decretó que era un rito totalmente católico y santo, en nuestro caso por S. Pio V y las declaraciones de J.P. II y Benedicto XVI)
Lo que condeno al rito hispano fue el fatalismo y la resignación del clero y los fieles. Cuando hubo resistencia fuerte y organizada como Toledo, se pudo salvar el rito. Pero hay que trabajar el dia después en dar frutos de vida y santidad. Quedarse en la reserva o ser la mujer de Lot mirando al pasado (la más de las veces idealizado o, peor, inventado) puede ser más peligroso que los ataques.
La principal lección de nuestros antepasados está en los principios desarrollados trabajosamente por el abad Pedro, pues hasta entonces nadie los había negado y estaban implícitos, y reivindicados por el papa Benedicto XVI, que tomo las decisiones más valientes imaginables (dar total libertad de rito a todos los sacerdotes frente a la estupidez de un anti-1969), que retoma la auténtica tradición universal de la Iglesia.
Ya podrán poner todos los palos a las ruedas Roche, Grillo e, incluso, Bergoglio pero llegan tarde: Benedicto ha establecido un precedente y un principio universal, por primera vez está surgiendo una verdadera concepción espiritual litúrgica dentro del ámbito latino tras los fallos del desvío del movimiento litúrgico del sg. XX, además que se están viendo y estudiando los fallos, errores ocultos y soluciones fallidas de los últimos mil años en los terrenos espirituales, teológicos y otros sin visiones maniqueas y reconociendo todo lo positivo que se hizo.
Ahora mismo quien puede dar al traste con estos síntomas esperanzadores de renovación es el propio tradicionalismo pues se acerca la hora en que tendrá que elegir entre si es el tradicionalismo de toda la Iglesia y el de solo los siglos XIX y XX. De esta elección depende todo.
"Lo que condeno al rito hispano fue el fatalismo y la resignación..."
EliminarNo.
Lo que condenó al rito fue por una parte los intereses pontificios, que querían asegurarse su jurisdicción sobre España, especialmente la conquistada, porque las comunidades mozárabes vivían con autonomía eclesiástica, y los intereses políticos del Rey de Castilla (y antes del de Aragón ) que necesitaba vincularse a Europa.
Sus herederos directos en Castilla y Portugal fueron de la Casa francesa de Borgoña. No hay tampoco que olvidar la acción repobladora y civilizadora de los benedictinos primero y de los cistercienses después, que eran órdenes internacionales. Así mismo el Temple, que era también una fuerza militar profesional en plena reconquista...
Aun así el Pueblo conservó de alguna manera la noción de que ese rito era algo propio y santo, vinculado a los tiempos apostólicos y, por tanto, digno de estima y de conservarse.
No sólo, a pesar de la prohibición, se continuó usando como privilegio en el real monasterio de San Isidoro de Sevilla (por las reliquias de este santo de rito mozárabe) panteón de los reyes de León, sino por ejemplo, cuando en el siglo XV, el obispo de Segovia Juan Vázquez de Cepeda funda en el lugar de Aniago, Valladolid, una colegiata de clérigos que celebrasen el rito mozárabe.
De todas formas, en Lion se conservo el rito lionés y eso no evitó conflictos, ni el galicalismo, ni el jansenismo, ni los clérigos que juraron la Constitución Civil del Clero.
Tampoco hay que olvidar que el rito latino tuvo varias diferencias locales, no es sólo los ritos carmelitano (calzado), (que es el de Tierra Santa), cartujo (diócesis de Grenoble), dominico (que usarán los caballeros teutónicos y la Corte de Inglaterra) y norbertino, basado en el rito del Rin...es que había costumbres y usos locales (como el de Paris).
Es decir, que no había mucha unidad, aunque no importaba mucho porque la gente no viajaba.
La tendencia a la centralización y a la unidad, que se da en todas partes y en todos los dominios, no es sólo un problema de control o poder, sino también de utilidad.
Volviendo al rito mozárabe, piense que se cambió, sí; pero también que el Papa confiere al Rey de Castilla el derecho de patronato para todos los nuevos lugares reconquistados a los moros, lo que le obliga a construir templos y mantenerlos.
Este mismo derecho de patronato es el que pasa a América y hace, junto con el testamento de Isabel de Castilla y las Leyes de Indias (y la experiencia de las capitulaciones de Santa Fe), que fuese desde el primer momento evangelizada, a cargo de la Corona, y que la conquista y colonización fuesen tan diferentes de la de otros paises europeos, de tribus indígenas o de musulmanes.
Eck
EliminarMuy interesante su comentario pero no me convence del todo.
Eliminar1) Sigo creyendo que fue la resignación y el fatalismo ¿Por qué lo digo? Porque tenemos el caso de Milán y el rito ambrosiano, firmemente defendido por sus arzobispos y pueblo frente a las pretensiones pontificias. En Toledo hubo lucha y se consiguió mantenerlo en las parroquías supervivientes de la ciudad y arzobispos y papas no pudieron doblegarlas.
2) Lo del interés del rey de León de vincularse con Europa y dar una satisfacción a Roma lo comenté en el artículo anterior sobre el tema. Esta se anduvo con mucho tiento hasta tal punto que el propio Gregorio VII se tuvo que tragar varios pasajes del Dictatus Papae en sus relaciones con Alfonso VI: León y Castilla jamás reconocieron la Donatio Constantini ni estar bajo los Emperadores de Occidente ni el poder terrenal del papado.
3)Unas puntualizaciones. Se confunde usted con las dinastías borgoñonas de Portugal (Ducado) y Castilla. La que procede de la Casa Real de Francia (Capeta) es la portuguesa mientras que la castellana (Condado) procedía de la Casa de Ivrea.
La orden benedictina como tal no existía si no que cada monasterio era independiente aunque tuvieran la misma regla, a veces por imperativo civil (Carlomagno). Tal es así que la regla de S. Benito y el comentario de Esmaragdo se conocía antes del cambio de rito.
El Temple en Castilla desde su cobardía en Calatrava no toco un pito en el reino siendo residual y sustituida por las propias. La mayor parte de las variantes del rito romano que usted cita no existían por aquel entonces ya que no existían tales órdenes y las regionales estaban en desarrollo. Y la gente si viajaba en esa época, mucho más que en otros siglos posteriores, como demuestra la documentación. Hasta la Gran Peste sólo las cruzadas y peregrinaciones movían a miles de personas.
4) No sé que ganarían los reyes de Castilla con el patronato cuando antes de Alfonso VI tenían potestad de nombrar y deponer obispos, crear obispados (Alfonso II los de Oviedo y Armentia, Ramiro III el de Simancas, etc.), convocar concilios (varios en Oviedo, uno en el Bierzo, Fernando I convocó el de Coyanza), el patronato como fundadores de cientos de monasterios y hasta los miembros femeninos gozaban de los infantazgos sobre parroquias... Y no eran atribuciones ilegitimas pues los canones de la Hispana lo apoyaban.
Volviendo al tema principal se ve el gran problema que sufre la Iglesia latina desde entonces: el uso de la liturgia, lo más santo al ser el recipiente de Dios encarnado, como un instrumentum regni de Papas y Reyes en pos del poder, aunque sea por las buenas razones de la unidad y utilidad. Y las razones del abad Pedro, del pueblo hispano y de los defensores de la Misa Tradicional siguen siendo válidas a pesar de las fluctuaciones de la política por mucho que se vista de mitra y báculo.
GASTÓN: La conclusión que saca el anónimo de las 14:53de que "la desaparición del rito Romano es solo cuestión de tiempo" creo que no tiene en cuenta las enormes diferencias de aquella época con respecto a la nuestra.
ResponderEliminarEl rito romano ya ha desaparecido. Bergoglio es el verdugo.
EliminarLas posibles excepciones, dadas con cuentagotas son sólo para hacer creer que no es tan malvado como parece y que también tiene su corazoncito.
El rito protestante de Pablo VI (rito ecuménico Montini-Bugini) no tiene absolutamente nada que ver con el romano; y el que diga lo contrario, miente como un bellaco.
Gracias por la cátedra, Eck.
ResponderEliminarConfiemos que así como la lucha del abad Pedro de San Millán no cayó en saco roto, del mismo modo en un futuro no lejano con la ayuda de Dios la misa tridentina será restaurada en todo su esplendor.
En los albores de este siglo XXI algo está muriendo y algo está naciendo, y aunque resulte una paradoja, en este parto doloroso lo que parece estar triunfando será lo que terminará muriendo y lo que parece estar muriendo será lo que habrá de triunfar definitivamente. Dios escribe derecho con renglones torcidos.
Fuenteovejuna
Falleció el P.Carlos Buela Fundador del IVE ,recemos por su alma.
ResponderEliminarTambién con diferencia de horas ha fallecido el P. Torres Pardo Fundador del ICR ,recemos por su alma.
ResponderEliminarComo hay muchos lectores españoles, recuerdo que su compatriota el R.P. José Luis Torres Pardo, fundador del Inst. Cristo Rey, antes de los Cooperadores Parroquiales de C.R., era veterano del Alcázar de Toledo.
EliminarEs cierto. Era un niño que correteaba entre las familias que resistían dentro del Alcazar el asedio de los rojos
EliminarEste es un problema que la Iglesia lleva tiempo arrastrando, la confusión entre unidad y uniformidad. Muchos entienden que "un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" necesariamente pasa por uno solo rito, una única expresión de la lex orandi. Pero a estos se puede aplicar lo que decía Chesterton de los que querían destruir la familia como unidad base de la sociedad "No saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen". Detrás del intento de unificar a la fuerza toda la Liturgia hay, ante todo, muchísima ignorancia. Como bien muestra Eck cuando referencia la presencia del rito romano en el hispano a través de la illatio, la verdadera unidad de la fe brilla con especial fuerza en la diversidad de las expresiones de la misma. Del mismo modo que la illatio contiene una reminiscencia al canon romano, en todos los ritos, pese a lo diferentes que pueden ser entre sí, podemos encontrar elementos comunes que son una prueba de que la Liturgia en todas las variantes que podemos halar a lo largo de la Tierra tienen un mismo origen.
ResponderEliminarPero hay otro elemento esencial que la diversidad de ritos nos enseña, la historia. Yo siempre he definido un rito como la fe viva de un pueblo que se hace práctica. No es casual que el rito hispano tenga entre sus fiestas más importantes a mártires, con unos ritos que incluyen relatos muy detallados de sus martirios. Cada rito tiene unas particularidades que reflejan la historia que ha vivido. Cercenar todo eso en pos de una supuesta unidad es un error.