Si de verdad queremos que la Iglesia salga renovada y fortalecida de la crisis por la que está atravesando, debemos hacer las cosas seriamente, y nuestras observaciones y críticas, para que sean realmente efectivas, deben ser racionales. Si nos vamos en declaraciones rimbombantes, alegatos firmados por centenares de buenos católicos y rosarios con aparato frente al Castel Sant’Angelo, la verdad es que mucho no vamos a conseguir. Y las pruebas están a la vista. En definitiva, se trata de enfrentar la realidad tal como es y sin interponer nuestros prejuicios y los diktaten emanados de autoridades muchas veces autoconstituidas.
Hace unos días publiqué un breve y sintético repaso histórico sobre la evolución del tema del celibato eclesiástico en la iglesia latina, con el fin explícito de mostrar que los sacerdotes célibes siempre fueron el deseo de los concilios, papas y doctores pero que la norma fue resistida y sólo recientemente —luego de Trento—, pudo ser aplicada de modo permanente y universal. Con lo que, si la posibilidad de ordenar hombres casados se había discutido en el sínodo de la Amazonia, eso no significaba el acabose de la Iglesia, pues era ésta una agitación por la que había pasado muchas veces en la historia.
Junto a varias y valiosas reacciones racionales a la entrada, hubo otras que no lo fueron. Muchos aseguraron que el elenco histórico propuesto no hacía más que avivar la posibilidad de eliminar el celibato. Eliminemos la historia, entonces, y construyamos un relato, parece ser la solución que proponen. Otros señalaron que el problema es que yo soy un encubierto defensor de Bergoglio; cualquier cosa que diga, entonces, estará viciada. Frente a semejante argumento, no tengo otra respuesta más que lo que he escrito en esta misma página desde 2013 a esta parte. Otro, con una agudeza destacable, constató que yo no digo en el post que el concilio de Trullo no ha sido aceptado por la iglesia romana lo cual, como queda claro, cambia completamente la situación… En fin, que si esta es la resistencia que ofrecemos a los enemigos de la Iglesia que se han enquistado dentro de ella, me temo que la victoria no será nuestra.
Una de la objeciones que recibí y que más me sorprendió es la que aseguraba que el abandono del celibato significaría un error de arqueologismo. Esto terminó de fastidiarme porque se trata de un sanbenito que de tanto en tanto aparece en los comentarios. “Arqueologismo”, espetan, y con ese rótulo ya dan por solucionado el problema. Y yo me temo que muchos han escuchado esa palabreja a algún curita que se la leyó a Bonneterre, autoridad suprema e indiscutible, y de ahí en más la usan para fijar a cualquier cosa que les huela a viejo y no les gusta. Veamos entonces, qué es el arqueologismo, cuándo debe ser aplicado y también, los peligros que trae el andar meneándolo.
El término aparece en la encíclica Mediator Dei del Papa Pío XII, de 1947. Se trata de un documento en el que el Papa Pacelli salió a “marcarle la cancha” al Movimiento Litúrgico que había comenzado ya con sus experimentos y sus presiones para reformar la misa, lo que obtuvieron en parte durante ese mismo pontificado, y en parte luego del Vaticano II. En el nº 82 dice: “Tal manera de pensar y de obrar hace revivir, efectivamente, el excesivo e insano arqueologismo despertado por el ilegítimo concilio de Pistoya, y se esfuerza por resucitar los múltiples errores que un día provocaron aquel conciliábulo y los que de él se siguieron,…” (Haec enim cogitandi agendique ratio nimiam illam reviviscere iubet atque insanam antiquitatum cupidinem.)… El sínodo al que hace referencia tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII y fue condenado por el Papa Pío VI. En él se proponían una serie de reformas de la Iglesia, muchas de las cuales estaban falsamente basadas en un supuesto retorno a las costumbres y organización primitiva de la Iglesia. En el fondo, se trató de un intento galicano de volver a las iglesias nacionales más o menos independientes de Roma.
Para nuestro interés, lo primero que observamos es que el texto latino habla de un “insano deseo por lo antiguo —insanam antiquitatum cupidinem— que el traductor simplificó por “arqueologismo” dado a luz la bendita palabrita. Pío XII condena un “excesivo e insano arqueologismo” por lo que, en buena lógica, existiría un “deseo por las cosas antiguas” o una vuelta a las fuentes litúrgicas primitivas, que no sería insano en tanto no fuera excesivo y que, consecuentemente, no sería arqueologismo y ni siquiera tendría que ver con la arqueología. Esto lo había explicitado ya en el nº 79, donde dice: “Es en verdad cosa prudente y digna de toda alabanza volver de nuevo, con la inteligencia y el espíritu, a las fuentes de la sagrada liturgia, porque su estudio, remontándose a los orígenes, contribuye mucho a comprender el significado de las fiestas y a penetrar con mayor profundidad y exactitud en el sentido de las ceremonias” (Ad sacrae Liturgiae fontes mente animoque redire sapiens profecto ac laudabilissima res est,…). Es decir, no está condenado de ninguna manera el empeño y la voluntad de muchos de retornar al estudio de los antiguos ritos de la Iglesia e incluso de restaurar aquello que puede ser lícitamente —es decir, con la autorización de la Santa Sede— restaurado. Y me refiero, por ejemplo, a la restauración de los ritos de Semana Santa previos a la reforma de Pío XII, que muchos consideran un intento “arqueologista”.
Incluso, por qué no pensar en restaurar los ritos latinos que no fueron abolidos por San Píos V puesto que tenía más de dos siglos de antigüedad, y que estaban en igualdad de condiciones de algunos ritos vigentes aún hoy como el mozárabe en Toledo, el bracarense en Braga o el ambrosiano en Milán. Recordemos que la iglesia latina tenía variedad de ritos que, sin ser demasiado diferentes entre sí, eran una muestra de su riqueza y diversidad de origen. La leyenda piadosa dice que estos ritos cayeron en desuso debido a que reconocieron la superioridad del rito romano. Lo cierto es que las razones fueron bastante más prosaicas. Que una diócesis francesa, por ejemplo, conservara su rito propio implicaba que el obispo debía proveer misales y breviarios para sus sacerdotes, e imprimirlos era muy caro. Antes de la aparición de la imprenta, copiar un misal del rito parisino o un misal del rito romano, tenía el mismo precio puesto que significaba el mismo trabajo para el copista. Pero mandar a imprimir cien misales para las parroquias de París no es lo mismo que mandar a imprimir diez mil ejemplares para todas las parroquias del mundo. Una cuestión práctica y económica fue una de las razones -no la única claro-, por la que se adoptó de modo casi masivo el rito romano, perdiéndose en el camino ritos legítimos y venerables por su antigüedad.
Y sigue el Papa Pío XII en el mismo párrafo: “… pero, ciertamente, no es prudente y loable reducirlo todo, y de todas las maneras, a lo antiguo”. El error arqueologista sería considerar que es lícito volver a todo lo que es antiguo por el sólo hecho de serlo. Y pone ejemplos: “Así, por ejemplo, se sale del recto camino quien desea devolver al altar su forma antigua de mesa; quien desea excluir de los ornamentos litúrgicos el color negro; quien quiere eliminar de los templos las imágenes y estatuas sagradas; quien quiere hacer desaparecer en las imágenes del Redentor Crucificado los dolores acerbísimos que Él ha sufrido; quien repudia y reprueba el canto polifónico, aunque esté conforme con las normas promulgadas por la Santa Sede” (80). Mucho me temo que, según el criterio del Papa Pacelli, gran parte de la reforma litúrgica del Vaticano II está condenada por arqueologista.
Como vemos, ser o no ser arqueologista o albergar un deseo ordenado o insano por las antigüedades, es una cuestión de equilibrio, hazaña que que no cualquiera puede acometer. Dicho de otro modo, el mote “arqueologismo” empuñado por manos equivocadas constituye un arma peligrosa que puede provocar daños irreparables. Nunca es buena idea proveer a un mono de navaja.
Un modernista podría utilizar el argumento en contra de nosotros. El propio Pío XII dice en el nº 81: “…cuando se trata de la sagrada liturgia, no resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición de la divina Providencia y por la modificación de las circunstancias”. ¿No caerían en esta condenada la FSSPX, o la FSSP o cualquiera de los otros institutos que conservan la liturgia tradicional? De hecho, ellos “desean los antiguos ritos” y “repudian las nuevas normas”. Claro que el entuerto puede resolverse rápidamente, pero un modernista sin demasiados escrúpulos y sin ganas de pensar, podría acusarlos —y acusarme— de arqueologista.
Algunos tradicionalistas que blanden el arqueologismo con demasiada facilidad, podrían verse en aprietos si leen lo siguiente: “En la edad primitiva acudían más numerosos los fieles a estas horas litúrgicas [vísperas]; pero tal costumbre se perdió poco a poco, y, como acabamos de decir, al presente su rezo es obligatorio sólo para el clero y para los religiosos. […] …procurad que [el rezo de vísperas por parte de los fieles] se instaure de nuevo dentro de lo posible”. Fácilmente dirían que se trata de una propuesta arqueologista ya que se pretende de un modo declarado hacer revivir una costumbre primitiva. El problema es que quien pide tal restauración es el mismo Pío XII en la misma Mediator Dei (nº 184-185).
Y esos mismos tradicionalistas podrían verse también en problemas si nos enfocamos en la cuestión eucarística. Uno de los argumentos con los cuales se obtuvo la posibilidad de comulgar en la mano es, ciertamente, arqueologista, pues se pretende volver a la costumbre que tenían los primeros cristianos para recibir la eucaristía según lo relata San Cirilo de Jerusalén. Pero, podríamos preguntarnos, ¿por qué no es arqueologista el retorno a la comunión diaria? Sabemos, porque nos los dice San Basilio, que los fieles comulgaban diariamente durante los primeros siglos, pero luego este uso desapareció y la costumbre que se mantuvo en la iglesia durante mil quinientos años fue la de comulgar pocas veces al años (dos o tres; a lo sumo, todos los domingos en algunos pocos lugares o comunidades) pero jamás todos los días. Y esto fue así hasta fines del siglo XIX (recordemos la alegría de Santa Teresita cuando su confesor le permite comulgar extraordinariamente en todas las fiestas importantes). Bien podríamos argüir que el decreto Sacra tridentina synodus de 1905, por el que la Sagrada Congregación de Ritos alentó la comunión frecuente e incluso diaria, fue una disposición arqueologista, pues se proponía volver a una costumbre de los primeros cristianos que había sido descartada durante quince siglos.
En fin, vuelvo al comienzo. Los problemas de la Iglesia no se resuelven con discusiones de bloggers, y tampoco se resuelven en cafés filosóficos o teológicos. Las cosas hay que hacerlas aplicando la razón y estudiando seriamente. Ya tuvimos la experiencia de lo que sucede cuando se improvisa y cuando se deja todo librado a la buena voluntad e iniciativa de piadosos personajes: perdemos. Y eso fue lo que ocurrió en el Vaticano II, como bien lo demuestra el libro del Prof. Roberto de Mattei en su libro.
Qué no nos ocurra lo mismo cuando haya que arremangarse para reconstruir las ruinas que nos deja este pontificado.
Qué no nos ocurra lo mismo cuando haya que arremangarse para reconstruir las ruinas que nos deja este pontificado.
—Que no nos ocurra lo mismo [que en el concilio Vaticano II] cuando haya que arremangarse para reconstruir las ruinas que nos deja este pontificado.
ResponderEliminar—Amén, amén, amén. Amén a reconstruir Su casa; amén a que no se repita lo del Vaticano II, y amén a que llegue el eón, o el evo, en que se acabe este pontificado.
Condena el Papa Pacelli «el excesivo e insano arqueologismo». Y nuestro erudito bloguero nos informa de que fueron los mismos oficiales curiales quienes, al traducir la encíclica, parieron la palabreja para verter antiquitatum cupido. Excesivo e insano apego a lo antiguo, pues.
ResponderEliminarPorque hay también un apego a lo antiguo justo y necesario: solo se condena el exceso y la insania. Y yo entiendo esta insania o locura en dos sentidos: ante todo el arqueologismo falso, que se basa en reconstrucciones del pasado que no responden a la realidad histórica. Cuando la loca imaginación suple a la falta de fuentes.
Pero también la del arqueologismo que, aún sin engañarse sobre cómo fue el pasado, no discierne correctamente lo bueno y lo malo, o lo bueno y lo mejor. Como hace el padre de familia cuando saca del arca, para sus hijos, nova et vétera: cosas nuevas y viejas.
Esto nos remite, por supuesto, a juicios prudenciales: ¡qué le vamos a hacer! Como dice don Guánder, el deseo ordenado de antigüedades «es una cuestión de equilibrio». No se pueden dar recetas o consignas simples, como hacen en los movimientos (a veces también en el «movimiento» tradi). Tendremos que usar nuestra cabecita: la razón práctica, que para eso nos la ha dado Dios.
No vamos a tirar por la borda el discernimiento (la discretio) solo porque este necio papa argentino lo haya incluido en su prontuario de palabras-fetiche sin saber qué es (o peor aun: falsificando su significado).
Dice el del primer comentario «amén a que llegue el eón, o el evo, en que se acabe este pontificado». Pues ya ha pasado un evo: se ha marchado Evo Morales. Ánimo muchachos: ya queda menos.
ResponderEliminarEn relación con el tema del post, me ha gustado mucho que las ilustraciones —las tres de época o inspiración medieval, e incluso antigua la última— muestran a sacerdotes revestidos con casullas de forma «gótica». Me han hecho acordarme de un amigo tradicionalista enragé que recientemente peroraba sobre que tales casullas «ni siquiera pueden llamarse casullas». Y le concedo a mi amigo que la imposición de estas en todas partes a raíz del Concilio, arrumbando a las de guitarra y a las romanas como si ya no valieran, fue un ejemplo claro del peor arqueologismo.
ResponderEliminarLo que Pío XII llamó el “arqueologismo”, en la encíclica Mediator Dei, sirve al Papa para explicar la arbitrariedad de estas apelaciones y cómo son siempre selectivas. Los que las proponen, escogen aquellos elementos del pasado que les convienen para “calzarlos” con su programa modernista. Y esto lo hacen, además, desechando, sin ningún tipo de contemplación, otros elementos que no les convienen, aunque se trate de elementos igualmente valiosos, antiguos o contemporáneos.
ResponderEliminarPor lo tanto, el problema no es hacer referencia a elementos antiguos que constituyen el patrimonio de la antigüedad, sino escoger aquellos que me convienen para llevar adelante mi discurso modernista.
Cosa que no hace Wanderer en su artículo. Por lo tanto, de "arqueologísmo" nada.
Anónimo 14:42: Es que la casulla guitarra es, en realidad, modernista. Es decir, modernista del siglo XVI, que tomó su forma a fin de facilitar los movimientos del sacerdote durante la misa y, convengamos, también para evitarle los calores y sofocones que las casullas góticas le provocaban durante los tórridos veranos romanos.
ResponderEliminarLa casulla "tradicional", en el sentido más propio y católico del término, es la casulla gótica. Otra cosa es que lo modernistas del Vaticano II se hayan apropiado de ella y transformado, con el poliéster y el mal gusto, en las cosas espantosas que vemos hoy.
No sé si le habré leído mal, don Wanderer, pero en un pasaje me ha parecido entender que desaconseja usted dar curso a la palabra arqueologismo porque sería poner la navaja en manos de un mono que la puede usar contra nosotros.
ResponderEliminarDejando al margen la discusión del palabro, que a mí no me disgusta, no puedo estar de acuerdo con que se descarte el concepto, a saber: que el apego a lo antiguo (que de modo natural convive en el espíritu humano con el deseo de novedades) puede ser ordenado y justo pero también insano y excesivo. Y que discernir uno y otro, como ya se ha dicho, requiere un juicio prudencial: acto o «hazaña» muy propio de nuestra naturaleza racional. No se condiría con la racionalidad (que usted mismo propone como rótulo del post) escamotear el concepto para dispensarnos de hacer el juicio.
Yo al menos no quiero renunciar a lo que me parece un valioso elemento para elaborar un pensamiento, un espíritu racional, que aúne la precisión de la geometría y la sutileza de la finesse.
Como tampoco pienso dejar de hablar, por ejemplo, de la Misericordia como atributo divino y virtud del cristiano, meritadísima en la Sagrada Escritura, solo porque el mono Bergoglio la esté blandiendo torpemente en contra de toda tradición cristiana. Habrá que quitarle la navaja, y meter al mono en una jaula. Pero el arma —espada más que navaja— nos hace falta: el que no tenga, que venda el gabán y se compre una.
Pues sí. Bolivia ya se ha librado de Evo Morales: uno de los amigos de Bergoglio. Y eso es un buen augurio sobre el inmediato futuro de la sede romana.
ResponderEliminarY en relación con el tema del arqueologismo, me acuerdo de los festejos neopaganos con que el tirano andino quiso celebrar su llegada al poder. Con la expresa intención apóstata de repudiar la multisecular tradición cristiana del país.
Aquel carnaval de sacerdotes de la Pachamama de guardarropía ha tenido recientemente su revival en el Vaticano, con un atrezzo más pobre pero en el que no faltaron tocados de plumas y un Príapo indio. Tanto la edición boliviana como la más cutre del Vaticano fueron buenos ejemplos de lo que se ha llamado arqueologismo falso: ese que reconstruye el pasado echándole mucha imaginación.
Como en todo el continente los ritos paganos habían desaparecido hace mucho tiempo, había que inventárselos. Ni siquiera hay casi fuentes escritas sobre ellos, salvo algunas descripciones fragmentarias de misioneros españoles, gracias a que la cultura a la que pertenecían era analfabeta. Pero se inventa y ya está: con mucho colorido. Si en la Iglesia no faltan arqueologistas, entre sus enemigos los hay a calderadas.
No me extrañaría que, entre los figurantes del Te Deum pachamamesco del hoy depuesto Evo Morales, hubiera andado ya la sucia chamana que el otro día profanó con sus hechizos las manos ungidas de Bergoglio.
Sobre este tema del un arqueologismo y la Mediator Dei, el Embajador en el Infierno escribió también un post allá por 2012, reinando Benedicto: ¡han pasado siglos y eones!
ResponderEliminarRescato de él tres comentarios. Ignacio Tomás se temía, como usted hoy, que el dicterio de arqueologista «se nos puede volver en contra» a los católicos tradicionales.
Un redactor de Info-caótica dijo que «El arqueologismo paleocristiano de Bugnini y los kikos tiene un vicio historiográfico radical: pocas fuentes escritas y mucha imaginación. Una reconstrucción arqueologista de la liturgia del s. XIX tendría mucho fundamento en fuentes confiables (misales, libros, relatos, novelas, fotos, etc.) Mientras que el arqueologismo de los siglos I-IV, lleva a tener por ciertas cosas que no son más que conjeturas o una pura invención. Se habla de los primeros cristianos con una seguridad historiográfica preocupante.»
Y otro, Pablo, desarrolló un argumento que me ha parecido que también apuntaba usted en un post reciente, al ocuparse de San Justino mártir. Lo copio en otro comentario.
El arqueologismo litúrgico, como bien ha dicho Redacción, adolece de falta de fuentes, y tiende a suplirla con mucha imaginación.
ResponderEliminarPero además, la fuente principal en que se basan las reconstrucciones de la Misa antigua, que es la Apología I de San Justino, suele ser mal y abusivamente interpretada por no atender -como es de rigor para cualquier texto- a su género, destinatario, contexto e intención.
Dicha Apología, como su nombre indica, es un texto apologético: un alegato dirigido al Emperador y autoridades en descargo de las acusaciones que corrían contra los cristianos respecto a sus celebraciones.
Dado el carácter iniciático del Cristianismo (que después se diluiría al cristianizarse la sociedad), sólo se admitía en Misa a los bautizados, y éstos bajo la disciplina del Arcano. (Una disciplina que algunos arqueologistas quieren recuperar, falsificándola, para tratar a los ya cristianos como a meros catecúmenos, pero este es otro tema).
El mismo secreto acerca del rito, y los relatos confusos que se filtraban, dieron lugar a la maledicencia: se decía que los cristianos practicaban sacrificios humanos, antropofagia y otras abominaciones. A estas acusaciones respondía San Justino.
Hay que tener muy en cuenta que el apologista seguía sometido a la disciplina del Arcano: sólo podía revelar los mysteria en la medida en que fuera necesario para defenderse de las acusaciones, y en cuanto su sentido fuera asequible a los paganos a quienes se dirigía.
Por eso San Justino, si bien evita decir falsedades en su descripción de la Misa, anda lejos de contar toda la verdad, y usa de restricciones mentales. Por ejemplo, lo de la copa de agua con vino. Habría sido más exacto decir vino con unas gotas de agua, pero tampoco era mentira, y así acallaba el rumor sobre orgías vináticas.
Lo que más escandalizaba a los paganos era lo que se decía sobre sacrificios humanos y antropofagia: una reacción semejante a la que causó el Discurso del Pan de Vida. Y por eso es lógico que San Justino tienda a minimizar lo referente al aspecto sacrificial de la Misa, insistiendo en cambio en otros más gratos como el convivial, de oración por la Paz, etc. Evita hablar de víctima, de expiación, de sacerdote (dice en cambio presidente), etc.
Obligado por las filtraciones a dar una explicación sobre la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo, su ambiguo relato da a entender -a quien no tenga otra noticia- que en la Misa el pan y el vino adquieren un mero valor simbólico, y no de Presencia Real. (No es que niegue la doctrina, pero tampoco la afirma abiertamente. Es como esos textos vagos que sólo adquieren su sentido ortodoxo con mucha «hermenéutica de la continuidad», pero no quiero entrar en ese jardín).
Tales recursos son muy legítimos en un texto apologético, de descargo de acusaciones, dirigido a autoridades paganas, con las restricciones que imponen el Arcano y la dificultad del destinatario para entender el misterio eucarístico, etc. Pero no se puede tomar el texto de San Justino por una catequesis o una exposición de Teología o de Liturgia para cristianos. Eso sería un abuso del que sólo resultarán gravísimas desviaciones doctrinales y prácticas.
Gracias, don Wanderer, nos aguza el criterio con estas dosis de racionalidad.
ResponderEliminarDisculpe mi falta de comprensión lectora... El retorno a la comunión diaria, ¿lo considera o no arqueologismo? ¿Qué opinión tiene al respecto?
No es fácil llevar el timón con esta marea...
Suyo,
Capitán Dalroy.-
Creo que ninguno de nosotros piensa que vaya a arreglar los problemas de la Iglesia escribiendo comentarios en un blog.
ResponderEliminarDicho lo cual, el punto fuerte del gran pontificado de Pío XII no fue la Liturgia, ya en los años de este Papa dio sus primeros pasos la revolución "bugniniana". Por ejemplo, la reforma de los ritos de la Semana Santa supuso la pérdida de un tesoro litúrgico como la "Misa de presantificados":
http://exorbe.blogspot.com/2015/04/sobre-nuestra-perdida-misa-de.html
Estimado Wanderer:
ResponderEliminarMuchas gracias por su post, que hace mover las neuronas. Para los jóvenes que "recién empezamos en esto", y que queremos huir de las salidas fáciles...
¿Recomienda alguna bibliografía? No es fácil empezar un estudio serio de estos temas desde cero. Será muy apreciada su erudita experiencia.
Muchas gracias!
Creo que se confundió Pacelli y nos metió un embolado que dió munición a los enemigos de la liturgia. Nadie acusa de arqueologismo artístico a Picasso o a otros artistas pesar de copiar el arte primitivo. Volvieron la vista a esos estilos porque era una forma de encubrir la deconstrucción del arte y la belleza a través de lo primitivo y lo poco desarrollado como se vio despues con la abstracion. Igualmente, el arqueologismo liturgico usa la escusa de los ritos antiguos, por ser los más sencillos y menos desarrollados, para deconstruir la liturgia. En resumen, como los revolucionarios se vistieron de romanos, los modernistas se vistieron de cristianos primitivos para meter la modernidad a tubo. Es como dos caminantes que van en sentido contrario del camino y se encuentran en un punto pero su fin es contrario: los antiguos iban en dar mayor Gloria a Dios y Pan a las almas y estos son al revés.
ResponderEliminarTodo lo demás es casi una pelea sobre gustos artísticos como si se deben construir una iglesia románica, gótica o barroca y de gustibus non est disputandum. Todo lo que tenga que ver con volver a los ritos pasados, desde mi humilde e indocta opinión debe basarse en los siguientes principios:
-Que den objetivamente mayor Gloria a Dios y la salus animarum.
-Que los desarrollos esten orgánicamente asentados en lo anterior como las ramas a un arbol.
-Que respeten la pietas de nuestros mayores tanto los cercanos como los lejanos porque es lo que nos garantiza que la liturgia procede de Dios a través de la historia y no un constructo muerto.
Pongo 3 ejemplos:
1)La reforma piana de la Semana Santa. En la mayoría desus descisiones rompen los tres principios.No da mayor gloria al aguar los ritos, es un constructo ideológico artifical y atenta contra la pietas al destrozar ritos y oraciones de nuestros padres.
2) Adición leonina de la misa. Si cumple los principios.Da gloria y labora por la salvación, es un desarrollo orgánico de la misa (se pide protección al salir de la misa) y esta de acuerdo con la pietas a no alterar los ritos antiguos sino que los complementa.
3)La antemisa del rito mozarabe y otras oraciones del Offerencium (canon) eliminada por d. Marcelo, arzobispo de Toledo, por no ser de rito puro mozarabe. Estaba formada por la antemisa romana y el rito de adoración de la Cruz toledana y de oraciones procedentes de la cautividad islamica. En vez de reformarla eliminando repeticiones e inconsistencias integrandola en el rito se eliminó de raiz. Con ello se eliminó del rito 1300 años de historia por una falsa pureza y contra la piedad de nuestros padres: las oraciones de la iglesia con el recuerdo de los obispos perseguidos, el rito de la adoracion de la cruz hecho por las Navas de Tolosa (1212) contra el Islam y la convivencia del rito romano que ayudaba a los sacerdotes a prepararse.
Perdón por la largura.
Wanderer, usted habla de su blog desde 2013 para demostrar su oposición a Bergoglio. Como repite el San Benito !
ResponderEliminarPero ud está transformado , y ahora le erra al vizcachazo, lo hace progresiva y crecientemente desde hace tres años por lo menos.
Y en los hechos, como le gusta decir , es una especie de agente Bergogliano.
No de da cuenta ?
Que le vamos a hacer.
Ojalá sea cierto.....que no se da cuenta.
Insiste reiteradamente con “razonar”, conque razonar más y más que es lo que hace falta.
Lo que le hace falta a Ud es releer (más de una vez) otra vez Ortodoxia, y así , quizás, razone menos.
A ver si esta vez no censura.
Uff, este es un tema que me da vueltas hace mucho tiempo, así que a mi al menos, me resulta complejo. Repetimos hasta el hartazgo con Ratzinger que "En lugar de la liturgia como fruto de un desarrollo continuo, apareció una liturgia fabricada. Abandonamos el proceso vivo de crecimiento y evolución y fuimos por la manufactura. No se ha querido continuar más el proceso orgánico de evolución y maduración de una cosa viva a través de los siglos y se lo ha substituido -al modo de la producción tecnológica- con una fabricación, el producto banal del momento" y entonces, ¿no es la casulla guitarra, de los siglos XVIII a XX, fruto de la lenta y continua evolución de la cónica del siglo XI? ¿Y no son acaso las neogóticas de fines del XIX una fabricación romántica?
ResponderEliminarA mi sinceramente me choca lo recortadas de estas casullas, lo excesivo de esos encajes, seguramente por haberme criado viendo las amplias y fieras de algodón, y soñar con "la Cristiandad" viendo pinturas de las semicónicas. Pero no menos me choca lo abrupto y disruptivo de la aparición de las casullas neogóticas a fines del XIX. No en vano la Santa Sede las prohibió por ser innovaciones -y con buenos arguementos- en 1863, de nuevo en 1925 y recién, dada la extendida ignorancia a estos decretos, lo dejó a criterio de cada ordinario en 1957.
Y ahí empiezan las discusiones sobre qué es lo "auténtico", qué es lo "tradicional", qué lo "puro" y cuando se degeneró, cómo saber si lo que nos llegó no fue producto de una "mala praxis" postridentina en detrimento de la gótica, o gótica en detrimento de la románica, como fueron las reformas litúrgicas del siglo XX (cuya ruptura no tiene parangón) ¿Cómo distinguimos restauracionismo de romanticismo?
Y esto mismo es aplicable a los intentos de restaurar el canto gregoriano a su "pureza original", intentos que tengo entendido, siempre van a ser artificiosos.
En fin, es un tema sumamente interesante, y para mi, complejo, espero haber podido plantear mis "peros". Por ahí la tradición es como una herencia: es lo que nos dejaron nuestros padres y no lo que nos hubiese gustado recibir de nuestros abuelos.
La sesera se me volvió volcán cuando una decada atrás comencé a interesarme en el asunto litúrgico. Especialmente viendo como mis nos lejanos antepasados pertenecían al rito bizantino de lengua griega y que al emigrar a este país tuvieron que asistir al rito latino. No se les planteó el problema de hacerse ortodoxos o no, cosa que les dejamos a los ucranianos y a los medio orientales vecinos de los judas. En las lejanas tierras de mis abuelos y mi padre, ambos ritos conviven desde hace siglos, y también conviven algunos curas con sus esposas.
ResponderEliminarCiertamente que llama la atención el aparato externo de la liturgia. Los ornamentos, colores, e fin, todo lo que habla a los sentidos. Uno empieza a "preferir" la casulla gotica a la romana, el alba con puntillas de la cintura para abajo o bien bordada, como en oriente la "casulla" (fenolion) se fue cortando por la parte delantera y en occidente por los costados, quedando la guitarra criolla que tanto gusta por las zonas mas gauchas.
Frecuentaba las reuniones de la gente "del palo", y también trataba de armarme de algunos argumentos de manual, cuanto mas rimbombantes mejor, porque había que participar en la cháchara que siempre versaba de lo mismo, y si había alguien nuevo mejor. Había que aparecer.
Renegué mucho del asunto, hasta que me di cuenta que al menos algunos criterios me quedaron, y que siempre algún adolescente que se arrima al fogón al menos por cambiar de aires, puede engancharse en algo mejor que el heavy metal o las carismatiqueadas.
Ojalá algún día algún empresario católico vea que es buen negocio poner un lindo psiquiátrico para gente como yo. Y sin duda propondría de director a un simpático señor que no creía que la ordenación de un frailecito buenisimo que rezaba la misa tradicional fuera válida, pero como era lo mejorcito que había, iba a su misa cuando los padrecitos de la FSSPX no podían llegar.
En fin, el que se decida por construir dicho nosocomio tendrá que gastar buenos morlacos en iglesias pa todos los gustos, en ornamentos de corte surtido y en sendos capellanes que deberán pasar la prueba del turíbulo, o bien del cadelo si fuera necesario.
Gracias por su blog don Wanderer, mi perro y yo se lo agradecemos de corazón.
U' Sceccu
Ya que hay un insano arqueologísmo y también un buen gusto por las cosas antiguas.
ResponderEliminarSería buena idea considerar la restauración del iconostasio latino.
Ya no estamos en tiempos de Trento donde teníamos ataques protestantes contra la doctrina de la transubstanciacion, sino que el ataque se da por la poca reverencia y sentido de trascendencia de nuestra actual Misa.
Un iconostasio en la iglesia latina no sería mala idea.
Nostálgico lector, si resulta casi imposible volver a la misa ad orientem, no quiero pensar lo que constaría volver a instalar los "iconostasios" latinos o jubés o rood-screen. Hay un excelente trabajo del P. Gabriel Díaz-Patri sobre éstos en las iglesias medievales de Francia e Inglaterra.
ResponderEliminarEck, excelente comentario! Muchas gracias.
ResponderEliminarY se lo extrañaba por estas zonas.
Valveno, creo que se trata de comenzar a leer autores serios, y poco a poco, con los años y las lecturas, se van adquiriendo criterios.
ResponderEliminarComo recomendación, además de armarse de teología básica a partir de Santo Tomás, yo le recomendaría la lectura de dos autores que a mi me ayudaron mucho: San John Henry Newman y Louis Bouyer.
Capitán Dalroy,
ResponderEliminarDe ninguna manera considero que la comunión frecuente sea un arqueologismo. Todo lo contrario.
Sí que no podemos dejar de observar que la familiaridad con la recepción del Sacramento ha provocado que muchas veces se torne algo banal e incluso irrespetuoso.
Anónimo 15:33, de ningún modo desaconsejo yo el uso del término arqueologismo ni tampoco lo critico.
ResponderEliminarLo que digo, y para eso uso la metáfora del mono y la navaja, es que esa palabra, como muchas otras, en labios equivocados, puede dar lugar a muchos problemas.
Por ejemplo, que un obispo diga: "Yo no celebro ni permito la celebración de la misa tradicional porque no hago arqueologismo", o que otro obispo dijera: "No podemos volver a la misa de presantificados del Viernes Santo porque eso es arqueologismo".
Creo yo que en estos casos se estaría apelando a un concepto de un modo artero, consciente o inconscientemente, a los solos efectos de llevar agua al propio molino.
Se entiende su punto. Sería bueno precisar sí que es arqueologismo y que no. Yo entendería que arqueologismo sería rescatar un vestigio superado por la Tradición en razón de haberse llegado a una expresión más perfecta de lo contenido en este. Ej: altar, de forma de mesa al tradicional. En cambio, no sería arqueologismo, sino sana recuperación de la tradición, el volver a la fuente más pura y que mejor expresa el contenido de Fé, como la misa de presantificados en la ceremonia de Viernes Santo o la comunión frecuente.
ResponderEliminar“Tengo la impresión que Wanderer no está muy seguro de su cultura enciclopédica al punto que censura a quienes rebatimos su anti-juanpablismo. Tanta cultura para llegar a concluir que el santo polaco está por debajo de Bergoglio, lleva a pensar que leyó mucho pero leyó mal, e incluso que no leyó lo ineludible ni percibió la notable calidad humana y teólogica de San Juan Pablo II.”
ResponderEliminarSe va haciendo más conocido.
Esto es de un comentario en el blog de Paco Pepe.
Celebró que se le haya pasado En esta Estrada su malsan obsesión con JPII, como bien apunta Solodoctrina.
15:02 justamente al hacer las casullas más cortas ya no sería necesaria que los acólitos la levantaran en el momento de la consagración, que cosa que me parece tan extraña, eso ya no seria necesario que lo siguieran haciendo. Me resulta chocante.
ResponderEliminarAgradezco al anónimo de la 1:04 la transcripción del comentario aparecido en el blog de la Cigüeña.
ResponderEliminarDebo decir que estoy muy seguro que mi cultura no es enciclopédica, ni mucho menos. Con Internet, cualquier pelagatos puede pasar por enciclopédico.
Y yo nunca dije que Juan Pablo II está por debajo de Francisco. En todo caso, creo que no está muy por arriba de él, y afirmo que entre ellos hay una prolija continuidad.
Wanderer, muy buena entrada. Ahora yo le pregunto. Cree Ud que los sedevacantistas y sedeprivacionistas (sedevacantistas en general)caen el en error del arqueologismo?
ResponderEliminarSe entiende, amigo Wanderer. Pero también hay un arqueologismo que criticaba duramente Ronald Knox. No puedo encontrar ahora la cita, pero les pega más duro que a los modernistas.
ResponderEliminarY, si no recuerdo mal, se refiere a recurrir a un "pasado mítico" para justificar cualquier cambio litúrgico. Se me ocurre un ejemplo (mío) que sería la elevación después de la consagración, que si no me equivoco, es del siglo XIII. Otro ejemplo podría ser la genuflexión, que recién aparece en s. XIV-XV (y primero en los laicos y mucho después en los sacerdotes). Y hay miles de ejemplos similares.
De alguna manera, lo que hicieron Bugnini y compañía fue, apalancándose en ese arqueologismo (o llamémosle como se quiera), "deconstruir" la misa (una deconstrucción sui géneris, siguiendo sus propias filias y fobias), y así estamos hoy.
Muy buen ejemplo de arqueologismo es el que propone Walter Kurtz: la elevación de la hostia inmediatamente después de la consagración, que comenzó en el Medioevo a partir de la llamada "manducatio per visum". Como los fieles comulgaban pocas veces al año, se ideó el "comer con la mirada", es decir, comulgar el Cuerpo de Cristo mirándolo. Y es por ese motivo que se introdujo la elevación y que los acólitos ingresaban durante el Sanctus con cirios --constumbre que aún se mantiene-- a fin de iluminar el presbiterio para que pudiera ser vista la hostia consagrada.
ResponderEliminarSería arqueologismo eliminar la elevación aduciendo que se trata de una costumbre reciente y que ya no es necesario ver la hostia porque existe la comunión frecuente.
Anónimo del 14 de noviembre de 2019, 2:45:
ResponderEliminarJustamente, para que vea hasta qué punto la Iglesia venera y conserva las rúbricas sin cambios utilitaristas, que aunque no se necesite ayuda del acólito por haberse aligerado la casulla, se mantiene la acción de manera simbólica (otro de los motivos de su "recorte" se dice que fue el aumento de la devoción de rezar misas privadas sin necesidad de monaguillo).
Y lo mismo con muchísimas otras cosas. Después aparecieron los "peluqueros" como los llamó genialmente Castellani.
U' Sceccu
ResponderEliminarNo entendí casi nada de su comentario. Pero le animo a que se acerque al rito bizantino y lo haga parte de su vida. Ya verá cómo complementa su visión de la Iglesia, de los sacramentos... cómo las disputas sobre si comunión de rodillas, en la mano o en la boca, se evaporan.. cómo se soluciona el drama de la guitarreada en la iglesia.. y tantas otras cosas más.
Le repito: si tiene la posibilidad, acérquese a alguna iglesia de rito bizantino para mechar un poco de esta otra tradición. En Argentina están los melkitas (árabes) y los ucranianos greco-católicos de ese rito.
Estás cositas, cito “ cualquier pelagatos “, deberían hacerlo reflexionar, para mejorar....
ResponderEliminarQuizás ayude, ya que va un post sin su malsana obsesión (JPII) , después de varios.
En cuanto a la continuidad entre JPII y Francisco, le recomiendo el oculista (10 10 de miopía, le adelanto.
Uno tenía FE , era sustancialmente ortodoxo.
El otro :
Forniquen en paz (Amoris Letitia)
El infierno no existe.
Pido perdón por la Pachamama tirada al Tiber.
Cristo en la tierra no es Dios, era un hombre virtuoso.
Cristo no resucitó.
Scalfari, varias entrevistas dixit, repetidas, aún después de publicadas en El diario.
Desmentidas con el “no son literales” , nunca jamás por El.
En cambio , se ocupó de tirar bosta sobre Vigano , con motivo del juicio entre hermanos , para defenderse
De la protección premeditada que le da a pedofilos y homosexuales
Igualito , una continuidad absoluta
Pero ordena celebrar , como era ? Misas pontificiales .
Eso , eso, es fantástico, casi catolico.
Vamos, siga , con la nueva costumbre de no censurar ,