por Eck
Yo no tengo conciencia; mi conciencia se llama Adolf Hitler.
Hermann Göring
Le resistí cara a cara, por ser digno de reprensión.
S. Pablo (Gl. 2, 11)
Introducción
Uno de los mayores problemas que hay con la Devotio Moderna, tan sibilina ella como el modernismo, es el de la definición. Hidra de mil cabezas y camaleón de mil colores, se oculta bajo los ropajes del lenguaje religioso tradicional hasta confundirse con él mientras lo carcome por dentro y lo destruye en su raíz. Por eso, cuando se encuentra una expresión que dé en el clavo en uno de sus aspectos esenciales, se ha de recibir con suma alegría porque se ha cazado una pieza mayor. En nuestro caso se trata de una loa desmesurada a la obediencia que muestra el voluntarismo extremo que roe y roe la espiritualidad cristiana hasta secarla y matarla.
Deus Caritas est
Pues bien, gracias a un artículo publicado con motivo del Traditionis custodes de nuestro inolvidable Papa Francisco podemos cazar una sigilosa presa en su habitat natural: el ambiente de sacristía. Entre la selvática espesura de párrafos y hojas de las Escrituras, los Santos Padres y Doctores y entre los caudalosos ríos de todas las artes retóricas para convencer al personal de tragarse el sapo de las Dubias, se oye el sonoro y canoro piar de esas alabanzas que le hace a uno preguntarse porque la Tradición nunca la puso entre las Siete Virtudes y la nombró reina en vez de esa cenicienta de la Caridad. He aquí la pieza:
¡Su dignidad y potencia se muestra en que la misma caridad, la reina de todas las virtudes, la que da valor y mérito a todas las demás, ha de regirse en su ejercicio concreto por la virtud de la obediencia, pues lo que se obra contra ella, no es caridad." (las negritas son mías) [José María Iraburu, “Traditiones Custodes. Resistencia u obediencia?, en Infocatólica].
¡Oh, rebelde S. Pablo! Mira que echar la bronca a tu superior S. Pedro por esa minucia de no comerse unos buenos chuletones de cerdo con los fieles procedentes de la gentilidad cuando venían esos chicos tan buenitos de Jerusalén... No tuviste bastante con montarle la escena a tu superior, ¡tu superior¡... abochornándolo delante de toda esa plebe y dando tan malísimo ejemplo a los inferiores sino que, además, lo contaste en una carta y... ¡pública!, nada menos, a esos bárbaros incivilizados de los gálatas para que encima quedase en las Escrituras, causando tantos quebraderos de cabeza para encajarla en la sacrosantísima norma del que obedece no se equivoca nunca. ¿En qué estabas pensando, alma de Dios, en qué...?
Pues precisamente en todos nosotros. Inspirado por el Espíritu Santo nos enseña que la verdadera Caridad, el Amor de Dios, está por encima de todo. Cuando San Pablo habla del yugo de la Ley se refiere a que la obediencia por encima de la Caridad se convierte en hacedora de muerte y no de vida. En vez de darnos la libertad, nos esclaviza mientras que el amor de Cristo nos hace libres y no siervos que deban obedecer bajo el látigo y el castigo. La Caridad nos hace amigos e hijos de Dios haciéndonos participar en la vida divina y fructificar en obras de salvación. Así se cumplen las profecías de Jeremías (31, 33): Pondré mi ley en sus entrañas, y la escribiré en sus corazones; y Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y de Ezequiel (36, 26-28) Os daré un corazón nuevo, y pondré en vosotros un espíritu nuevo; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en vuestro corazón y haré que sigáis mis mandamientos y observéis mis leyes poniéndolas por obra. Es definitiva, es la Caridad reina de todas las virtudes y partícipe de la esencia divina. Es ella la que da valor a todas las demás y las rige. Toda obediencia que obra contra ella, no es verdadera obediencia; toda obediencia que no se rige por la Caridad no es sino basura, sacrilegio y muerte.
Como se puede ver hay varios errores graves en la afirmación del P. Iraburu: El primero es afirmar en la práctica que la Caridad está por debajo de la Obediencia pese al intento de mantenerse en la teoría dentro de la Tradición pero ¿Qué es en realidad la virtud sino el hábito de su ejercicio? El segundo es confundir e igualar la obediencia a Dios y la obediencia a las jerarquías cuando esta última está limitada tanto por su ámbito como por su fin y sus ordenes pueden en contra la Caridad. Sólo los mandatos del Altísimo son imposibles de disociar de su Caridad.
Bajo el disfraz de esta falsa concepción de la obediencia late la inspiración voluntarista que tan brillantemente describió Louis Bouyer en su libro sobre la Protesta. El triunfo de esta falsa obediencia es en realidad el triunfo de la voluntad y del pelagianismo.
El disfraz de la obediencia
La concepción de la obediencia que tenían los Santos Padres era la de un ejercicio, un entrenamiento (ascésis en griego) de la voluntad para enderezarla, fortalecerla y llevarla hasta Dios tras el estrago del Pecado Original. Puesto que nuestros primeros padres la torcieron al comer del fruto prohibido, volviéndola rebelde, altanera y malcriada, la voluntad debía ser enseñada mediante la obediencia, la humildad y la contención por un maestro que hubiera pasado por lo mismo a traves de la caridad, el saber y el ejemplo (auctoritas en latín, lo que hace crecer). Reformada con la obediencia, transfigurada por la caridad y encaminada a su verdadero fin, Cristo, se le podía alentar a mayores cumbres con la atrevidísima frase de S. Agustín: Ama y haz lo que quieras. Que esta virtud era así pensada, como instrumento, se puede ver de forma palmaria en que para los antiguos el estado más elevado y más difícil de la vida espiritual era el de eremita, dónde no había ningún superior jerárquico a quien obedecer y donde reinaba la plena libertad y gracia de Dios.
Hoy todo ha cambiado. Para la modernidad en la que la voluntad reina sobre el entendimiento, subversión de las facultades naturales, no es difícil responderse por qué la obediencia se ha elevado al puesto mayor: depende totalmente de ella. En esta situación, se convierte en la máxima virtud religiosa y prueba de la fe. No obstante, sin la luz del Entendimiento ni la reyecía de la Caridad, la voluntad está incapacitada para crear por lo que tenderá irremesiblemente a la destrucción, única cosa hacia la que puede dirigir su acción, y su mayor victoria será anularse a si misma, aniquilarse en nombre de la obediencia. Como el uroboros, no teniendo de qué comer se devora a si misma. Como los Endemoniados de Dostowyeski, su mayor afirmación voluntariosa es el suicidio. Este suicidio es su mayor victoria y la muestra total de su poder al no tener un fin superior al que dirigirse y darse. Su soberbia es su propio fin.
Dentro de la vida religiosa esta concepción de la obediencia encubre un pelagianismo artero y más peligroso que el predicado por el ingenuo monje britano. Como los protestantes, que el mero hecho de creer es más importante que lo creído por lo que una fe ayudada por las luces es vista como falsa, cuanto más radical, dura y antagónica sea la obediencia y más irracional, sin sentido, más verdadera será esta. Dicho de otro modo, la verdadera obediencia es convertirse en marionetas, perinde ac cadaver, sin conciencia ni voluntad propia y el agere contra de la propia razón el súmmum de la religión. Pero esto es imposible y en este extremo, se llega a un fariseísmo diamantino donde se invierten los términos. La voluntad propia, al creerse que está aniquilada y sustituida totalmente por la de Dios, renace con el disfraz de esta. La voluntad propia se diviniza dando dos fenómenos en apariencia contradictorios pero que el fondo son complementarios y por entero lógicos: el servilismo hasta el absurdo de los inferiores que ven en los diktats y ukases de arriba sobre cualquier tema y tontería la mismísima Ley de Dios y la divinización de las potestades en sus decisiones, en las que la más mínima duda o resistencia contra ellas es una rebeldía contra Dios manifestada en su voluntad totalitaria. Además ¿Como no iban a ver esto como confirmación de que estaban en lo cierto cuando obedecían si Dios les elevaba al mando? Fácilmente los primeros se transforman en los segundos y viceversa: el que vio los mandatos de sus superiores como divinos, exigirán lo mismo de los suyos a sus inferiores. Como una pirámide cada potestad somete a sus súbditos y es sometida por las superiores de esta manera hasta llegar al pontificado, transformado en un encarnado Tirano Banderas a lo divino en vez de la augusta Cátedra de S. Pedro.
Conclusión
Si hay algo que nos muestra el famoso incidente de Antioquía es que los apóstoles S. Pedro y S. Pablo estaban repletos de verdadera Obediencia basada en la Caridad y en la Verdad. Ni el Príncipe de los Apóstoles estaba infatuado por su cargo ni el Apóstol de los gentiles estaba cohibido por la autoridad superior. Uno mostró caridad en su profunda humildad al aceptar la corrección de un inferior acertado y el otro en su defensa a ultranza de la verdad frente a su superior equivocado. Ambos arden en Amor a Cristo y su Iglesia y obran en consecuencia. Ambos con las misiones y potestades más importantes jamás dadas a hombre alguno brillan por su humildad de siervos de los siervos de Dios aceptando con valentía sus errores y dando con valentía sus razones: Dad razones vuestra esperanza (I Pe. 3, 15) y si no tengo Caridad nada soy (I Cor. 13.2) Aquí tenemos el modelo de la verdadera obediencia, el oír la propia conciencia, basada en la Caridad y la Verdad, en definitiva, en Dios.
El mismo p. Iraburu dice en Síntesis:
ResponderEliminar"La perfección cristiana consiste integralmente en todas las virtudes bajo el imperio de la caridad".
"Cualquier espiritualidad que haga consistir la perfección cristiana en algo distinto de la caridad es falsa. Casi siempre en la historia de la espiritualidad los errores han venido de afirmar un cierto valor cristiano sin la subordinación debida a la caridad".
Este artículo, francamente y sin ánimo de ofender, está muy por debajo del nivel al que Eck nos tiene acostumbrados. Sobre todo porque la crítica al P. Iraburu es gratuita. A fin de cuentas, lo que dice el P. Iraburu es evidente: para el que está sometido a obediencia, el ejercicio práctico de la caridad también está sometido a obediencia. Por ejemplo, puede que mi hijo quiera, laudablemente, dar todo lo que tiene a los pobres en un ejercicio heroico de caridad, pero si yo le mando que no lo haga, no debe hacerlo. Y si a escondidas lo hiciera, estaría haciendo mal y pecando. No por falta de caridad, sino por falta de obediencia, que hace que algunos ejercicios de la virtud de la caridad no sean correctos para esa persona en concreto. Lo mismo se podría decir de un religioso y su superior o de mil casos más. Otro ejemplo: un laico que quisiera recoger dinero para una obra benéfica en la iglesia de su parroquia. Por mucho que esté movido por una laudable caridad, si el párroco lo prohíbe, no debe hacerlo. Y si lo hace a escondidas está actuando mal.
ResponderEliminarEstá claro que hay personas y actividades que están sometidas a obediencia y la caridad no vale como excusa para saltarse esa obediencia. Es más, esa "caridad" desobediente sería una falsa caridad, por contraria a la voluntad de Dios.
Esto, que es evidente y es lo que dice el P. Iraburu, no se opone en nada al hecho también evidente de que hay casos en que no hay que obedecer una orden, porque o bien la orden es injusta o fuera de la competencia de la autoridad que la da. En esos casos, no es que haya desobediencia, sino que el superior no tiene derecho a mandar esas cosas (igual que una ley injusta no es ley). Como, por otra parte, el P. Iraburu sabe perfectamente y no ha negado nunca y de hecho ha afirmado innumerables veces en sus escritos.
Por supuesto que la caridad es superior a la obediencia, pero eso no implica que el caritativo no deba ser obediente. Si su caridad es verdadera, será obediente (y casto, y prudente y sincero, etc.). Si esa caridad no le lleva a practicar las otras virtudes es que es falsa caridad, porque las auténticas virtudes, como bien sabe Eck, no son contradictorias unas con otras, sino que, como los trascendentales del ser, convertuntur.
En cualquier caso, el pasaje citado de S. Pablo y S. Pedro no tiene nada que ver con esto, puesto que no era materia de obediencia, ya que no había orden ninguna de S. Pedro que S. Pablo estuviera desobedeciendo. Simplemente el Apóstol de los Gentiles criticó públicamente a S. Pedro a pesar de ser su superior porque estaba actuando mal, como era su obligación cuando hay peligro para la fe, como enseñaba Santo Tomás. Y como se ha hecho en InfoCatólica innumerables veces.
Así pues, tomar este pasaje para criticar una frase del P. Iraburu que no tiene nada que ver con él y, además, una frase que no solo es tradicional sino evidente desde el punto de vista de la moral, es ilegítimo y, si somos francos, difamador e injusto. Non decet. Y acusar de pelagianismo al P. Iraburu, que es el autor moderno en lengua hispana que con más empeño ha combatido incansablemente esa plaga resulta ya surrealista.
Aliquando bonus dormitat Homerus.
Completamente de acuerdo.
EliminarG.
Estimado Bruno,
EliminarMe parece que se equivoca usted de cabo a rabo. La crítica no es gratuita, es moderada, pues no incurre en insultos, descalificativos ni nada que se le parezca. Es argumentada, pues explica dónde está el fallo se la tesis que plantea el padre Iraburu y trata de darle respuesta más o menos satisfactoria.
El ejemplo que pone usted no es acertado. Toda virtud está moderada por prudencia, pues sin esta la virtud no es tal. Un exceso de caridad como el que usted propone no es caridad en absoluto. La virtud que mide a las otras es la prudencia, pues les da su valor y ayuda a discernir su oportunidad. El ejemplo de San Pedro y San Pablo es más que oportuno pues es un reflejo que ayuda a ver muchas situaciones donde se ha criticado, y muy duramente, a los que han hablado en contra del papa o han criticado sus decisiones. Artículos sangrantes hablando de hermanos católicos, tildándolos de filolefevrianos y cosas peores. O artículos criticando y tildando de herética la obra de uno de los mejores teólogos españoles del s. XX.
En el principio teórico estamos todos de acuerdo. Es en la práctica donde podemos patinar. Eso es lo que Eck, muy agudamente según mi pobre juicio, denuncia. Doy fe, y no sólo por haberlo vivido en misa carnes y haberlo visto en amigos míos seminaristas y sacerdotes, de que en la Iglesia hay un problema muy serio con la obediencia. En la teoría todos defienden lo de "no, no, en casos que atentan contra la moral y etc..." pero en la práctica se traduce en que cualquier persona que critique la Traditionis Custodes es tildado públicamente de filolefevriano, cismático, desobendiente y todo el plantel de calificativos en la línea.
La frase destacada, en sí misma, es el reflejo de esta mentalidad. Obedece, que si no es pecado no puedes hacer otra cosa. En teología moral destaca una figura hoy por muchos olvidada, la del padre Royo Marín. Entre otros muchos asuntos, el padre Marín habla mucho de las cuestiones llamadas prudenciales. Estas son cuestiones que no son de fe y de las cuales se puede actuar de un modo u otro sin incurrir en pecado. Hoy en día parece que las cuestiones prudenciales dependen del superior, y esto no es así. Un superior jamás podrá disponer de la conciencia o del intelecto de su subordinado por medio de la obediencia y, no obstante se hace y se justifica con el mismo lenguaje del artículo citado.
Estimado Bruno
EliminarNo dudo que el Padre Iraburu es un buen sacerdote que siempre ha defendido la sana doctrina y sería injusto hacer una deducción generalizada a partir de una opinión particular, pero hecha esa aclaración, con todo respeto me gustaría que me aclarara una duda.
Si como usted muy bien dice "es evidente que hay casos en que no hay que obedecer una orden o bien porque la orden es injusta o bien porque está fuera de la competencia de la autoridad que la da...", algo que según nos asegura "el Padre Iraburu lo sabe perfectamente, no lo ha negado nunca y de hecho lo ha afirmado innumerables veces en sus escritos", no me queda claro por qué entonces al Padre Iraburu le parece conveniente obedecer el motu proprio Traditionis Custodes, si siendo una orden injusta que está fuera de la competencia de la autoridad que la da no debería ser obedecida.
Estimado Bruno:
Eliminar1) Yo no he criticado gratuitamente al P. Iraburu, al cual reconozco que hace una labor encomiable y que tiene libros muy recomendables como los "Hechos de los Apóstoles de América" pero creo que se ha equivocado en ese párrafo y en el fondo de ese artículo.
2) Tanto el P. Iraburu como yo nos referinos a la Caridad como virtud teologal, la reina y la más alta, no a ser caritativos, que forma parte de la virtud de la liberalidad.
3) La Caridad siempre está por encima de la Obediencia. Yo obedezco a las autoridad eclesiástica por Caridad, por amor a Cristo y Sus Mandatos sino ¿Por qué tendría que hacer caso a personajes como Francisco, Osoro y otros? Dicho de otro modo: Obedezco porque Amo y no al revés.
4)De hecho, los ejemplos que pone usted muchas veces fueron subvertidos por los santos como Sto Tomás de Aquino y otros ¿Pecaron cuando desobedecieron a sus padres?¿Pecó S. Juan de la Cruz cuando desobedeció a sus superiores escapando de Toledo o Sta Teresa cuando por caridad rompía la regla carmelita? Dice usted: “un laico que quisiera recoger dinero para una obra benéfica en la iglesia de su parroquia. Por mucho que esté movido por una laudable caridad, si el párroco lo prohíbe, no debe hacerlo. Y si lo hace a escondidas está actuando mal. “ Pues depende del caso. Si es por grave necesidad, debe hacerlo; si el parroco lo prohibe por motivos malos, puede hacerlo. El párroco sólo lo puede prohibir legitimamente por causa justificada sono el que peca es él. Las cosas ya no son tan evidentes como parecen porque aquí tiene que intervenir otras virtudes superiores a la obediencia y al Juicio: v.g. la Prudencia.
5)Estoy de acuerdo con usted en que la caridad puede ser una excusa para desobedecer órdenes justas, buenas y legítimas pero prefiero ese peligro al contrario.
Eliminar6) Las virtudes no son contradictorias entre sí, al revés, se suelen llamar las unas a otras pero las superiores ordenan a lan inferiores y no al revés. Ya decía con su sagacidad Chesterton que uno de nuestros grandes males es el de las virtudes locas por estar solas o descolocadas. Aquí tenemos un caso.
7) ¿Cómo sabe si una orden es injusta o si tiene potestad o competencia para mardar lo que manda sin juzgar a su superior? Ergo hay cosas por encima de la obediencia y que la ciñen. Ya sé que usted, el padre y yo en la teoría sabemos que si lo son, no hay que obedecer pero ahora le pregunto ¿Hay que obedecer una orden basada en mentiras y falsedades demostrables, injusta, contra derecho y que daña objetivamente a la Iglesia como el TC? El P. Iraburu dice en este caso que si... Podría entender esta obediencia pro bono pacis Ecclesiae, por no dar motivo de escándalo a los más débiles, por no desgastar más la muy débil autoridad de la jerarquía, por no dañar a los tradicionales, que sea peor el remedio que la enfermedad y cientos más prudenciales pero él la justifica y la viste con pasajes de los Padres. No estamos hablando de adiaforas sino del meollo de la vida cristiana. En definitiva, no entiendo al padre Iraburu en este caso.
9) Siguiendo sus palabras, si San Pedro le hubiere dado mandato de obedecer a S. Pablo en este tema ¿Hubiera tenido que obedecer el Apostol de las Gentes? No. Por otra parte la desobediencia no es solo desobedecer una orden, es alzarse contra una autoridad o contra su ejercicio: “ No-oirle/ des-ob-audientia” Por lo menos así lo vieron los Padre y grandes teólogos al hablar de resistirle tanto en sus mandatos, en su ejercicio como en sus ejemplos. No hacen muchos distingos porque la jerarquía no es solamente política sino doméstica.
9) Creo que no ha entendido lo que he quedido decir. A pesar de estar escrito en estilo zumbón, todo lo que digo en el artículo me lo tomo en serio. La frase es un descubrimiento porque resume muy bien el aspecto que hablo y tomada literalmente lleva directamente a esa clase de pelagianismo basado en el voluntarismo. Aquí puedo hablar del enemigo de mi tocayo: Lutero que para salir de esta sartén cayó en las brasas contrarias del fideismo. Como muchos males, pasan desapercibidos so color de fe, incluidas mis opiniones.
El artículo iba más a exponer a través de esa frase uno de nuestros mayores males, nada más.
Creo que no ha entendido nada del magnífico artículo.
EliminarLa cita que pone Eck de Iraburu es clara. La caridad debe regirse por la obediencia. La tesis de Eck. La obediencia se debe regir por la caridad.
EliminarUsted argumenta a favor de su tesis que el ejercicio práctico de la caridad debe ser obediente.... Lo cual es réplica exacta de la expresión de Iraburu... Y es más, ud. afirma que es expresión del pensamiento del p. Iraburu. Osea pone ejemplos donde la caridad sería regida por la obediencia.
Pero no sé al final si ud esta viendo el problema planteado por Eck, porque los ejemplos que usa no son ejercicio práctico de la caridad como virtud madre sino de la liberalidad.
Usted tiene razón al afirmar que no se puede disponer de los bienes en usufructo. Ni se puede hurtar para hacer un bien.
Pero no son casos de caridad. O actos caritativos sino de una donación desordenada.
Y por lo tanto, no son propiamente ejemplos de actos caritativos. La caridad no está en pugna con la justicia.
Y por esto: no son verdaderos ejemplos de que la Caridad es regida por la obediencia.
Usando sus mismas palabras... Sus ejemplos no tienen nada que ver con el tema.
Debería usarse el término caridad estrictamente en la argumentación para ver si es verdad que la caridad es regida. Y ahí está el punto. Regida... Por la obediencia.
Si usted lo demuestra, podrá afirmar que Eck es injusto. Difama a Iraburu y etc...
Pero con esta defensa, me parece, le da la razón a Eck.
Fuenteovejuna:
EliminarPregunta usted: "no me queda claro por qué entonces al Padre Iraburu le parece conveniente obedecer el motu proprio Traditionis Custodes, si siendo una orden injusta que está fuera de la competencia de la autoridad que la da no debería ser obedecida"
La respuesta es sencillísima y se la puedo dar porque él lo ha explicado perfectamente: porque considera que no es una orden injusta (en el sentido tomista, claro, lo que no quiere decir que sea acertada, bienintencionada u oportuna). Y es una postura razonable y perfectamente admisible, porque a) se trata de una cuestión prudencial en la que puede haber opiniones diferentes y b) la presunción siempre es que las órdenes de la autoridad son justas, de manera que la carga de la prueba recae en el que considera lo contrario (de otro modo, la Iglesia sería el caos y no existiría autoridad ninguna).
Es decir, si alguien cree que se equivoca, muy bien, que dé los argumentos oportunos, que es lo que se hace con otros cristianos de buena voluntad cuando uno cree que están equivocados. Criticarle durísimamente porque hace de buena fe lo normal en un cristiano es absurdo y se parece mucho a la actitud del que quiere obligar a los demás a hacer lo que dice porque no tiene los argumentos necesarios para convencerles.
Anónimo de las 21:38:
EliminarDice: "Creo que no ha entendido nada del magnífico artículo"
Creo que no ha entendido usted nada de mi respuesta. La diferencia es que yo he dado argumentos. Usted solo descalifica desde el anonimato. Dios le bendiga.
Anónimo de las 15:15:
EliminarDice: "La cita que pone Eck de Iraburu es clara. La caridad debe regirse por la obediencia. La tesis de Eck. La obediencia se debe regir por la caridad"
No, eso no es cierto. Usted deforma lo que se ha dicho para llevar el agua a su molino. Un strawman de libro. Lo que dice la cita es que "ha de regirse en su ejercicio concreto". ¡En su ejercicio concreto! La caridad no está regida por la obediencia en sí misma, pero su ejercicio concreto sí puede estarlo. Que es exactamente lo que dice mi ejemplo. Y que es algo evidente, porque una caridad desobediente no sería verdadera caridad.
Dice usted que mis ejemplos no son "actos caritativos sino de una donación desordenada", pero eso no es cierto. El acto en sí no tenía por qué ser desordenado. Muchos santos han dado todo lo que tenían a los pobres. Ese acto de mi hijo podía ser perfectamente verdadera caridad. O, si no lo quiere tan extremo, digamos que él, movido por una auténtica caridad, quisiera ejercer esa caridad dando a un pobre los veinte euros que le han regalado por su cumpleaños. Y yo le mandara que no lo hiciera. Es evidente que el debe seguir teniendo caridad para con el pobre, pero no puede ponerla en práctica dándole los veinte euros porque eso sería desobediencia a su padre y un pecado. En sí mismo, el acto está movido por la caridad y es perfectamente ordenado. Pero la obediencia hace que no sea moralmente bueno. Tendrá que poner en práctica su caridad de otras maneras que no entren en conflicto con la obediencia.
¿Ve? Está usted buscando tres pies al gato. O cinco, como dicen en América. Lo que ha dicho el P. Iraburu es tradicional y evidente. Y usted mismo le diría eso mismo a su hijo en un caso igual. No hay absolutamente nada de raro en ello.
(I) Estimado Eck:
EliminarMe disculpo ya de primeras por la longitud de la respuesta. Y le agradezco la suya.
"Caridad como virtud teologal, la reina y la más alta, no a ser caritativos, que forma parte de la virtud de la liberalidad."
El P. Iraburu no ha hablado de la caridad en sí misma, sino expresamente de su ejercicio (algo que usted no ha subrayado con la negrita, lo que es significativo de que no concuerda bien con su tesis). Y la caridad se ejerce mediante actos movidos por la caridad, ya sean de generosidad (como en mi ejemplo), de sacrificio, de paciencia, de adoración y alabanza (si es caridad dirigida a Dios), etc., porque la caridad no es amorfa, sino que es paciente, servicial, generosa, etc.
Dice: "La Caridad siempre está por encima de la Obediencia. ... Obedezco porque Amo y no al revés"
Claro. Y el P. Iraburu no ha dicho nada en contra de eso. Solo ha dicho algo muy específico (y distinto) que es verdad: una caridad que se ejerza contra la (verdadera) obediencia no sería verdadera caridad. Ninguno de nosotros lo negaría. Al criticar la frase y, sobre todo, al sacar esas conclusiones que nada tienen que ver con ella, está buscando tres pies al gato. O, dicho de otra forma, la está usando sin darse cuenta de excusa, deformándola y tomándola en el peor sentido posible, que claramente no es el que le da el autor.
Dice usted: "Pues depende del caso. Si es por grave necesidad..."
Muy bien. Nada que objetar. Pero lo único que muestra eso es que hay excepciones. Ergo lo que ha dicho el P. Iraburu es lo que normalmente es cierto, si no estamos en ninguna de esas excepciones. En condiciones normales, el ejercicio práctico de la caridad debe someterse a la obediencia.
Desde luego, el P. Iraburu no niega que haya excepciones a la obligación de obedecer una orden, como dije en mi comentario. Es que no se puede negar. Es doctrina de la Iglesia.
"pero prefiero ese peligro al contrario"
Y eso dice bien de usted. Pero lo correcto es no errar ni a la derecha ni a la izquierda, sino hacer lo que más le agrada a Dios en cada caso. En cualquier caso, si dice que “la caridad puede ser una excusa para desobedecer órdenes justas, buenas y legítimas” reconoce usted que es cierto lo que está diciendo el P. Iraburu en la frase de marras (como por otra parte es inevitable, porque ambos son católicos y creen lo que enseña la Iglesia en esta materia).
"Las virtudes ... se suelen llamar las unas a otras las unas a otras pero las superiores ordenan a lan inferiores y no al revés. Ya decía con su sagacidad Chesterton que uno de nuestros grandes males es el de las virtudes locas por estar solas o descolocadas. Aquí tenemos un caso."
Vuelve usted a olvidar lo que dice la frase: ¡en su ejercicio! Que es algo evidente. Hay actos movidos por la caridad que no son buenos, porque van contra la obediencia. Y eso no va contra su principio, porque, como decía usted antes, la misma obediencia, si es verdadera, está basada en la caridad, así que no hay peligro de que una verdadera obediencia esclavice a la caridad, porque es una expresión de ella.
(II) (respuesta a Eck)
EliminarDice: "Ya sé que usted, el padre y yo en la teoría sabemos que si lo son, no hay que obedecer pero ahora le pregunto"
Hasta donde puedo ver, aquí me está demostrando que su crítica de la frase era injusta, porque dice que el P. y usted creen lo mismo sobre el tema de la obediencia. Luego el problema no está ahí (y por eso le decía que la crítica a la frase sobraba), sino en los otros temas concretos que vienen a continuación. Ahora los comento, pero mi postura es que, si es ahí donde está el desacuerdo, porque "en la teoría" no hay desacuerdo, critique usted esas cosas y, sobre todo, dé argumentos para mostrar que hay algo errado en esas opiniones concretas. En cambio, todo lo anterior parece más bien una especie de búsqueda de la "moral high ground" a priori que absolvería del esfuerzo de esa argumentación y la haría innecesaria.
Dice: "¿Hay que obedecer una orden basada en mentiras y falsedades demostrables, injusta, contra derecho y que daña objetivamente a la Iglesia como el TC?"
Depende. ¿Esos errores la vician de raíz o solo son la habitual miseria y falibilidad humanas pero no la invalidan? ¿Es injusta en el sentido de Santo Tomás o solo producto de una cierta mala leche, como decimos en España, que no llegaría a hacer injusta la orden? ¿Verdaderamente es contra derecho teniendo en cuenta que la Iglesia tiene la facultad de regular si el sacerdote celebra o no en absoluto (y el que puede lo más puede lo menos)? ¿No hay una pendiente resbaladiza en lo del “daño objetivo” que nos llevaría a obedecer solo las órdenes con las que estamos de acuerdo, lo que, de facto, destruiría por completo la obediencia? Todas esas preguntas y otras muchas similares sobre el tema son razonables. Y como cuestiones prudenciales, pueden dárseles razonablemente respuestas diferentes, porque no son ni mucho menos sencillas. A eso se suma que usted, si le entiendo bien, considera que la reforma litúrgica fue un completo desastre y un daño para la Iglesia, pero hay muchos buenos católicos que no lo creen así, aunque puedan deplorar algunos aspectos concretos de esa reforma. Todo esto en conjunto hace que no sea nada raro que el P. Iraburu y usted y yo mismo, partiendo de los mismos presupuestos teóricos, podamos llegar en este caso a conclusiones diferentes.
Dice usted: “¿Hubiera tenido que obedecer el Apóstol de las Gentes? No.”
O sí. Eso es lo que se discute. Si usted da por sentado que no solo tiene razón, sino que todo el que llega a una conclusión diferente lo hace por un sentido deformado de la obediencia, entonces toda esta conversación sobra, porque lo que dice es fruto de ese apriorismo y no de ningún argumento.
“La frase es un descubrimiento porque resume muy bien el aspecto que hablo y tomada literalmente lleva directamente a esa clase de pelagianismo basado en el voluntarismo”
No. Tomada de forma truncada, no literal. Porque, aunque sabe que el P. Iraburu ha hablado del ejercicio de la caridad, sigue usted hablando todo el tiempo como si hubiera hablado de la virtud en sí misma. Y no es así. Le gusten o no mis ejemplos, creo que bastan para indicar que lo que dice el Padre I. se puede entender perfectamente en un sentido tradicional y no tiene nada de raro.
(III) (respuesta a Eck)
Eliminar“El artículo iba más a exponer a través de esa frase uno de nuestros mayores males, nada más”
Darle palos al pelagianismo (y al semipelagianismo) a mí me parece estupendo. De hecho, es una de las misiones fundamentales de InfoCatólica. Puedo decirle que hablamos constantemente de ello, porque, en efecto, es una de las grandes plagas modernas que aquejan a la Iglesia, si no la más grande. Y nuestra conciencia de ello se la debemos a que la lucha contra el pelagianismo es, quizá, lo más característico del P. Iraburu, la enseñanza que recuerda a todas horas, incansablemente. Por eso me llama tantísimo la atención que, sobre la base de una interpretación sesgadilla de una frase aislada, se le ponga como paradigma del pelagianismo. No está bien.
Si quiere pelearse con él por temas litúrgicos, hágalo, que ya es mayorcito y se defenderá o le convencerá usted o él le convencerá a usted. Pero ponerle como ejemplo de pelagianismo y voluntarismo, decir que iguala obediencia a Dios y obediencia a los superiores, etc. es injusto. Y objetivamente falso. Máxime cuando lo cierto es que en todas esas cosas cree lo mismo que usted en principio (aunque puedan ustedes diferir en cuanto a la aplicación prudencial en cuestiones concretas, como por otra parte les ha sucedido multitud de veces a grandes santos).
En cualquier caso, muchas gracias por esta interesante discusión. Ojalá pudiera darse como conviene: hablando sentados cómodamente, cara a cara y con unos vasos de algo bueno a la mano. O dando un paseo. Cualquier cosa menos tener que escribir en una pantalla.
Un saludo.
Estimado Bruno
EliminarSu respuesta me deja boquiabierto.
Usted no niega que el P. Iraburu seguramente advirtió que la orden puede ser injusta, pues cabe la posibilidad de que no haya sido "acertada, bienintencionada u oportuna", pero igual lo justifica porque "la presunción siempre es que las órdenes de la autoridad son justas, de manera que la carga de la prueba recae en el que considera lo contrario (de otro modo la Iglesia sería el caos y no existiría autoridad ninguna)".
Justamente, creo que esa "carga de la prueba" que usted exige para demostrar que la orden es injusta, Wanderer la desnuda aquí con argumentos más que convincentes.
Ocurre que, tal vez ofuscado por lo que supone una descalificación gratuita del Padre Iraburu, usted sale en su defensa con los tapones de punta olvidando que el tema central no es ese sino la orden injusta, algo que, si bien el Padre Iraburu no ignora, dado que emana de autoridad competente es preciso obedecer porque de lo contrario "la Iglesia sería el caos".
Francamente, no puedo estar de acuerdo, sospecho que si es así vamos cantando alegremente por una autopista de doce carriles camino al abismo.
Estimado Bruno,
EliminarJustifica usted lo injustificable, el error no es lo mismo que la mentira, la mentira ha de ejercerse de forma consciente. Una mentira invalida completamente una orden.
Una virtud jamás podrá aconsejar algo en contra de otra pues las virtudes se sostienen unas a otras. Así jamás una virtud verdadera, como usted dice, podrá ordenar algo en contra de otra virtud.
Ha convertido usted esto en una cuestión personal contra el padre Iraburu, cosa que nunca ha sido intención del autor. Él no llama pelagiano al padre, sino que dice que lo que está implícito en esa frase es el culmen del pelagianismo.
En la Iglesia, al menos en la latina, como he dicho, hay un problema muy serio con la vivencia de la obediencia y con la concepción de la misma. Lo que usted expresa es un ejemplo. Sólo una persona muy retorcida podría ver un atisbo de posibilidad de justicia en la TC. Canónicamente, que es mi campo, es insostenible, y no sólo porque se base en mentiras, que ya es bastante, sino porque su objeto mismo es la supresión de algo que, en palabras del propio Benedicto XVI, es insuprimible. El reciente "permiso" otorgado a la Fraternidad San Pedro, que presumiblemente se extenderá a todo los institutos ecclesia Dei, es una prueba de ello. Según el Papa, ahora mismo ellos están viviendo sin lex orandi, pues la única es la del rito Vaticano.
Aquí está la cuestión más grave y, al margen de giros lingüísticos y demás recursos literarios, el gran fallo de la posición "obediencialista". La obediencia es una virtud menor que rige la voluntad, y sólo la voluntad. Por obediencia, como he dicho en mi anterior comentario, no se puede obligar a someter el entendimiento, "pensarás esto por obediencia". San Pablo hubiera hecho lo que hizo se lo dijera quien se lo dijera, ya fuera San Pedro un otro.
Hoy en día muchos superiores, se amparan en los argumentos que muchos defienden, entre ellos el artículo citado, para darle una vuelta de tuerca a la obediencia y darle una posición que no le corresponde.
Por cierto, el ejemplo que pone usted en la respuesta al Anónimo del padre y el hijo. El hijo tiene plena libertad para dar su dinero a los pobres y su padre no tiene autoridad para ordenarle lo contrario. Cuántos hijos han entregado, ya no 20€, sino toda su vida a Dios en contra de los deseos de su familia. La orden del padre, en el caso que usted plantea, no es materia de obediencia.
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EliminarQuerido Bruno:
Le agradezco su respuesta.
1) No he escamoteado nada con las negrillas. Lo puse así porque la frase me pareció espectacular, como resumen de uno de los principales problemas ocultos de la Iglesia y en un contexto muy significativo. De esto trata el artículo.
2) Dos veces hablo del P. Iraburu. La cita y los dos puntos donde creo que se equivoca el padre. Así digo: "El primero es afirmar en la práctica que la Caridad está por debajo de la Obediencia pese al intento de mantenerse en la teoría dentro de la Tradición pero ¿Qué es en realidad la virtud sino el hábito de su ejercicio?"
El hábito de su ejercicio es “en su ejercicio concreto” del P. Iraburu. Las virtudes se encarnan, por así decir, en la elección (electivo) y ejercicio (acto) de las acciones de cada persona. El acto es concreto y definido para toda criatura. Decir esto es igual que decir que la Obediencia está por encima de la Caridad porque no existen virtudes sin su ejercicio y estos deben ser siempre concretos. No he dejado de subrayarlo sino que toda la segunda parte del escrito habla de ello o ¿por qué cree que empiezo hablando de su ejercicio, de la ascésis de los Padres y su concepción de la obediencia?
3) El problema del escrito del P. Iraburu está en que en la teoría se mantiene en la Tradición menos en que, en su ejercicio concreto, pone delante la obediencia. Esto hace que todo el edificio se derrumbe desde sus cimientos. Un acto de obediencia puede ser la mayor manifestación de Caridad pero aún este depende de las virtudes teologales que le deben regir en todo: fin, medios y ejercicio.
4) El P. Iraburi ha dicho lo que ha dicho: “la caridad en su ejercicio práctico ha de regirse por la obediencia, pues lo que se obra contra ella, no es caridad. ” no lo que usted cita: “una caridad que se ejerza contra la (verdadera) obediencia no sería verdadera caridad. “ Dice que la virtud teologal ha de regirse en su ejercicio concreto por la obediencia. “Ha de regirse”, no si se ejerce contra la verdadera obediencia, que no es lo mismo. Por otra parte, el propio Padre se contradice en su escrito en otras cuestiones. Habla de la primacía de la obediencia en la historia de la salvación para decir en el apartado de Abraham: “La fe del que escucha a Dios y le cree (obaudire) hace posible la obediencia (oboedire).”
Hasta el propio padre estuvo dudando de lo que puso. Fácil es de averiguar. No sé si alguien se ha dado cuenta de que no reproduje literalmente las palabras del P. Iraburu porque él puso: ”la misma caridad, la reina de todas las virtudes, la que da valor y mérito a todas las demás, ha de debe regirse en su ejercicio concreto por la virtud de la obediencia.”
5) Es muy curioso que use la palabra “excepciones” para estos casos. Espero que haya caido en que aquí no hay excepciones. El llamar excepciones a estos casos es muy significativo porque en la práctica se tiene la concepción de la obediencia que critico y al chocar con la caridad se tiene que buscar “excepciones” para salvar el principio tradicional de que la Caridad es lo primero. Cosa que puede dar a una casuística florida como pocas.
EliminarUsted mismo lo dice: “Esto, que es evidente y es lo que dice el P. Iraburu, no se opone en nada al hecho también evidente de que hay casos en que no hay que obedecer una orden, porque o bien la orden es injusta o fuera de la competencia de la autoridad que la da. En esos casos, no es que haya desobediencia, sino que el superior no tiene derecho a mandar esas cosas (igual que una ley injusta no es ley).” Como nadie da lo que no tiene, no se puede mandar lo que no se puede, por lo tanto no se le puede dar obediencia. No es una excepción sino una conclusión lógica pero la concepción legalística de la obediencia lo hace ver desde el punto de vista jurídico donde si se dan excepciones a las normas generales: v.g. Que una ambulancia se salte las normas de tráfico al llevar a un paciente a urgencias.
6) "pero prefiero ese peligro al contrario" No dice ni bien ni mal. Claro que prefiero que no se den estos casos pero como no estoy en el paraiso prefiero el grado menor de un mal a uno mayor. Entre el Comunismo y el Liberalismo prefiero el segundo porque por lo menos tiene cierto respeto por la libertad que el segundo ni siquiera lo tiene. Y lo digo con pena pero he visto más gente destrozada espiritualmente por la obediencia indebida que por lo contrario porque la primera niega una facultad humana frente al descontrol de la contraria, que siempre puede encauzarse. Se puede reformar una vida pero resucitar a un asesinado solo lo puede hacer el Señor.
7) Este parrafo lo veo contradictorio “Vuelve usted a olvidar lo que dice la frase: ¡en su ejercicio! Que es algo evidente. Hay actos movidos por la caridad que no son buenos, porque van contra la obediencia. Y eso no va contra su principio, porque, como decía usted antes, la misma obediencia, si es verdadera, está basada en la caridad, así que no hay peligro de que una verdadera obediencia esclavice a la caridad, porque es una expresión de ella. “
Pondré un ejemplo jurídico:
“Vuelve usted a olvidar lo que dice la frase: ¡en su ejercicio! Que es algo evidente. Hay mandatos por la Constitucion que no son buenos, porque van contra las leyes orgánicas. Y eso no va contra su principio, porque, como decía usted antes, las mismas leyes orgánicas, si son verdaderas, están basadas en la Constitución, así que no hay peligro de que una verdadera ley orgánica esclavice a la Constitución, porque es una expresión de ella. “
Es decir, el ejercicio de una facultad suprema (la caridad) es inferior al ejercicio (la obediencia) de una facultad secundaria (la justicia) basada en el ejercicio de la facultad suprema (la caridad). Lo que yo digo es que la caridad ordena las virtudes inferiores y las da vida como el alma al cuerpo y se ejerce a través de ellas poniéndolas en acción.
8) a) Toda decisión basada en una mentira y una injusticia es mala e irreformable. Si acuso a un inocente falsamente y le ejecutan por ello; ya me dirá usted como se puede reformar o regular para que sea buena...imposible. Y esto sin hablar de las contradicciones internas del TC ya hiperglosadas.
Eliminarb) El Papa no regula (y en esto hay límites legítimos también a su autoridad, no es ilimitada) sino que va más allá, negando la condición de Lex orandi a un rito que la tiene por esencia y actuando en consecuencia. Por otra parte muchos teólogos y papas niegan que tenga ese poder: Suarez, Belarmino, Cano, Pio V, Benedicto XVI por no hablar de las Iglesias Orientales.
c) Mi visión sobre la reforma litúrgica ya la di aquí en este blog: las 3 entradas de “La Tragedia del Rito Romano. Se la resumo: “El mal del Rito Vaticano no está en que no sea un rito santo ni siquiera en que sea artificial sino en la voluntad de sustituir a su hermano para obtener una legítimidad espiritual que solo la historia puede dar, que la autoridad pontificia es incapaz de otorgar pese a la intención de Pablo VI y sus sucesores.(...) Toda la Iglesia reclama el rito desaparecido al ver la injusticias (sic) de arrancar uno de los ritos legítimos provenientes de los Apóstoles. ”
9) Pues no hubiese tenido que obedecer en ese caso: En esto están concordes los padres, los santos y los doctores cuando ni siquiera distinguen aquí los mandatos del ejercicio del Papa. Y habiendo tantos testimonios de santos y sabios en la cuestión, con un canón de un concilio ecuménico por medio: “Anatematizamos a los inventores del nuevo error, es decir, Teodoro, Sergio… y también a Honorio, que no intentó santificar su Iglesia Apostólica con la enseñanza de la tradición apostólica, sino que por una traición profana permitió que su pureza fuera manchada”.(III Concilio de Constantinopla) .
10) Comete un error al juzgarme y ser tan paternalista. Sólo he escrito de liturgia una vez pues no es mi campo: Soy de formación medievalista, no liturgo.Y aquí si voy a hacer una excepción a una norma muy querida por mi. Usted habla como si fuera el P. Iraburu sin serlo, yo le contexto como el autor de este artículo siéndolo. Así que de usted solo tenso SU interpretación, no la del propio padre Iraburu por lo que no sé si será la de él o no. De mi texto tiene Mi interpretación de Mi propio texto.
No le he puesto de ejemplo de pelagianismo pero su frase tomada tal cual puede caer en ello y lo intento explicar como puedo en medio de dificultades de expresión de temas muy delicados y dificiles. Puedo conceder que se explicó mal y que considera la obediencia necesaria para la Caridad, concedo porque es verdad aunque usted lo pone imposible con su explicación. Sé su lucha en Infocatólica porque la leo desde que se fundó y sus meteduras de pata como fueron sus 7 artículos antifilolefrevistas...
Ultimo tampoco el padre es infalible (ni yo, que conste) en todo lo que dice y escribe por lo que se le podrá criticar dando nuestras razones, que espero que sean dignas aunque puedan tener error. Tampoco se olvide que Jansenio luchaba contra el protestantismo con toda su alma y, sin embargo, cayó en ese mismo error pero en vez de la Fe por la Gracia... Del error no se libra nadie en este mundo, ni siquiera el P. Iraburu y ni yo, por supuesto.
Nota: Menos el paternalismo de su ultimo párrafo, considero su escrito sino un ejercicio de caridad, el cual agradezco.
Un saludo en Cristo.
Concuerdo totalmente con la crítica de Bruno al artículo. Creo que la postura general del P. Iraburu respecto a la obediencia es correcta y la acusación que contiene el artículo es excesiva.
EliminarAhora bien, la indicación concreta ante TC es muy discutible. TC contiene una contradicción fundamental en el núcleo de su "enseñanza". El punto primero niega que la celebración de la Misa tal como se ha celebrado siempre (y si uno quiere ser muy puntilloso, desde la reforma de S. Pío V) no es expresión de la lex orandi de la liturgia latina. No lo dice así, cierto, pero al decir que la Misa nueva es la única expresión es evidente que está negando que haya otra expresión posible. De hecho, la restricción brutal de lo que se llamaba "forma extraordinaria" viene de esa primera afirmación.
La contradicción estaría en el hecho de que la liturgia antigua no quede absolutamente prohibida. Si no es expresión de la lex orandi, no debería poder utilizarse en ningún caso. Si se permite es porque sí es expresión. Y nadie niega la potestad del Romano Pontífice para legislar en materia litúrgica, como así lo hacía SP.
Entonces, si el primer artículo y fundamento de todos los demás es contradictorio con el resto del articulado, no veo cómo tal cosa puede ser obedecida. Yo soy defensor de la obediencia perfecta según el género de vida, pero un mandato contradictorio no puede ser obedecido por defecto del mismo mandato. Creo firmemente que éste es el caso de TC y que la actitud de resistencia no incumple en absoluto la obediencia. Por tanto, en este aspecto práctico, creo que el P. Iraburu se equivoca.
Al final, el debate entre Eck y Bruno Moreno me ha resultado decepcionante. El punto crucial del debate, que es si se ha de obedecer o no a Traditionis Custodes, la ha inclinado Bruno Moreno a su favor, afirmando que no es injusto el motu proprio aunque pueda ser producto de una cierta mala ¿intención?, porque, en todo caso, la decisión de restringir la Liturgia tradicional pertenece al ámbito de lo prudencial. ¡Ay, prudencia, cuántas cosas se dicen en tu nombre!
Eliminar¿Resulta prudente acabar con la Santa Liturgia que es la Tradición a plena potencia como la calificó Gueranger? Estos conservadores, como dijo en su día Balmes, conservan los logros revolucionarios, porque la mal llamada reforma litúrgica fue sencillamente revolucionaria, como contraria a la Tradición.
Debería resultar inquietante y alarmante a estos buenos católicos conservadores considerar que más de un ilustre protestante haya sostenido que no encuentran ningún inconveniente teológico para celebrar la cena del Señor con el misal de Pablo VI. Y en esto, como dijo Romano Amerio hace ya bastantes años, los jueces para decidir la certeza o no de tal afirmación son los propios herejes. Lo que digo, decepcionante.
Estimado Francisco José Delgado:
EliminarEl P. Iraburu escribió lo que escribió. Se podría interpretar como una demasía retórica con fines prácticos en su loa de la obediencia pero esa ilusión me la han quitado sus interpretes que la interpretan tal cual. Usted dice que la postura general del padre es la correcta, yo también pero se hunde en el pequeño detalle de que dice que la Obediencia rige la Caridad (me da igual si en teoría o en la practica: no existen virtudes sin su ejercicio) cuando es al revés y esto destruye todo el edificio. No hablo de si es necesaria la obediencia para la caridad porque si lo es. La conclusión en el tema del TC es obvia: debe ser obedecido perinde ac cadaver, sin oposición. La única "excepción" es si la jerarquía manda algo pecaminoso pero en el caso del TC eso no se da... olvídese de si tienen o no potestad o jurisdicción el Papa o los superiores porque lo que pueda alegar cae por debajo de la Obediencia, que ha destronado en el ejercicio práctico hasta a la Caridad, reina y señora de todas las virtudes. No hablemos pues de la Justicia y otras. Yo ya no sé cómo explicarlo los errores nefastos que provoca esto.
A lo que voy es que usted no demuestra en absoluto que la presentación que hace el P. Iraburu de la obediencia no es la correcta. La critica, pero sin fuentes o argumentos que realmente destruyan lo que Iraburu sostiene. El recurso a la corrección de S. Pablo a S. Pedro es harto conocido, pero no supone realmente un argumento, porque lo que hace Pablo no es, en sentido alguno, desobediencia. Es más, en la presentación que S. Ignacio hace de la obediencia ciega (que yo defiendo y he defendido también en infocatólica), él mismo dice que el súbdito tiene la obligación de presentar reservas al superior.
EliminarBien. Sin querer discutir sobre este tema, pues todo está ya dicho y las posturas claras, lo que digo es que la presentación de la obediencia que hace Iraburu en relación al asunto concreto de Traditionis Custodes no conlleva necesariamente la ejecución de lo mandado en dicho documento. Es decir, pienso que se puede perfectamente defender que la obediencia perfecta es la obediencia ciega ignaciana y, sin embargo, que en virtud de dicha obediencia ha de resistirse lo mandado en TC.
Por si es mi interés, mi defensa de la obediencia ciega en un asunto semejante es ésta: https://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=28360
Sigue usted sin querer entender mi artículo. Lo único que critico al P. Iraburu es su frase de que la obediencia está por encima de la caridad, no en el resto de su escrito aunque lo hace inútil de raiz.
EliminarPara qué quiere argumentos si ustedes no me han contestado ni refutado el mío: ¿Cómo lo superior puede estar sometido a lo inferior en algo que toca a su ser como es el acto que le da forma? Sobre las fuentes, no he visto citar a ninguna en vuestras respuestas en contra de mi opinión en este punto fundamental.
Respecto al incidente de Antioquía: Sto Tomas habla de que S. Pablo resistió el "ejercicio" del Papa (Comentario a la Carta de los Gálatas, 9). Los teólogos posteriores meten en el mismo saco de la resistencia órdenes y actos del Pontífice: Suarez (Suarez, De Fide, disp. X, sect. VI, n. 16), Belarmino (de Rom. Pont., Liber 2, Cp.29) y otros. No he consultado a Torquemada ni Vitoria ni Melchor Cano pero seguro que andan por el mismo sendero. Por otra parte le dice esto S. Pablo a Cefas: " ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar?" (Biblia platense). No sé mucho griego pero el verbo “anagkazo” es obligar, forzar, imponer... no en balde está relacionado con “anagkeé”-la necesidad, el destino, la fuerza del sino. S. Pedro obligaba a los demás con su autoridad a obedecer su ejemplo hasta que el Apóstol de las Gentes le paró los pies. No es un mero mal ejemplo cuando Saulo se lo reprocha así.
Respecto al TC siento decirle que su pretensión es contradictoria pues no siendo pecado manifiesto el obedecer el TC pues no le impide ni los sacramentos ni la vida litúrgica normal (perfectamente la tiene en el Novus) no sé qué le puede oponer con su obediencia ciega y la tesis iraburiana puesto que se atreve a juzgar a sus superiores y a desobedecer sus claros mandatos en una cuestión prudencial y sobre la cual tienen potestad. Lamento decirle que aquí y desde sus presupuestos el P. Iraburu es coherente y tiene razón para pedir obediencia total al TC al modo del santo de Loyola:
“El tercer medio para sujetar el entendimiento es aún más fácil y seguro y usado de los santos Padres, y es: presuponiendo y creyendo (en un modo semejante al que se suele tener en cosas de fe) que todo lo que el Superior ordena es ordenanza de Dios nuestro Señor, y su santísima voluntad; a ciegas, sin inquisición ninguna, proceder, con el ímpetu y prontitud de la voluntad deseosa de obedecer, a la ejecución de lo que es mandado.” (Carta a la obediencia, punto 5)
Y la representación a los superiores de la que habla S. Ignacio (punto 6) es mínima, de pasada y no desarrollada. No habla de resistencia o de hacer lo contrario ni de sus condiciones sino de una comunicación al superior y un mero dejar de hacer lo ordenado (“la ejecución de tomar o dejar la cosa de que se trata”).Conociendo perfectamente la idea ignaciana de obediencia no sólo por haberla leído sino por haberla vivido ya que he pertenecido años a grupos jesuitas, me parece muy poco gancho para tanta cosa que hay que colgar de él. Que quiere que le diga, en esto confío más en el p. Leonardo Castellani SJ en su célebre Carta de la Obediencia (en “Cristo y los fariseos”) y en su obra “El risueñor fusilado”.
Por cierto, la celebre carta exhortatoria de S. Ignacio no es de él, que sólo la reviso y autorizó, sino del P. Polanco, de género exhortatorio en forma de carta y en un contexto determinado, no una obra general sobre el tema por lo que no se puede tomar con obediencia ciega a sus afirmaciones y al pie de la letra sus hipérboles (hasta el propio santo lo da a entender).
Suyo, Eck
GASTÓN: Son enseñanzas como las de Iraburu las que explican por qué ha sido tan devastadora la crisis de la Iglesia porque miles de "maestros" como Iraburu han mantenido a la masa católica conservadora en la más completa pasividad frente a los demoledores. Demoledores eclesiásticos, quiero decir, porque aquí no se ha tratado de una persecución desde el exterior. Además de hacerles a estos demoledores el trabajo sucio de denigrar a los pocos que se atrevían a resistir. Y todo ello induciendo a la masa católica en cuestión a pensar que de esa forma daban gloria de Dios. Y sin pararse jamás a pensar, después de más de 50 años, cuáles estaban siendo los frutos de esta actitud sumisa de millones de católicos.
ResponderEliminarImpecable!
ResponderEliminarY aún así,iluminado el entendimiento y con una caridad que busca ser ardiente,que difícil es arguir no digo ya enfrentarse a la autoridad,después de tantos años en el ejercicio de la falsa obediencia.
No solo por que ella pretenda imponerse desde fuera,sino por la propia conciencia,que mal formada en este aspecto,le reprocha a uno su aparente falta de humildad.
Impecable y esclarecedor artículo,para un viejo "obediente".
El ruso blanco (hoy más que nunca RUSO!)...y cautivo.
Estimo que no defenderá al Boris Godunov II que está aniquilando a los ucranianos.
EliminarIvan Grozny
Confundir la obediencia a Dios con la obediencia al superior jerárquico eclesial, es una forma de idolatría, y solo puede generar la risa socarrona de satán en el infierno. Ahí también todos obedece, y no por eso son santos o se salvan.
ResponderEliminarEscrutropo
En el infierno no obedecen,pues no son libres de hacer eso.
EliminarDe hecho, Nuestro Señor aclara que sí obedecen y es un reino unido. Dos virtudes que aparentemente alcanzan para la santidad conservadora. ¿Será que lo tomaron de modelo? Para obedecer no se necesita ser libre, de hecho, es una renuncia a la libertad. Esto último, ocurre cuando pecamos y aceptamos la servidumbre a satán.
EliminarEscrutropo
¿Cómo debe ser un acto de obediencia?
EliminarAl hombre Dios «lo crió desde el principio y lo dejó en manos de su consejo» (Ecl. 15, 14). Esto significa que el hombre, en todo, ACTÚA POR LIBRE VOLUNTAD y deliberación propia, tanto en lo que decide por sí mismo como en lo que hace obedeciendo a sus superiores (a. 1, ad 1).
Así, y sólo de esta manera, un acto de obediencia puede ser plenamente humano (por cuanto procede del uso de la inteligencia y voluntad del hombre) y virtuoso (en razón de la reverencia debida al superior).
Sin libertad no puede haber virtud, y ejercer la virtud de la obediencia siempre conlleva el hacer un buen uso de la propia libertad. (Verdadera y falsa obediencia, marzo 2019, fsspx)
Bueno, si esas son sus fuentes, entiendo que cualquier respuesta va a tener otra cita como resultado. Tenga cuidado que en cualquier momento lo reemplaza un robot online (como los que usa el gobierno en los foros)
EliminarRick Hunter
Don Wander:
ResponderEliminar“El que obedece no se equivoca nunca”
Sin duda, ese axioma de gran tradición en las órdenes eclesiásticas signadas por el voto de obediencia, responde al piadoso deseo de allanarse, en el marco de la humildad cristiana, a la voluntad de Dios, a quien todo cristiano, de alguna manera debe obedecer, según nos lo enseñara nuestro Señor: “Hágase tu voluntad”. Una regla de la cual Él mismo Jesús, dio cumplimiento de ella hasta llegar a sus últimas consecuencias: “Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz, pero que no sea tal como yo quiero sino como quieres tú”.
No obstante, un tal axioma no significa que se deba acatar la voluntad de Dios, providencialmente expresada por la voluntad del superior, de modo totalmente incondicional o a ciegas, pues, ¿qué duda cabe de que Dios nos ha provisto de las pertinentes facultades racionales para discernir adecuadamente sobre la conveniencia o no de responder a un eventual mandato? Pues, aunque no fuera lo normal, siempre es posible que la orden del superior inmediato no se concilie con el sagrado mandato de obedecer a Dios: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Act. 5, 29). En orden a esto, toca a la conciencia de cada hombre fiel, contando con la segura asistencia del Espíritu Santo y el oportuno consejo de algún sabio consejero, reconocer, en cada caso, cuándo lo que manda el superior debe ser obedecido y cuándo no.
¡Dios protege a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
“El que obedece no se equivoca nunca”
Eliminar“El que madruga, Dios lo ayuda”
“Pájaro que comió voló”
etc
Recordemos que la obediencia no es una de las cuatro virtudes cardinales sino que es un elemento de la justicia. Consiste en aceptar, haciéndolas propias, las decisiones de quien posee y ejerce la autoridad, siempre que no vayan en contra de la justicia.
ResponderEliminarGran artículo. Dejé de leer al P. Iraburu hace tiempo y exactamente por esta razón.
ResponderEliminarCardo Ruso
Aparte tiene daltonismo jesuítico adquirido: si le dicen que blanco es negro (por ejemplo, que la misa nueva con payaso y bailongo es buena), afirmará que es blanco. Así no hay discusión que valga.
EliminarNacho
El tema de la obediencia es un tema sumamente espinoso porque nos coloca entre dos bienes deseables que a veces parecen incompatibles. ¿Cómo se armoniza la libertad de conciencia -y por ende el ejercicio de la caridad- con la obediencia? Puede parecer fácil a nivel teórico pero luego es difícil armonizarlo en la práctica. Si lo dejamos a la libertad de la conciencia individual nos instalamos fácilmente en un casuismo del que luego abominamos por convertirse a menudo en una especie de licencia universal para la subjetividad más desenfrenada. Y eso en una sociedad en que la "libertad" se ha convertido en un ídolo que, como alguien dijo, "está más cerca de la pasión cuasi neurótica por el camino propio y el resentimiento por la moderación de los adolescentes frenéticos y los niños malcriados que consideran toda autoridad como un mal". Por el lado contrario, si nos inclinamos por la obediencia incondicional nos encontramos con todas esas conductas sectarias y abominables abusos de poder que son aún más repugnantes cuando se producen en nombre de Dios. Con todos los defectos que pudo tener el Vaticano II intentaba resolver el conflicto apelando a una obediencia-discernimiento realizado en común, pero ya hemos visto que eso tiene también sus interpretaciones letales cuando se convierte en pista de despegue para pecados evidentes convertidos en "resultados del discernimiento". No tengo la pretensión de solucionar el dilema que creo que es particularmente difícil en estos tiempos en que se infiltran por doquier dentro de la misma iglesia posturas totalmente contrarias en combate unas con otras. En esto, como en todo, creo que "si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores". Que Dios nos ayude.
ResponderEliminarHace 2.000 años, por obediencia toturaron y asesinaron al Autor de la Vida. Supongo que los obedientolatras tienen una versión del Ave María en que corrigen a Nuestra Señora por acompañar un condenado por el Sanhedrin y encima llorarlo en público. Linda religión, por suerte no tiene nada que ver con el Catolicismo.
EliminarNacho
Estimado Quico: Ese dilema lo tengo muchas veces y no es nada fácil resolverlo, es estar entre Caribdis y Escila. Un paso en falso a un lado u otro y se cae en el abismo. Consecuencias del desorden que trajo el Pecado Original y en este caso agravadas por la inercia que llevaba la Iglesia del XIX y XX.
EliminarSe está cumpliendo en nosotros el dicho antiguo: "los padres comieron agraces y los hijos sufren dentera" Recemos para que este agraz lo convierta Cristo en vino dulce que alegre el corazón.
El problema de la obediencia refiere a otros asuntos anteriores. Veamos algunos: Por de pronto, la supuesta "virtud" de la obediencia no está catalogada como tal, como virtud, ni teologal ni cardinal, sino que es una cierta modalidad de la virtud de la Justicia (la única que posee notas características de alteridad, es decir un medium rationis y un medium rei relativamente autónomos, a diferencia de las otras virtudes que son todas interiores y no relativas a otro).
EliminarEn ese carácter, la sujeción a la decisión ajena está condicionada, como cualquier acto virtuoso, a la prudencia, a la templanza, a la fortaleza y, por supuesto, a la propia justicia, pues podría ocurrir que quien imparte una orden no tenga autoridad para hacerlo o exceda su competencia. Y desde luego, no puede prescindirse de las tres virtudes teologales que no pueden vulnerarse sin pecar.
Y por fin, no es lícito a quien está sujeto a obediencia abdicar de su propia conciencia, porque de hacerlo, peca gravemente y, por añadidura, no realiza un acto meritorio al obedecer y compromete su salvación eterna, pues al no realizar el acto meritorio que sería seguir la propia conciencia, sino acatar la ajena sin juicio propio, perdería su unión con la verdadera voluntad divina y, por consiguiente, la gracia santificante. Santo Tomás lo trata tangencialmente en la Cuestión 114, Iª-IIæ, Summa T. («El hombre merece cuando hace voluntariamente lo que debe; de lo contrario no sería meritorio el acto de justicia por el que se restituye lo que se adeuda»). Dice además Santo Tomás, acerca de la obediencia: «aunque alguien sufriese el martirio o distribuyera todos sus bienes entre los pobres, tales actos no serían meritorios si no estuviesen ordenados al cumplimiento de la voluntad divina, y esto indudablemente pertenece a la obediencia. Como tampoco serían meritorios si se obra sin caridad, virtud que sin obediencia no puede darse» (S. T. IIª-IIæ, q. 104, a. 3). A renglón seguido expone: «hay dos razones por las que puede acontecer que el súbdito no esté obligado a obedecer en todo a su superior. Primero, por un precepto de una autoridad mayor. Así, comentando aquel texto de Rom 13,2: Quienes resisten a la autoridad atraen sobre sí la condenación, dice la Glosa: Si algo te manda el procurador, ¿deberás cumplirlo si va en contra del procónsul? Más aún: si el procónsul manda una cosa y el emperador otra, ¿puede haber alguna duda en no hacer caso de aquél y servir a éste? Luego si el emperador manda una cosa y Dios otra, se debe obedecer a éste y no hacer caso de aquél.
Segundo, el inferior no está obligado a obedecer al superior si le manda algo en lo que el súbdito no depende de él. Y, en efecto, dice Séneca en el III De Benef.: Se equivoca el que cree que la servidumbre afecta al hombre entero. Su parte más noble está exenta. Los cuerpos están sometidos y entregados como esclavos a sus dueños; pero el alma es dueña de sí misma. Por consiguiente, en lo que se refiere a los actos interiores de la voluntad, el hombre no está obligado a obedecer a los hombres, sino sólo a Dios.» (ídem. artículo 5, aclarando en una de las objeciones que sólo a Dios la obediencia es "en todo" sin reservas, en tanto que la obediencia a los hombres es solamente dentro del orden competencia de cada cual.)
Esto es la doctrina más segura sobre el asunto.
Nota: Este artículo no es un ataque al P. Iraburu ni a su labor ni a Infocatólica. Es un comentario a una frase que me parece el resumen perfecto en su literalidad de uno de los principales males de la Iglesia e intento explicar por qué desde mi punto de vista: la obediencia voluntarista y que da lugar a un pelagianismo muy profundo.
ResponderEliminarSi creo que ese artículo está equivocado en el fondo aunque su intención sea buena por basarse en un falso presupuesto pero no quise entrar en ese tema porque no tengo opinión formada sobre si se debe ni si conviene desobedecer el TC. No tengo la gracia ni la caridad de S. Pablo para resistir a S. Pedro ni juzgo los motivos de aquellos que lo hagan por prudencia ni a de los que no lo hagan por prudencia también.
Otra cosa es considerar el TC como veraz, justo, legítimo y bueno y que se le debe obedecer bajo pecado meramente por estar firmado por el actual pontífice y llevar todo los sellos correctos. Ya se le puede echar todas las citas del Migne que por ahí no paso. Dios puede sacar bien del mal pero no hacer a lo malo bueno.
Nada más.
Eck: "que le hace a uno preguntarse porque la Tradición nunca la puso"....No. "que le hace a uno preguntarse por qué la Tradición nunca la puso"...
ResponderEliminarSe lo agradezco. Reviso muchas veces el texto para corregir las faltas y aún así se me escapan gazapos y hasta conejos bien gordos. Hay que cazarlos para que no se coman el nuestro idioma, tan rico.
EliminarPara ir zanjando la cosa: "Aún con temor de alargar demasiado esta aplicación concreta, pero sabiendo lo actual que es el tema, nos atrevemos a dar algunas citas de santos, que confirman esta doctrina:
ResponderEliminarSanto Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, expresó: «Habiendo peligro próximo para la fe, los prelados deben ser argüidos públicamente por los súbditos. Así, San Pablo, que era súbdito de San Pedro, le arguyó públicamente» (Comentario sobre la epístola a los Gálatas 2, 14).
San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, sostuvo: «Así como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, así también es lícito resistir al que agrede a las almas, o que perturba el orden civil, o, sobre todo, a aquél que tratase de destruir a la Iglesia. Es lícito resistirle no haciendo lo que manda e impidiendo la ejecución de su voluntad» (De Romano Pontífice, libro II, c. 29).
Vitoria, el gran teólogo dominico del siglo XVI, escribe: «Si el Papa, con sus órdenes y sus actos, destruye la Iglesia, se le puede resistir e impedir la ejecución de sus mandatos».
Y si traspasamos esta doctrina al ámbito profano, «se entiende que los cristianos están obligados a observar las leyes civiles, aun cuando éstas fueran dadas por príncipes paganos..., es cosa fuera de toda duda» (Congregación de Propaganda Fidei, 23 de junio de 1830): aunque la autoridad civil no se someta personalmente a la voluntad de Dios, mientras no contradiga en sus órdenes a la autoridad divina ni se aleje de su propio foro, se le debe obediencia." (Verdadera y falsa obediencia fsspx,marzo 2018)
GASTÓN: Sería oportuno hacer llegar a D.José Mª Iraburu esta frase de Eck: "Dios puede sacar bien del mal pero no hacer a lo malo bueno" Y añadirle esta pregunta: "Don José Mª, ¿es bueno haber suprimido el termino CONSUBSTANCIAL del Credo de la Misa o que hayamos estado 40 años con la fórmula de la Consagración mal traducida? ¿Hay que aceptar con sumisión estas medidas o, como suelen hacer Vds., aceptarlas y, además, denigrar a los que las resisten tachándoles de "desobedientes"?".
ResponderEliminarLo del amigo Eck, lo mejor que leí sobre ek tema, y eso que mucho y muy bueno ha publicado el Wander al respecto
ResponderEliminarPor obediencia mal entendida se han cometido y permitido horrores dentro de nuestra Iglesia Catòlica... y se siguen cometiendo. Basta recordar el asunto de Marcial Maciel y sus seguidores... En lo que va contra la conciencia no se puede obedecer.
ResponderEliminarNo hay caso, si uno observa las respuestas, es evidente que hay una ideología de la obediencia. Hablamos de un fanatismo, porque puede ir en contra del Evangelio y los Diez Mandamientos.
ResponderEliminarToda la religión se resume en obedecer al papa y omitir cualquier contradicción. Y para eso se recurre a una montaña de citas relativamente recientes. No se explica como la Iglesia funcionó presciendiendo del absolutismo papal durante más de mil años, que los propios Papas del pasado lo hayan condenado y que en el presente jusrifique haber hecho del hotel para clérigos Santa Marta un "aguantadero" de criminales sexuales y corruptos.
Pero es la dinámica del fanático: se limita a ciertos autores que afirman lo que piensa. No va a las fuentes, sin los autores antes mencionados y su unívoca lectura, entra en pánico. Este último término muy adecuado, porque el pánico era el terror de las familias griegas de que sus hijas sean excluídas sociales luego de que los discípulos de Pan (anunciaban su proximidad con la omónima flauta) las violacen. Es el temor patológico a "quedarse afuera", no en términos espirituales, sino humanos y sociales: no ser más expositores en charlas, no más asados en Bella Vista, ni peña folklórica en el campo de los... (ya saben).
El tema es que Dios existe y que cuabdo mentimos por esas causas, ya nuestra religión se reduce a un fariseísmo hueco, blasfemo pero cuidadosamente justuficado. Quizá peor que la brick-dance de los carismáticos en trance, porque estos al menos admiten vivir en el error. Nuestros distinguidos canonistas afirman vivir en la más completa ortodoxia.
Es triste el día que cortás con ese mundo, baja tu consumo de carnes y alcoholes, pero la vida no es solo ser un respetado sofista y vivir de garrón en "el ambiente". Son excusas muy pobres para el juicio que todos vamos a pasar, y es reducir nuestra existencia a ser apenas si un par de anécdotas.
Carlos
Ahí está el ejemplo de la Virgen María, que cuando el ángel le anunció que iba a quedar embarazada, le preguntó "Cómo será esto, pues no conozco varón?" y luego de la explicación: "he aquí la esclava...". Primero preguntó, al recibir una explicación satisfactoria luego obedeció, no al revés.
ResponderEliminarLa esclava del Señor, no del idólatra que adora la pacha mama. De vuelta, si es obedecer por obedecer, entonces los siervos de satán se salvan.
EliminarEscrutropo
No tiene que ver con el tema del post pero es una noticia bomba.
ResponderEliminarLa Sala II del Tribunal Oral de Salta condenó hoy a Monseñor Zanchetta -protegido del Papa- a cuatro años y medio de cárcel, una pena que deberá cumplir de manera efectiva, por los delitos de abuso sexual contra varios seminaristas. Las pruebas fueron contundentes.
Hasta ahora el Vaticano se mantiene en silencio.
pidieron perdón todos, menos Bergoglio que lo encubrió
EliminarPues en realidad sí que tiene que ver, y mucho, con el tema. Pues una de las cuestiones fundamentales que han tomado parte de esta terrible tragedia ha sido, precisamente, una deformación de la obediencia. Zanchetta abusó gravemente de su autoridad y obligaba "por obediencia", a hacer cosas terribles. Tengo la firme sospecha de que, si no llega a ser por las denuncias que el clero presentó en la nunciatura contra Zanchetta, su condena nunca hubiera sido posible, pues el caso, como tantos otros, se hubiera tapado.
Eliminar¡Excelente el artículo! Felicidades... Además el estilo es exquisito. ¡Esperamos más artículos!
ResponderEliminarEl artículo es un claro ejemplo del triunfo de la voluntad. El autor ya tiene una posición tomada y entiende todo según esa posición.
ResponderEliminarObvio. Si creo que mi posición es la verdadera, no voy a cambiar de opinión. Si creo que la Caridad es la que debe regir las demás virtudes, no me voy a mudar. Si creo que la Fe cristiana es la verdadera, no me voy a hacer budista o hindú... El triunfo de la voluntad sería lo contrario: cambiar de opinión a pesar de lo que me dicta me entendimiento.
EliminarPara que Cristo murió en la Cruz.? Hubiera sido desobediente al Padre y se hubiera ido a tomar unas birras con los muchachos al bar de la esquina y a la Cruz se la hubiera comido Mongo Fiore. Que tanta caridad por la humanidad.? Que tanta obediencia.? Para que, para ver lo que estamos viendo.? Gracias a Dios Jesucristo no pensó cómo usted, sino no habría redención.
ResponderEliminarVuelva a repasar todo lo leído, amigo, porque no entendió -o no quiso entender- absolutamente nada.
EliminarEl asunto aquí es obedecer a Dios antes que a los hombres, algo que dijo Cristo por lo menos dos veces, según se relata en el Evangelio. No se trata de criar desobedientes sino de encuadrar la obediencia en su justa medida. Por defender la obediencia de Cristo, en Cristo y a Cristo, debe a veces deshacerse uno de la obediencia a los hombres. Aunque se llamen "papa".
Si todo este alboroto es por una Misa, deberían aprender de Enrique de Navarra: París bien vale una Misa. Para ser rey hace falta aceptar ciertas cosas dadas, no deshacerlas cual simple mandatutti peronista.
Pone Vd un ejemplo de la Obediencia de Cristo al Padre y de ahí saca sus conclusiones como si ese fuera el único caso y el único referente para todos aquellos otros tan diversos que se presentan en la vida de cada uno. Casos diversos y en los cuales la obediencia puede ser heroica, meritoria o servilismo más que otra cosa. No simplifique Vd que la cuestión es mucho más amplia. Y de paso si pone el signo de interrogación al principio y al final, como toda la vida, le quedará más claro.
EliminarClaramente, acá usted confunde obedecer al Padre con obedecer al Papa, o al que hace de Papa. Porqué Jesús no obedeció al Sanedrín? eso debería preguntarse Ud.
EliminarEse es el problema, para el idólatra jerárquico no hay conclusiones válidas fuera de sus autores (previamente validados por su autoridad). Es un diálogo de bobos, porque en el fondo, no tiene otra justificación y siempre volverá a la misma. Lo más triste, que creyendose un cruzado contra el relativismo. Cuando en realidad vive en otra falacia, que lo aleja de Dios y lo aproxima más a la omertá de Don Corleone.
EliminarNacho
¿Wanderer por qué no escribe sobre el tema que plantea Fuenteovejuna y sus posibles repercusiones?
ResponderEliminarLuego de siglos de espera ya hay respuesta para la duda de tiempos patrísticos: ¿Cómo serán llevados a la apostasía los cristianos de los últimos tiempos?
ResponderEliminar¿Tormentos indecibles?
¿Tortura psicológica en grado intolerable?
¿Puertas cerradas en todo el mundo?
¿Las tentaciones de Nuestro Señor y San Antonio en el desierto?
Noooo...
Asadito con cuero en el campo de don xxxx
Conchabo de catequista o profesor de algo en UCA o algún colegio del obispado
Grupito de amigos "tradi" que se reunen para maldecir los escándalos eclesiales, mientras oran por el "omnium fidelium pastor et famulum tuo".
Cena gratis en lo de don xxxx, la asociación xxx, la fundación xxxx, el generoso mecenas de tomistas xxxx
Grupo de chat "conserva"
Localización estratégica en tal o cual basílica bien hubicada (club social low cost)
En síntesis: $ 30.000 devaluados x mes, en lugar de 30 monedas de plata. Con eso ya tenés tu judas contemporáneo, que comenta a favor de Bergoglio y la obediencia en este y otros foros.
Escrutropo
Toda esta discusión a veces parece de sordos. El P. Iraburu no está afirmando que hay que obedecer ciegamente. Claramente pone criterios para distinguir casos donde se debe obedecer, y donde se debe desobedecer. Hacerle decir otra cosa es o imbecilidad o calumnia. No creo que Eck este haciendo eso, pero algunos comentaristas carecen de una elemental comprensión del texto (y de otros comentarios). Claramente el P. Iraburu sostiene que lo mandado en TC está dentro de la jurisdicción papal. Y ESO es lo que está en el fondo del asunto. Pero la posición del P. Iraburu respecto del Novus Ordo es que es un eslabón más en la historia del rito romano. La distinción entre "Misa Nueva" y "Misa Tradicional" es espuria, para él, pues el NO es en un sentido estricto y esencial, completamente tradicional. Que un sacerdote se niegue a celebrar el NO, o se niegue a obedecer órdenes papales respecto de la celebración del rito romano, es una desobediencia indebida, en tanto lo es de una orden justa. Si la conciencia de ese sacerdote le impide obedecer, entonces debería apartarse del sacerdocio. El caso sería idéntico al de un sacerdote que se negara a celebrar el rito de Trento hace 400 años por una objeción de su conciencia. Por supuesto como dije esto es condicional a que el NO sea efectivamente un rito tradicional en sentido propio.
ResponderEliminarEn esa discusión no me interesa meterme. Sólo señalo que negarlo implica decir que la Iglesia romana, desde hace casi 70 años viene celebrando un rito que se apartó de la tradición apostólica. Si esto es así, si el corazón de la vida de la Iglesia está corrompido de una manera tan nuclear desde hace tanto tiempo y la inmensísima mayoría de los obispos no reaccionaron condenándolo, lo mismo que la totalidad de los Papas, entonces no veo qué clase de estabilidad puede proponer la Iglesia a sus fieles, y mucho menos a los que la ven desde fuera.
G.
No afirma que haya que ibedecer ciegamente, pero lo pide, luego de haber apoyado el retorno de la liturgia romana y... antes haber estado en contra.
EliminarPoco serio.
Monoloco
Estimado Anónimo:
EliminarMi escrito toca muy tangencialmente el TC y no es esta la discusión, por lo menos en mi intención. La discusión y mi artículo está en que creo que uno de los principales problemas de la Iglesia se debe a la inversión de las virtudes (la obediencia por delante de la caridad) y que la frase del P. Iraburu resume a la perfección este hecho, quizás de manera involuntaria, y yo lo comento con las consecuencias que veo.
Respecto a las opiniones del P. Iraburu respecto al TC y a las misas no entro ni doy mi opinión aunque viendo a alguno de su comentadores frivolizar en un tema en el cual he visto sufrir a muy buenos sacerdotes y muy buenos amigos míos no me parece de recibo.
No se olvide que el rito romano o el vaticano no son los únicos ritos de la Sta Iglesia pues solo la occidental tiene otros tres (ambrosiano, hispano y sarum) y los de las iglesias orientales, muy de modo en nuestros tiempos por afectar lo de Ucrania a la mayor de sus comunidades. Allí donde se da gloria a Dios está la Iglesia.
GASTÓN a G: Tiene Vd toda la razón G.: "Toda esta discusión a veces parece de sordos" Por ejemplo Vd G. que no se entera de nada. "la posición del P. Iraburu respecto del Novus Ordo es que es un eslabón más en la historia del rito romano" ¡Por supuesto el Novus Ordo es un eslabón más en la Hª del rito romano! cargándose el CONSUBSTANCIAL y toda la Hª que lleva detrás, plantando como ofertorio una fórmula que no es ni cristiana sino una bendición judía, con la fórmula de la Consagración mal traducida durante un breve periodo de 40 años (una bagatela, vamos)y con la Comunión en la mano. Y lo virtuoso, según Iraburu, es tragar por todo eso (y muchas más cosas que no es sitio de exponer) como si la Liturgia fuera algo meramente disciplinar y no implicara absolutamente la Fe. Y como si no estuviera ahí el criterio evangélico de los frutos para distinguir el árbol bueno del malo: Nunca ha ido menos gente a Misa. ¡Ubérrimos frutos los del Novus Ordo!
EliminarMire G, aquí los sordos, que no se enteran de nada, absolutamente de nada, son Iraburu y Ud y no se ofenda porque es Ud el que ha venido aquí atribuyendo "imbecilidad o calumnia" a los que disentimos de un Iraburu que ha acabado reemplazando la Verdad por la autoridad.
Que sea una orden "justa" vendría a ser una opinión personal suya sobre la que se fundamenta todo el razonamiento. Y la falta de estabilidad está a la vista de todos luego de 70 años. Quizás ese es el meollo de la discusión, en la que sagazmente Usted evita meterse.
Eliminarcardo ruso
Anonimo 3:37. Conviene recordar el punto 1124 y 1125 del Catecismo:
Eliminar1124 La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa la fe recibida de los Apóstoles, de ahí el antiguo adagio: "Lex orandi, lex credendi" ("La ley de la oración es la ley de la fe") (o: "legem credendi lex statuat supplicandi" ["La ley de la oración determine la ley de la fe"], según Próspero de Aquitania, siglo V, ep. 217). La ley de la oración es la ley de la fe, la Iglesia cree como ora. La Liturgia es un elemento constitutivo de la Tradición santa y viva (cf. DV 8).
1125 Por eso ningún rito sacramental puede ser modificado o manipulado a voluntad del ministro o de la comunidad. Incluso la suprema autoridad de la Iglesia NO puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de la liturgia
B XVI ha escrito 2 cosas fundamentales: 1)Después del CVII, cundió la idea de que el Papa puede hacer lo que quiera con la Liturgia, y esto no es correcto. 2) Si lo más Sagrado del Catolicismo durante siglos, era la Misa Tradicional, y ahora se ve como algo dañino y se prohibe, entonces lo que está en juego es la propia credibilidad de la Iglesia (entre otras cosas).
Para mi estos puntos son suficientes, para desacreditar la TC, y hacerla ilegitima, por tanto, no puede ser obedecida.
Impecable
Eliminar"...entonces no veo qué clase de estabilidad puede proponer la Iglesia a sus fieles, y mucho menos a los que la ven desde fuera."
EliminarEstimado G: La estabilidad de la apostólica liturgia romana, que nunca se dejó de celebrar (reduciendo la cuestión al ámbito de la liturgia latina, claro).
Puede ser que exista un alto grado de compatibilidad entre la moral cristiana y la moral kantiana en todo lo concerniente a la razón, las inclinaciones, la libertad y la voluntad?
ResponderEliminarNo sé mucho del tema pero creo que Dietrich von Hildebrand en su Ética habla sobre la relación de la moral cristiana y la kantiana, criticando a esta última pero también reconociéndola algunos descubrimientos.
EliminarCon mucho respeto, nada mas alejado del Cristianismo que Kant, por ejemplo lea "La religion dentro de los limites de la mera razon" escrito por el filosofo en 1793. Para Kant la revelacion esta por debajo de la razon. Kant es bien ilumnista, nada mas alejado de la fe en Nuestro Señor. Saludos
EliminarEstimado anónimo:
EliminarTiene usted toda la razón: Kant es la inversión de la moral cristiana y su influencia quizás pueda verse en este tema de la obediencia pero eso no quiere decir que no haya algunos desarrollos secundarios interesantes. Ya decía Plinio el Viejo que no había libro malo que no contuviera alguna cosa buena. Por eso he hablado de Hildebrand, autor seguro.
Iraburu, en Argentina, sería peronista.
ResponderEliminarAlberto F.
¿A quién hubiera apoyado Iraburu en tiempos de la crisis arriana cuando se quedó solo un obispo en defensa de la ortodoxia? ¡Uno sólo! ¿No asoman aquí la patita algunas semejanzas con la actual situación?
EliminarClaro, si el Papa es peronista, si alguna vez Cristina dijo que Biden parecía peronista y hasta Alberto F. le dijo a Putin que si fuera argentino él también sería peronista, ¿por qué siguiendo al Papa el P. Iraburu no podría ser también peronista?
EliminarEsto que parece un chiste de cordobeses tal vez no lo sea tanto, porque si a pesar de que Traditionis Custodes nació con muchos defectos igual el P. Iraburu dice que hay que obedecerlo porque emana de autoridad competente, ¿por qué estaría mal que un español que no conoció al Bergoglio peronista también quisiera seguirlo en eso?
Recuerdo que allá por 2013, en cuanto Bergoglio se convirtió en Francisco, el Padre Iraburu mantuvo una larga polémica con Antonio Caponnetto sobre las virtudes de Bergoglio pare merecer ocupar el solio de Pedro.
Entonces el P. Iraburu defendió al Papa a capa y espada rechazando los argumentos en contrario que presentaba Caponnetto.
Hoy, nueve años después y conociendo la trayectoria de Francisco, no dudo que el P. Iraburu habrá comprendido que Caponnetto tenía razón.
Por lo tanto, no termino de entender que siendo el P. Iraburu un buen sacerdote, igual haya decidido obedecer lo que manda T.C. creyendo seguramente que la virtud de la obediencia es una gema preciosa que siempre nos asegura la salvación.
Por lo visto, según esa visión habría que obedecer aunque la orden sea injusta porque de otro modo la Iglesia sería un caos.
No es fácil entender eso.
Antes de leer los interminables comentarios, que a veces son muy buenos...¡gracias, san Pablo!!! Y, gracias Eck x recordárnoslo!
ResponderEliminarLeón de Nemea:
ResponderEliminarCuando habla de uno de los mejores teólogos españoles del siglo XX (tildado de herético por Iraburu), ¿se refiere a Borobio?
Hasta una simple mortificación, hecha desde una obediencia a tu propia voluntad, es una tortura, si no hay caridad. Si nace de la obediencia a la dirección espiritual, sin caridad, nace muerta. No es medio de crecimiento espiritual.
ResponderEliminarLa obediencia se debe a la justicia, por tanto a la verdad, y aquí hablamos de Verdad con mayúsculas. No es difícil de entender que va primero!!