En segundo lugar: hay algo decididamente infame en el mensaje bergogliano de un diálogo que excluye sistemáticamente la disputa sobre la verdad. Es manipulador y autoengrandecedor. Este mensaje lo es porque desacredita un nivel que él mismo ocupa y, al desacreditarlo, lo hace simultáneamente inatacable de dos maneras. Desacredita el principio de «doctrina», es decir, una teoría que aparece de forma conceptual. Ya no se trata de racionalidad argumentativa, sino de sensibilidades. Pero este descrédito proviene a su vez de una doctrina. De hecho, no existe la libertad de la teorías; es absolutamente imposible para el hombre. Por su parte, el aparentemente libre de teorías Francisco está atiborrado de teorías; todas sus declaraciones, incluidas las relativas al diálogo interreligioso, son el resultado de una determinada posición teológica. Esta teoría es miserable, pero es, al menos rudimentariamente, una teoría. En la medida en que esta teoría considera que las disputas argumentativas no sólo son irrelevantes sino destructivas, se inmuniza contra el cuestionamiento argumentativo de sí misma. El teórico que argumenta en contra de esta teoría es insultado por esta teoría antiteórica como teórico teorizante y eliminado del juego. En otras palabras, la posición bergogliana realiza descaradamente una autocontradicción performativa sobre la que se niega notoriamente a ser iluminada en el círculo de esta autocontradicción. Uno se queda estupefacto ante esta impertinencia y se inclina a decir con Aristóteles: «Hay gente que ya no merece argumentos, sino sólo reprimendas.»
Esta peculiar autoinmunización de la doctrina bergogliana se corresponde con el descrédito moral de sus oponentes. Si se observan las declaraciones bergoglianas sobre el diálogo con una mirada más aguda, se ve que el nimbo moral de grandeza que rodea al diálogo antiargumentativo produce exactamente este efecto de deslegitimación moral de sus críticos. Cualquiera que no participe en el diálogo de Bergoglio y en su lugar reclame el diálogo socrático debe ser un sujeto malvado, es decir, un fundamentalista racionalista, solipsista, duro de corazón, divisivo y rigorista. Es francamente sacrílego. En cualquier caso, se le considera antijesuánico [contrario a Jesús]. Estos tenebrosos no quieren un «túnel de amistad», se niegan a «experimentar la fraternidad». Y, de hecho, no faltan advertencias en los discursos del Papa sobre estos «rígidos» perturbadores de las relaciones, que también son bien conocidos en el creativo vocabulario bergogliano como los indietristi (retrógrados).
Uno debe preguntarse por qué la posición bergogliana rechaza tan obstinadamente el dia-logos socrático y no teme utilizar incluso los medios más maliciosos para desacreditar a sus oponentes. Foucault llama a esto «medidas de policía del discurso». A estas medidas sólo recurre una posición que todavía no está completamente segura de su poder, que todavía no lo ha penetrado todo y que, por tanto, todavía tiene que volverse represiva, evitar la luz de la razón y hacer despreciable la discusión argumentativa.
Creo que está bastante claro cuál es el punto crítico subyacente, el núcleo de referencia secreto, de la exuberante teoría bergogliana del diálogo. Es Cristo. El diálogo se concibe precisamente de tal manera que ya no se puede hablar de Él, ni se puede hablar de Él. Porque Aquel que dice de sí mismo «Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por Mí» (Juan 14:6), eo ipso hace estallar el diálogo liberado de toda tradición de fe particular, cuyo objetivo es encontrarse en el túnel bajo las confesiones dogmáticas y celebrar allí el “Dios único para todos”.
¿Por qué todas las enseñanzas y tradiciones religiosas han de considerarse «riquezas culturales» y, sin embargo, han de ser insignificantes en sustancia? Cristo, con su singular autoproclamación en la historia de la religión, es sólo el caso más molesto de las pretensiones de verdad absoluta de las tradiciones religiosas que no pueden traducirse lógicamente unas en otras. ¿Por qué es tan importante para Jorge Bergoglio que las diversas doctrinas de salvación —y por tanto también el Cristo— sean sólo «dialectos», en principio intentos iguales de acercarse al «único Dios para todos»? ¿De dónde viene este celo por la demolición de la dogmática religiosa y la apoteosis de la subterránea One-World-Religion?
Lógicamente, sólo puede haber una respuesta: Porque esta perspectiva ya no se ocupa principalmente de la religión como tal, sino de un motivo distinto de la religión, que se declara entonces como el motivo principal de la religión en general. Y este motivo rector es la promoción de la «única familia humana global» [Ref.], es decir, la fraternidad natural universal a la que las religiones tienen que servir. El concepto rector de la religión de Jorge Bergoglio es estrictamente funcionalista. Todo el pontificado bergogliano se ha puesto —incluida su complicidad con las altas finanzas globalistas y el Foro Económico Mundial— al servicio exclusivo de la familia humana natural y de la protección de la «Madre Tierra». Las religiones sólo pueden prestar sin problemas este servicio eco-humanitario si relativizan sus respectivas dogmáticas y se contentan con el abstracto «Dios para todos», que ya no reclama nada para sí y, por tanto, puede definirse en función del eco-humanitarismo. Esta autorrelativización es el objetivo de la propaganda dialogante de alta carga moral que pretende sugerir a las religiones que el imperativo religioso central es dedicarse primordialmente al cultivo de la fraternidad natural universal.
Sin embargo, Bergoglio sólo tiene acceso directo a la Iglesia católica. Hace un amplio uso de este acceso, ya que el Papa quiere que la Iglesia se convierta en el faro eco-humanitario para todas las religiones. Desde el comienzo de su pontificado, Francisco se ha dedicado intensamente a la remodelación de la Iglesia en una función integradora para la «hermandad de todas las personas», una remodelación que, en su punto más importante, debe hacer que el Cristo joánico sea irreconocible, porque Cristo simplemente no puede ser funcionalizado para fines que se encuentran fuera de sí mismo. Cristo sólo se preocupa de que todas las personas crean en su santo nombre, lo adoren y encuentren así su salvación eterna. Pero, ¿cómo se puede dejar atrás esta cristología? Un Papa sólo puede hacerlo indirectamente. Cristo debe hacerse irreconocible mediante la táctica de marginarlo como tradición religiosa secundaria. Se le da el estatus de un bonito ornamento cultural.
Sin embargo, deshacerse de Cristo de esta manera es un proyecto difícil. Hay mucha resistencia; los residuos tradicionales son persistentes. Aún no tiene sentido para todos que Cristo no sea más que una mera formación de la tradición. Y tampoco tiene sentido para todos el Jesús de la misericordia sin límites, que acoge «a todos, a todos, a todos» sin condiciones previas y cuyo mensaje debe consistir únicamente en hablar de la fraternidad natural de todos y de un Dios que acepta todo y a todos amablemente —excepto a los rígidos. Así pues, todavía quedan en la Iglesia los últimos ecos de esta inquietante creencia en la persona divina de Cristo. Hasta que estos vestigios de la memoria queden completamente paralizados, aún queda mucho por hacer. Ningún elefante se descompone en un día. Por eso el papa Francisco intenta con gran energía instrumentalizar para su ideología actual, en particular, a la juventud religiosa del mundo a través de su proyecto de diálogo interreligioso; por eso promueve en la Iglesia obispos poscristianos; y por eso se esfuerza en implementar estructuralmente círculos de silla antiargumentativos llamados sínodos, y, además, en marcar el rumbo del papa Francisco II.
¿Qué debemos hacer? Debemos identificar con precisión la ideología bergogliana; analizar la maquinaria de manipulación de este pontificado; ver a través de sus políticas de poder, estrategias de autoprotección retórica y maquinaciones de vigilancia del discurso. Y luego debemos oponernos sin reparos a la prohibición papal de la razón y la palabra, y hablar con precisión, y cada vez más alto, sobre aquel de quien no se debe hablar: Jesucristo, el único y verdadero Logos de Dios.
El diálogo para Bergoglio es una especie de amasijo pegajoso parecido al del tango (en el mismo lodo, todos manoseaos)…
ResponderEliminarTiene toda la razón el articulista!
Diálogo es tesis-antítesis, discusión, búsqueda apasionada de la verdad! No franeleo.
Bergoglio es finalmente el triste ejemplo de los estragos de una mala crianza y la falsa superación de un ato de resentimiento, sed de venganza, ignorancia y narcisismo, a través de pamplinas y edulcorantes, propios de un libro de autoayuda.
No hay más que ver a dónde van a parar el “amor incondicional”, la “fraternidad humana” y el inclusivo “todos, todos, todos” en su ejercicio del poder…
No hablo de caridad cristiana. No hay en él ni el menor rastro de piedad, ésa que cualquiera tiene por un perro…
Ahora bien, que este desastre humano esté sentado en el trono de San Pedro… 🤦♂️
Perdón hato y no ato
ResponderEliminarEs un Hdp, psicópata y narcisista. Me sentiría mejor con Bill Gates de Papa. Nuestros pecados deben ser terribles para recibir este castigo. Además tiene esa mala salud de hierro que lo impulsa a hacer desastres cada vez con mas velocidad. Sentirá que no tiene tiempo que perder, pero S le ha dado cuerda para rato y que rompa todo lo posible.
ResponderEliminarS no da cuerda a nadie si no lo permite Dios. Es doloroso decirlo, pero esta cruz nuestra es querida por Dios, y debemos llevarla con fortaleza y paciencia.
EliminarVirgilius lo resume muy bien: no hay un átomo de diálogo ni mucho menos de teología (no digamos religión) en la cháchara francisquista. Solo asertividad, comodidad de sentimientos y preparar las almas para la religión universal masónica que, lógicamente, conducirá al ateísmo, porque si todas las religiones son verdad, es que todas son mentira. Y la Iglesia católica ha sido elegida como base para ese engendro. En castigo por nuestros pecados y para nuestra vergüenza perpétua.
Como decía Lope, todo lo que manda el Rey, que va contra lo que Dios manda, ni tiene valor de ley, ni es rey quien así se desmanda. Ahora tendría que adaptar la rima a "obispo de Roma", ya que no quiere que le llamen papa.
No queda sino batirse.
Salvo lo de hdp, me hizo reir mucho!
EliminarTodo lo que manda el papa,
Eliminarque va contra lo que Dios manda,
no es ley, y además, de yapa,
no es papa quien así se desmanda
Ja Ja, muy buena la adaptación
Eliminar“¿Qué debemos hacer? Debemos identificar con precisión la ideología bergogliana […] ; y luego oponernos sin reparos a la prohibición papal de la razón y la palabra, y hablar con precisión, y cada vez más alto, sobre aquel de quien no se debe hablar: Jesucristo, el único y verdadero Logos de Dios”. (Vigilius).
ResponderEliminarSí. Con inmenso dolor lo digo, y espero equivocarme, entiendo que detrás de la negación de Bergoglio, al rechazo de la razón, y de la búsqueda de la verdad hay un oscuro principio rector de orden racional que, aunque no lo diga expresamente, lo lleva inexorablemente, no sólo a la necesidad de hacer callar el mensaje del Evangelio sino también, y por lógica consecuencia, a la misma persona de Cristo y de la Santísima Trinidad.
Esto me recuerda a la reflexión de un antiguo colega de la Facultad donde nos encontrábamos muy frecuentemente: “Si tuvieras que elegir entre el criterio de verdad de la ciencia y de la religión, ¿por cuál te decidirías? Yo por mi parte, -concluyó- escojo la verdad de la ciencia”. Según Vigilius, un argumento similar lo llevaría a Bergoglio a abandonar la fe católica para ir detrás de otra ideología, como lo sería la que hoy pretende imponer el NOM. Esto explicaría, entre otras cosas, la implacable persecución de la que hoy hace objeto a los defensores de la tradición católica, o, pese a los desesperados llamados del cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, el virtual abandono que ha hecho de los obispos y fieles católicos en la República Popular China.
Y Jesús, ahora desde la Cruz, como antes lo hiciera con sus discípulos: nos preguntaría: “¿Vosotros también os iréis?”. De esto se trata, de nuestra propia salvación. “El que a vosotros os oye, a mí me oye; quien a vosotros os desprecia, a Mí me desprecia, y quien a Mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado” (Lc., 10, 16).
No dejo de rezar todos los días por la santidad de toda la Iglesia.
¡Señor, ten piedad y misericordia de nosotros! ¡Alabado sea Jesucristo!
Para el diálogo socrático se requieren ciertas condiciones como un ánimo apacible, saber escuchar, capacidad de reflexionar, de reformular, conocimiento profundo de la naturaleza humana, huida del peligro de las lisonjas, temple ante las críticas, rectitud, bondad de corazón,etc, etc, pero sobre todo inteligencia para comprender la proposición del prójimo y las implicaciones de nuestras propias convicciones. Si esto falta se rehuye el diálogo intelectual y se prefiere el diálogo superficial, simpático y sin compromiso donde si algo que se dice no cae bien se pueda arreglar con un chiste. Pero tal formación y entrenamiento es cosa ardua, de toda la vida, un ascetismo de la mente, del alma, del espíritu e incluso del cuerpo. De modo semejante, el que no está entrenado en una disciplina deportiva no puede participar en las olimpiadas.
ResponderEliminarNo es cuestión de entrenamiento, se trata de lo que hay en el corazón de Bergoglio, El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
EliminarLa piedra que rechazaron los constructores es la piedra angular. O se construye con Cristo o contra Cristo. O se es Cristo o se tropieza con la piedra y se es Anticristo. No hay forma elegante de eludirlo.
ResponderEliminarMuy bien dicho. Que un supuesto Vicario de Cristo actúe de esta manera es un signo indudable de que estamos transitando tiempos escatológicos. Desconozco si Bergoglio es el falso profeta de Apocalipsis 13 y si habrá tiempo todavía para que aparezca en escena un sucesor en el "pontificado" peor que él, pero claramente las palabras del Apóstol San Juan le van como anillo al dedo: "tiene dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero habla como dragón". De lo que estoy convencido es de lo siguiente: la religión conciliar "ecuménico-interreligiosa" en gestación desde el CVII está preparando la que será la "religión de la humanidad" que profesará el Anticristo...
ResponderEliminarAsí como Cristo enseñó que primero hay que amar a Dios por sobre todas las cosas y luego al prójimo como a sí mismo, Bergoglio invierte los términos y enseña que para amar a Dios primero hay que amar al prójimo como a sí mismo. Los que no hacen esto deben ser señalados y si es necesario perseguidos por crear divisiones que sólo nos llevan a la guerra y a la autodestrucción.
ResponderEliminarEstá claro que para Francisco es una pena que a pesar de dos mil años transcurridos la Iglesia nunca haya entendido las enseñanzas de Cristo, por eso ahora gracias a él se inicia una nueva etapa, una nueva iglesia, tal como les explicó a los jóvenes de distintos credos en Singapur:
"...si empiezan a discutir mi religión es más importante que la tuya, la mía es la verdadera en cambio la tuya no es verdadera, ¿adónde nos lleva todo eso? ¿Adónde? Que alguien responda (uno responde: a la destrucción). Así es, todas las religiones son un camino para llegar a Dios...".
El que no ve en este diabólico mensaje una clara señal de los últimos tiempos y los dolores que sobrevendrán como anticipo del terrible castigo que pronto caerá sobre justos y pecadores, desgraciadamente nunca entendió nada.
Sí, en la Iglesia postcatólica al final quien sobra es Jesucristo. Y si uno apura todavía un poco más, sobra Dios mismo. Es un aspecto que me parece que no se ha destacado suficientemente: todo lo que el autor denuncia obedece en último término a un modo de entender la vida, profundamente instalado en buena parte de la jerarquía, que hipervalora el ser en el tiempo, la existencia intramundana, la esfera sublunar o como lo quieran llamar ustedes.
ResponderEliminarSe ha perdido completamente de vista toda perspectiva de eternidad y, con ella, todo horizonte sobrenatural. Únicamente (y subrayo: únicamente) importa lo de aquí abajo, hasta el punto de que el último bien ya no se concibe como trascendente.
Se ha dejado de reconocer a Dios como Señor de la Historia. De hecho, se le ha dejado de concebir como Señor. Debemos olvidarnos del destino de nuestra alma inmortal, en la certeza de que si Dios es Dios se salvarán todos, y centrar todos nuestros esfuerzos en mejorar las condiciones materiales de vida en este mundo, promover la fraternidad humana y, en definitiva, trabajar por el advenimiento de la utopía, único bien absoluto. El cual, por mimetismo natural, se acaba identificando por supuesto con la utopía progresista de la plutocracia globalista.
De ahí por ejemplo que últimamente los ataques se estén centrando en la teología de los sacramentos. No a título individual, sino en su conjunto. Se argumenta que los sacramentos tienen demasiado protagonismo en la vida de la Iglesia y se dice con desprecio que la pastoral católica es "sacramentalista" y, por lo tanto, reduccionista y deformadora. Los sacramentos y las prácticas de piedad son distracciones inútiles. Es más, son nocivos porque anestesian la conciencia y neutralizan el impulso "evangélico" hacia el activismo y la praxis liberadora. Son el opio del cristiano. Por eso necesitan como mínimo una resignificación. En esa línea por ejemplo se proponen nuevos "pecados" como materia de confesión (en realidad, abstracciones inespecíficas de regusto farisaico): "pecado contra la sinodalidad", "pecado contra la casa común", "pecado contra la escucha y la participación de todos", "pecado contra los pueblos indígenas", "pecado contra las mujeres", "pecado contra los migrantes"... Parecen las rúbricas de un código penal socialdemócrata.
Todo está interconectado. Si se concibe a Dios como un anciano profesor senil que va a regalar el aprobado general, la gracia está de más. Si la gracia está de más, los sacramentos son innecesarios y aun perjudiciales. Como tenemos asegurada la salvación, debemos centrarnos en el activismo social. De la "fe sin obras" hemos pasado a las "obras sin fe". Sola opera.
Suscribo cada palabra
EliminarCómo ven estas reformas ? Serán consistentes ?
ResponderEliminar.
https://www.aciprensa.com/noticias/106989/7-maneras-en-que-el-sinodo-de-la-sinodalidad-puede-cambiar-la-iglesia-catolica
¡Todo esto es tan diabólico! Los que dicen ser católicos están totalmente idiotizados.
ResponderEliminarse les trata de hacer ver lo grave de esta situación, y se lo quieren comer crudo.
¡Cuánta impotencia!
Hilo cerrado, a otra cosa.
ResponderEliminarCiertamente, los dos artículos eran imprescindibles. Un gran análisis.
Francisco es relativista religioso y sugiere que no hay ninguna religión verdadera, ni siquiera la suya. Por definición, toda religión tiene la necesidad de autodefinirse como la única verdadera, pues de lo contrario sus creencias tienen la misma validez que las de las demás confesiones y, por tanto, se puede prescindir de ellas en favor de cualquier otra religión e incluso de todas ellas.
ResponderEliminar"Tolerance is the virtue of the man without convictions"
Eliminar(G. K. Chesterton)
Yo creo que esa visión relativista y no dogmática de las religiones es el último y desesperado intento de salvar la idea de Dios, lo sobrenatural y la trascendencia ante la imparable secularización y postsecularización de la sociedad. En esa estrategia es precisa esa concepción abstracta y universalista de un mismo Dios para todos y la defensa de la fraternidad humana universal. Francisco debe de pensar que o esto o nada.
ResponderEliminarEs cierto que hay un esfuerzo, al menos desde el CVII, de reciclar la religión para vender un producto renovado para el consumidor de hoy, humanista, romántico, hedonista, individualista. Disiento en que Francisco se rompa mucho la cabeza en estas disquisiciones, por un lado tiene el mandato de las políticas globalistas que sigue a rajatabla. Luego hace lo que le divierte que es aplastar hormigas, meterse en la política, ejercer el narcisismo sin límites y la impunidad.
EliminarFijense lo que dice en esta Referencia (https://www.osservatoreromano.va/en/news/2024-09/ing-036/fostering-religious-harmony-for-the-sake-of-humanity.html): "iii. Since there is a single global human family, interreligious dialogue ought to be recognised as an effective instrument for resolving local, regional and international conflicts, especially those incited by the abuse of religion." Esto parece suprimir la necesidada de la gracia de Dios para respetar siempre el orden natural. Claro, se puede interpretar que si en el diálogo prevalece en forma absoluta o casi absoluta la verdad católica completa, entonces sería correcto. Pero no es la interpretación espontánea que cualquier que leyera eso tendría. En cuanto a que el diálogo interreligioso pueda servir para evitar los conflictos causados por el abuso de la religión, en primer lugar, como dice Vogilius debe buscarse la verdad, especialmente porque se enfrentaría la religión verdadera contra otra falsa e irracional. Y el dialogo interreligioso está destinado en primer lugar para transmitir la fe de la Iglesia.
ResponderEliminar¡Ambas entradas brillantes!
ResponderEliminarA propósito del post El Papa Francisco en "el túnel de la amistad" (y II)
ResponderEliminarLamentablemente, en el mensaje del Papa Francisco, sí hay una cierta teología. Claro que no parece identificarse con la sana teología elaborada por los grandes maestros de la Iglesia y transmitida fielmente por la bimilenaria tradición de la Iglesia sino por la informe teología poliédrica de los nuevos tiempos, donde campea la libre interpretación: “en el seno de la Iglesia hay innumerables cuestiones acerca de las cuales se investiga y se reflexiona con amplia libertad” (EG. I, 4, 40).
Recordemos aquel pasaje de Evangelii gaudium, donde de lo único que Francisco renegaba era de la teología ortodoxa porque ella sólo mostraba un falso Dios: “A veces escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero espíritu del Evangelio de Jesucristo. Con la santa intención de comunicarles la verdad sobre Dios y sobre el ser humano, en algunas ocasiones, les damos un falso Dios, o un ideal humano que no es verdaderamente cristiano” (§41). De ahí, la necesidad de reinterpretar nuevamente el Evangelio a la luz de otras corrientes filosóficas, “Las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pas¬toral, […] ayudan a explicitar mejor el riquísimo tesoro de la Palabra” (§ 40). porque todas traen algo de verdad. En consecuencia, “si de verdad tenemos el propó¬sito de que su belleza [la del Evangelio] pueda ser mejor percibida y acogida por todos” (§ 42), entonces digámosle adiós a la pretensión de asumir una segura “doctrina monolítica defendida por todos” (§ 40).
¿Bajo qué criterio se debe reelaborar o reinterpretar el mensaje evangélico? No lo pudo decir de un modo más claro: lo debe ser bajo el historicista criterio de que las verdades cambian: “hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tie¬nen la misma fuerza educativa como cauces de vida" (§ 43). Es decir, el criterio de verdad, ya no está dado por la concertación con la enseñanza unánime de la Revelación y de los Padres de la Iglesia, sino que estará dado por la novedad de los nuevos tiempos. Algo que, precisamente fue advertido por el Papa Pío X en su encíclica Pascendi, como propio de la modernidad: “Nada existe que no sea variable, y que, por tanto, no deba variarse. […] Luego, si no queremos que el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, los libros que, como santos, reverenciamos, y aun la misma fe, languidezcan con el frío de la muerte, deben sujetarse a las leyes de la evolución” (Enc. Pascendi, 6, f). Algo que va derechamente en contra de la perennidad de la palabra de Dios: “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24, 35). “Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la Ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido” (Mt, 5, 18-19). Luego, si se admite un cambio que ponga en entredicho cualquier pasaje del Evangelio o dogma de la fe de la Iglesia, entonces, ¿qué garantías habrá de que, a la postre, no se termine renegando de todo el contenido del Evangelio? ¿Exageramos? ¡Ojalá sea así!
Continuación del comentario anterior. En efecto, todo parece indicar el grado de confusión que se hace presente en la doctrina enseñada por el papa Francisco. Uelis nolis, se ha llegado a un punto que, a todas luces, amenaza ostensiblemente el mismo contenido de la fe suministrada por nuestros mayores. Por ejemplo: cuando se contempla la posibilidad de que Dios, bajo, algunas circunstancias, pueda querer como bueno lo que de suyo es intrínsecamente pecaminoso: “[La conciencia] puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo” (Amoris laetitia, 303). “A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios” (AL, 350).
ResponderEliminar“Lo grave –hacia los tormentosos años setenta, me decía en confidencia un inolvidable y querido sacerdote dominico- no es que peques, sino que no sepas que estás pecando, porque lo primero tiene remedio, pero no, lo segundo”. ¡Ay! ¡Cuánto daño puede acarrear una conciencia mal formada!
¡Señor date prisa en socorrernos! ¡Alabado sea Jesucristo!
En esta segunda parte se superó. Analisis quirúrgico y demoledor.
ResponderEliminarhttps://aica.org/noticia-rio-cuarto-comunicado-sobre-la-situacion-del-presb-ariel-principi
ResponderEliminarPrestaría atención a esta noticia....
La dictadura del relativismo que denuncio Benedicto XVI se ha hecho con el poder de la Iglesia: Francisco.
ResponderEliminar¿Se dio cuenta BXVI que su sucesor era su antítesis?
La antítesis en las formas, la cultura y la sutileza intelectual, efectivamente. En lo que a la ortodoxia doctrinal se refiere, en cambio, ambos encarnan el modernismo ecuménico e indiferentista condenado por la Iglesia, ambos convocaron a las falsas religiones del orbe a orar a sus dioses para obtener la paz en el mundo, ambos adhieren a la falsa libertad religiosa conciliar, ambos promueven la ruptura magisterial operada por el CVII. Seguidamente doy tres citas a modo de ejemplo:
Eliminar“Si se desea presentar un diagnóstico del texto [Gaudium et Spes] en su totalidad, podríamos decir que, en unión con los textos sobre la libertad religiosa [Dignitatis Humanae] y las religiones del mundo [Nostra Aetate] se trata de una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Anti-Syllabus [...] Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como un Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789”.
“La paz se arraiga en el respeto de la libertad religiosa, que es un aspecto fundamental y primordial de la libertad de conciencia de las personas y de la libertad de los pueblos. Es importante que (…) cada persona pueda adherirse a la religión que quiera y practicarla libremente (…) Aceptar esa dimensión personal y colectiva tendrá (…) efectos benéficos sobre la vida social, pues amar al Todopoderoso y acogerlo invita a (…) construir la paz. Aliento a los responsables de las naciones (…) a comprometerse cada vez con mayor decisión en la construcción de un mundo libre, fraterno y solidario.”
2. “Distinguidos huéspedes, queridos amigos: Os acojo esta mañana en el palacio apostólico y os agradezco una vez más vuestra disponibilidad a participar en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que celebramos ayer en Asís, veinticinco años después de aquel primer encuentro histórico (…) Mirando hacia atrás, podemos apreciar la clarividencia del Papa Juan Pablo II al convocar el primer encuentro de Asís, y la necesidad continua de hombres y mujeres de distintas religiones de testimoniar juntos que el viaje del espíritu siempre es un viaje de paz.”