La solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, es una ocasión para ascender con María a las alturas del espíritu, donde se respira el aire puro de la vida sobrenatural y se contempla la belleza más auténtica, la de la santidad. La fiesta de hoy nos impulsa a elevar la mirada hacia el Cielo. No un cielo hecho de ideas abstractas, ni tampoco un cielo imaginario creado por el arte, sino el Cielo de la verdadera realidad, que es Dios mismo: Dios es el cielo. Y él es nuestra meta, la meta y la morada eterna, de la que provenimos y a la que tendemos.
Nosotros no alabamos suficientemente a Dios si no alabamos a sus santos, sobre todo a la “Santa” que se convirtió en su morada en la tierra, María. Mirando a la Virgen elevada al Cielo comprendemos mejor que nuestra vida de cada día, aunque marcada por pruebas y dificultades, corre como un río hacia el océano divino, hacia la plenitud de la alegría y de la paz. Comprendemos que nuestro morir no es el final, sino el ingreso en la vida que no conoce la muerte. Nuestro ocaso en el horizonte de este mundo es un resurgir a la aurora del mundo nuevo, del día eterno. Ante el triste espectáculo de tanta falsa alegría y, a la vez, de tanta angustia y dolor que se difunde en el mundo, debemos aprender de Ella a ser signos de esperanza y de consolación.
Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.
Benedicto XVI
Amén
ResponderEliminarDespués de tanta periferia, poliedro, muros, puentes, calentamiento global, reciclado de basura, extinción de las especies, acogida, comunión con la pachamama y toda la sarta de sandeces que nos cae encima día sí y día también...
ResponderEliminarGracias, Wanderer
Totalmente de acuerdo con usted. ¡Cuánto aire fresco, cuánta verdadera teología que nos eleva a Dios!
Eliminar¡La Virgen Santísima nos ha hecho un gran milagro en su día! El Señor Obispo de Iguazú Provincia de Misiones acaba de ordenar sacerdote al Padre Paulo Arroyo, gran defensor de la fe católica, hijo espiritual de Monseñor Livieres, y que nos va a socorrer con la Santa Misa de siempre en estas tierras misioneras arrasadas por el progresimo ¡Gracias Monseñor Martorell, por muchos años Padre Paulo Arroyo!
ResponderEliminarEstimado Don Guander
ResponderEliminarGracias.
La Iglesia de siempre, esa que no aparta lo sobrenatural, se filtra como la luz en esta oscuridad temida y presente.
Cuando los papas hablaban como papas.Gracias, don Wander.
ResponderEliminarBueno, sí,será de noche...será muy oscuro, pero luego siempre amanece.
ResponderEliminarEsa es la Ley, inscripta como un signo dentro del signo mayor que es la Naturaleza.
Y ella toda canta a su Creador.
Y no hay resurrección sin muerte, ni paz sin fe.
Tanto en la Naturaleza como en el orden de la Gracia.
Soy Yo, no temas, dice el dulce Jesús. Nadie lo oye??
Todo se renueva...y duele. Ana
Sabia, Ana.
ResponderEliminarAlivias.
Anónimo de las 14.25...Yo no soy sabia, ni mucho menos.
ResponderEliminarPasa que antes de ponerme a escribir -después de haber leído hasta los comentarios- le pido al Espíritu Santo que me reemplace, o que me guíe, y a veces me sorprende el resultado.
Y diez minutos después de eso... no puedo escribir ni la lista del supermercado!
Ya ves, esa es mi receta y puedes intentarla, porque cuantos mas "trolls" de Dios haya en internet, mucho mejor!