Siguiendo con la temática que nos ocupa en los últimos días, publico un post que apareció el 9 de abril de 2010. Jack Tollers, inolvidable y queridísimo amigo de estas páginas, me había enviado un texto de Castellani sobre el tema de la formación sacerdotal. Se trata de unas conferencias truncas que el cura dictó en 1945, en el seminario de metropolitano de Buenos Aires de Devoto, poco antes de que el cardenal Coppello lo echara. Se habla allí de un tal Mazzolo: era un cura que colgó por aquel tiempo y constituyó un escándalo como pocas veces se había visto en Buenos Aires.
A continuación, publico un texto de Bouyer, ácido y muy duro, sobre el desastre que él ve en la formación sacerdotal a fines de los años '60.
Incluyo además un breve comentario que hizo en su momento un sabio sacerdote al que muchísimo le debo, y al que muchísimo del debe este blog.
La educación de los sentimientos es sumamente importante; y ¡oh Dios mío! cómo está de ausente o descuidada en la escuela pública, empezando por el Seminario. Cuando fui profesor del Seminario quise dar 5 conferencias sobre la educación de los sentimientos (por lo mismo que yo me sentía un ineducado en ellos) y el Rector oyó la primera y no me dejó seguir; todavía conservo los papeles. Claro que es fácil querer reformar el mundo sin reformarse a sí mismo primero; pero en fin, las conclusiones de mis conferencias eran ciertas y conformes a la ciencia psicológica. Eran siete conclusiones, que son aplicables a todo el mundo:
1. El seminarista necesita una fuerte educación intelectual; si es casa de estudios que se estudie.
2. El seminarista necesita educación artística: el arte es uno de los caminos más obvios de la “sublimación de los instintos”.
3. El seminarista necesita aprender a hablar en público: la oratoria es un arte, arte necesario al sacerdote.
4. El seminarista necesita teatro: para aprender oratoria y para expresar las emociones, que es la manera de educarlas.
5. El seminarista necesita vida familiar.
6. El seminarista necesita menos meditaciones y más liturgia, menos disciplina farisaica y más comunicación con el “staff” del seminario; menos piedad palabrera y sentimentaloide y más obras de misericordia corporales.
Es un buen programa de “educación de los sentimientos” (que no es educación sentimental) que se resume en definitiva en estos sencillos principios psicológicos:
1. Para sentir bien, lo primero es pensar bien; los sentimientos son pasiones intelectualizadas.
2. La expresión de las emociones es el medio natural de la catarsis de las emociones; si usted reprime demasiado la expresión de las emociones, los instintos se repliegan sobre sí mismos.
3. La sublimación no se produce si los dos términos que han de unirse están demasiado lejos; por ejemplo, con pura devoción a la Virgen, y sin deportes, amor a la familia, amistad fraterna, poesía y trabajo, no formará usted la castidad, necesaria al sacerdote. Aparecerá Mazzolo; y si no se repara lo de Mazzolo, no se destruye la imagen de Mazzolo, aparecerá otro Mazzolo. Nada lo impide: el amor al Ser Absoluto SOLO no impide a Mazzolo.
Y el amor al Ser Absoluto, el amor al Ser Absoluto, el amor al ser absoluto… necesita fundamentarse sobre otra cantidad de amores para ser simplemente posible; el amor al Ser Absoluto solo, es falsificado.
Leonardo Castellani, Psicología Humana, Cap. IX.
Texto de Louis Bouyer
Pero interesa en primer lugar a los eclesiásticos, que tienen la misión de formar y cultivar la vida de sus hermanos. San Francisco de Sales decía sin rodeos que en su juventud, “sacerdote” había venido a ser sinónimo de ignorante y de libertino. Nosotros no hemos llegado todavía a ese extremo, pero corremos en esa dirección. El clero está en vías de perder el sentido de las exigencias ascéticas, y sencillamente morales de su vocación. Hace ya bastante tiempo, por lo menos medio siglo, que comenzó a perder el sentido de sus exigencias intelectuales. La represión del modernismo dio como resultado convencer a los responsables de su formación, de que cuanto menos supieran, más segura sería su enseñanza. ¿No vimos, pocos años antes del Concilio, un documento episcopal que afirmaba que, siendo las herejías obra de los teólogos, había que atarlos lo más corto posible y limitarlos (under the lash, como decía Newman) a explicar a los otros, pura y simplemente, los enunciados que produjera la autoridad sin su concurso? Desde el Concilio, lejos de mejorar la situación, ha empeorado bruscamente. La mayoría de los seminarios no son ya más que escuelas de cotorreo, donde se discute sin fin, sin orden ni concierto, acerca de todo, sin estudiar nada en serio, y sobre todo sin aprender a estudiar.
La misión de las facultades teológicas no fue nunca la de formar únicamente a los profesores de seminarios, sino también la de mantener en el clero una selección intelectual, tan necesaria para la vida de las parroquias y de los diferentes movimientos de apostolado como para la formación de los sacerdotes en general. La preocupación actual del episcopado, por lo menos en Francia, parece ser la de reemplazarlas, en lo tocante a este último quehacer, por institutos prácticos-prácticos en los que los maestros de los futuros sacerdotes se forman únicamente en lo que hoy se llama la catequesis y la pastoral, cosa que hoy día significa, en concreto, en las tres cuartas partes de los casos, una pedagogía sin contenido doctrinal y la logomaquia esotérica en que se ha enfrascado gran parte de la Acción Católica. Por lo que se refiere al otro quehacer, hace mucho tiempo que las facultades no pueden ya desempeñarlo, porque los obispos parecen haber olvidado hace años que una buena formación teológica no es deseable sólo para los futuros profesores, sino para todos los sacerdotes llamados a puestos de importante responsabilidad pastoral. Si hay un punto en el que la Iglesia, en Francia, parece estar espontáneamente de acuerdo con la república, es en el hecho de estar persuadida de que no hay necesidad de sabios. No habríamos llegado al embrollo en que nos hallamos si no estuviéramos en tal situación en este mismo punto. Pero lejos de que esto cambie, todo lo que se hace o se proyecta actualmente no hace sino agravar la situación.
[...]
Ordenar hoy a mozuelos de veinticinco años, que se apresuran a hacerse llamar “padre” por hombres que habrían podido traerlos al mundo, es una absurdidad que no tiene nombre. No debería permitirse que se confieran órdenes mayores a hombres de menos de treinta años, y nadie debería ser admitido en el seminario sin haber hecho estudios superiores completos y ejercido la respectiva profesión por lo menos un año, o haber recibido una formación laboral igualmente completa, en la industria o en el campo, y haberse ganado el pan algún tiempo en esos menesteres. Mientras no se llegue a eso, mucho me temo que no haya en el sacerdocio más que eunucos o, lo que es casi lo mismo, adolescentes perpetuos, incapaces de salir nunca de un estado esquizofrénico".
Louis Bouyer, La descomposición del catolicismo, Iota, Buenos Aires, 2016, p. 122-23; 126.
Comentario de un sacerdote
Si la Iglesia latina por tradición inmemorial exige a todos sus sacerdotes el celibato, a diferencia de las Iglesias orientales que permiten el matrimonio del clero secular y mantienen el celibato para los monjes, esto sólo puede significar una cosa: que el clero latino, incluso el secular, debe tener algo de monástico. O sea, que en el seminario deben adquirirse hábitos tales que permitan llevar una vida “monástica” en el mundo. Y no “formar” gente de mundo que simplemente no se case. Esto significa oración, estudio, huida del activismo estéril, en una palabra, contemplación. Si no, créame, el celibato como una simple cuestión ascética, por lo menos en el estado actual del mundo, no se sostiene. Y con el celibato cae el sacerdocio a él unido.
Un conocido mío, en su blog, escribió unas líneas muy similares, hablando de una actual pastoral carnal que lleva a atraer al sacerdocio por vía de pastoral juvenil conllevando la incomprensión del celibato, defendiendo que un sacerdote hoy, para sobrevivir, necesita poder ser un monje.
ResponderEliminarComparto el enlace por si es de interés, si no lo es, en moderación puede suprimirse: https://laudateeum.blogspot.com/2024/10/celibato-absurdo-y-supervivencia.html
Encuentro muy atinado el escrito del cura. Pero quisiera subrayar que mas que monje (que tiene estabilidad y una comunidad que lo sostiene y con la cual reza y fraterniza) el sacerdote diocesano necesita poder vivir como ermitaño!
EliminarY digo más, incluso el clero secular que vive en comunidad, no tiene asegurada ni la fraternidad con sus hermanos, ni menos la estabilidad si pertenece a un instituto o congregación donde lo pueden trasladar cada dos años como si fuese un misionero (que no es para cualquiera solo por el mero hecho de ser cura).
No creo que el ejercicio o el estudio puedan por sí solos llevar a mantener el celibato.
ResponderEliminarEl ejercicio porque como dice Sebreli los marineros hacen mucho trabajo físico y en cada puerto lo primero que hacen es ir al prostíbulo.
El estudio porque se cae en una especie de pelagianismo en un tema muy delicado.
El sacerdote sólo podrá mantener la castidad si Dios lo ayuda de manera sobrenatural, no existe otra forma de ver el tema, o hay una gracia especial para poder mantener el celibato o no existe la misma y si la hay, entonces, es necesario recibir de manera frecuente la asistencia de los sacramentos.
El celibato es más difícil hoy que antes desde que estamos insertos en una cultura anticristiana y eso se ve desde la destrucción de la familia hasta la destrucción de la jerarquía de la Iglesia.
Pero hay temas más importantes como el problema es de prostitución de la palabra y del alma por la adulteración de la doctrina y la moral y eso sí es formar parte de la Mala Mujer del Apocalipsis.
La Iglesia se ha ido lejos del Esposo en busca de amantes entre los ricos y poderosos del Mundo ¿Cómo sería posible presentar un ejemplo de castidad al sacerdote? Y, sin embargo, si no se mantiene casto no se salva.
No sé, pero arriesgaría a decir que las condiciones que el P. Castellani cree necesarias para ser un buen sacerdote no las tiene nadie. Claro, él era un superdotado, un alumno con promedio 10 en todas las aulas que pisó. Ojalá todos los sacerdote pudieran tener esas condiciones, pero eso es casi imposible, habrá uno en un millón.
ResponderEliminarUna de las condiciones que exige es "menos meditaciones y más liturgia". Por lo visto, está hablando de los que van a ser curas diocesanos en contacto con el mundo, no para los monjes que se pasarán la vida en una celda meditando en medio de la contemplación.
Según las autoridades del seminario donde estudió el Santo Cura de Ars, sus condiciones intelectuales eran muy pobres, motivo por el cual lo mandaron a la iglesia de un pueblito lejano para que nadie se enterara de que era un mediocre. Para sorpresa de todos, el curita mediocre convirtió a todo el pueblo, tenía una fe que movía las montañas y su fama recorrió el mundo entero convertido en el modelo perfecto de lo que debe ser un sacerdote.
Y cuando Don Wander cita el comentario de un sacerdote, es para pensar la comparación que hace entre las iglesias orientales que permiten el matrimonio para el clero secular pero exigen el celibato para los monjes, con la iglesia latina donde el celibato es para todos. Dice al respecto que para que el celibato sea firme, el seminario debería tener algo de monástico que incluya la "contemplación" -lo que parece chocar con lo que dice Castellani- porque de no ser así el celibato en el mundo es difícil de sostener, "y si no se sostiene, junto con él cae también el sacerdocio".
En otras palabras, todo indica que para ganar almas para el Cielo Dios necesita de todos, sean curas seculares, monjes, y hasta ermitaños si los hubiera.
Nada de eso existe hoy en medio de la espantosa crisis terminal en la que sobrevive la Iglesia de Francisco, todos contra todos peleando en el furgón de cola del tren rápido que nos lleva directo al cisma sin paradas en estaciones intermedias.
Por escribir nomás.
EliminarEstoy de acuerdo con "El comentario de un sacerdote" y con cierta apreciación de Wanderer sobre la necesidad de los sacerdotes estén con sus pares.
El sacerdote no debería quedar en la soledad de su parroquia, los cabildos eclesiáticos parece que cumplían esa función, según escribió Wanderer, y San Borromeo, que tanto se ocupó por reformar la Iglesia fundando seminarios y formando en la cultura y en el arte, se preocupó porque los sacerdotes tuvieran reuniones cada cierta cantidad de días.
La falta de afecto genera tristeza, la soledad genera tristeza y nadie puede permanecer mucho tiempo en la tristeza sin los goces espirituales sin caer en los goces sensuales.
Más que una cuestión de líbido es porque el hombre es animal político, o sea, necesita afecto y amistad ciudadana.
Con lo que de ser posible un cierto contacto con la familia y con los pares debería alimentarse.
“El seminarista necesita una fuerte educación intelectual”; “Para sentir bien, lo primero es pensar bien” (P. Castellani).
ResponderEliminar“La misión de las facultades teológicas no fue nunca la de formar únicamente a los profesores de seminarios, sino también la de mantener en el clero una selección intelectual, tan necesaria para la vida de las parroquias y de los diferentes movimientos de apostolado como para la formación de los sacerdotes en general” (Louis Bouyer).
“El clero latino, incluso el secular, debe tener algo de monástico”. Esto significa oración, estudio, huida del activismo estéril, en una palabra, contemplación”(sacerdote desconocido).
Sin perjuicio de que, estos tres autores dan por sentado que una buena formación sacerdotal implica mucho más que una buena formación intelectual, ello no les impide advertir la enorme importancia que tiene este aspecto clave de la formación de la personalidad. Porque si la vida sacerdotal implica el desarrollo del doble aspecto de la vida contemplativa y activa, es obvio que el orden del obrar está directamente ordenado por el orden del conocer. Pero, si no hay vida contemplativa, entonces, es muy probable que el orden del obrar esté iluminado por otras luces que no son ni las de propio seminarista, y, quizás tampoco las de la misma doctrina de la Iglesia. Cosa que de hecho ocurrió cuando las mentes de los seminaristas fueron impiadosamente bombardeadas por oleadas de revistas de corte marxista. Y, hoy ocurre otro tanto, por ejemplo, con la perversa ideología de género. Resultado, se termina bautizando lo que no es cristiano, y, por lo mismo se termina pervirtiendo, cuando no derechamente negando, la doctrina fielmente transmitida por los santos de todos los tiempos. Y para colmo hoy se sigue insistiendo en “novedades” tras “novedades”, en cambios de paradigmas, de modelos de santidad, de ponernos a la escucha de otras voces que ya no son las de nuestro Señor Jesucristo ni las de nuestros reconocidos maestros en la fe. “Si la sal pierde su sabor …”.
Con todo, Dios nunca abandona a quienes ponen toda su esperanza en Él, nunca faltan sacerdotes que, contra viento y marea, todavía permanecen enteramente fieles el mandato de Cristo: “Id y enseñad a todas las naciones cuanto os he enseñado …”. Recemos por ellos y por la reconversión de los que, lamentablemente, ya ciegos, han perdido el rumbo.
¡Padre y Señor nuestro, alumbra nuestro camino! ¡Alabado sea Jesucristo!
"Pastores, no doctores" decía un profesor del seminario interdiocesano...
ResponderEliminarSe me ocurre, con todo este tema de las universidades nacionales argentinas, que así como parece haber un exceso de altas casas de estudio, el cual afectaría el nivel y la calidad, lo mismo debe pasar a nivel seminarios. Deberían estudiar todos en una única academia nacional, con los mejores profesores. Pero bueno, wishful thinking.
¿Quién o qué es Mazzolo?
ResponderEliminarDomingo Massolo fue un capellán militar amigo de Perón. Fue acusado de graves inconductas, incluso del asesinato de una mujer. En su momento ocupó la atención de los periódicos. Hace un par de años se publicó una novela
EliminarMazzolo era un capellán militar. Me parece que en San Miguel, cerca de Campo de Mayo, mantenía a una mujer y varios hijos; clandestinos por supuesto. Un día, discutiendo con su mujer, la empujó o algo parecido, la mujer cayó y se rompió la cabeza contra un saliente de una chimenea o algo parecido. Ante este escenario, el cura -que como era la costumbre de la época, andaba siempre de uniforme y no de sotana, razón por la cual la gente del barrio pensaba que era militar y no sacerdote- resolvió descuartizar el cuerpo de la muerta y repartirlo por varios lugares. No recuerdo a dónde llevó a sus hijos. Al final fue descubierto y dicen que Perón se enojó mucho, por la doble condición de cura y militar del destripador, quien al final fue condenado por homicidio simple. Y de allí su famosa frase sobre los "malos curas". Creo que Castellani se refería a este caso, en su tiempo muy sonado pero no tan bochornoso como se podría pensar en nuestra época, mucho más hipocritona que los años '40 en la Argentina, donde la gente todavía era católica, aunque fuera "mistonga".
EliminarNo consta en ningún lado que Massolo fuera amigo de Perón; yo lo dudo, por que Perón no tenía amigos curas y el cura era muchos años más joven que el Pocho. Massolo finalmente se entregó a la Justicia, incapaz de lidiar con su conciencia y fue condenado con mucha dureza en una época en que descuartizar un cadáver no era delito, por lo que se recargaba la pena del homicidio... un disparate. El cura descuartizador repartió los trozos por varios lados y algunos aparecieron flotando en el Rio de la Plata. Es destacable el sentido de la conciencia que tenía el cullplable, capaz de entregarse y cargar con su pena; que si no hubiera sucedido, capaz que nunca se descubría al culpable descuartizador. Lo de la amistad con Perón es un invento de un novelista sin ningún fundamento "in re".
EliminarEstoy en desacuerdo con el comentario del sacerdote sobre el celibato en occidente (con respecto a la razón de su existencia, cuando en oriente sólo es un requerimiento para los monjes, e indirectamente para los obispos, ya que se los recluta de los monasterios).
ResponderEliminarLa principal razón por la que existe el celibato en occidente, es actuar como un filtro que haga menos atractivo al sacerdocio, de modo tal que sólo los muy convencidos busquen hacerse sacerdotes. Ese filtro era muy beneficioso en la Edad Media, cuando el sacerdocio era la forma más común de ascender de estamento social y por lo tanto muy atractivo, no sé si sigue siéndolo ahora.
Estimado anónimo, el celibato es imitación de Cristo, que fué célibe, y no cálculo de poder humano. Si se vuelve cálculo, por supuesto deja de ser imitación de Cristo y pierde el sostén de la gracia que permite perserverar en él. San Pablo lo recomendó; tanto por seguir a Cristo cuanto por evitarse problemas mundanos que impidiesen la tarea sacerdotal. Pero recordó que era preferible casarse que abrasarse. La soluci´ón no es criticar el celibato, sino aceptarlo cuando la naturaleza ya ha hecho su obra , en la vejez, o cuando la gracia ha puesto su fuerza en el candidato.
EliminarMe permito enviarle este texto, que quizá también conoce, de un pensador que está a la altura de los que usted ha querido recordar. La fuente es: R.Guardini, Apuntes para una autobiografía, Encuentro, Madrid 1992, 129-133:
ResponderEliminarA menudo he reflexionado sobre lo bonita que podría ser una institución como ésta. El seminario tendría que ser algo totalmente diferente de la universidad. A ésta le falta la claridad de las decisiones radicales y definitivas, y de ahí deriva una profunda incertidumbre y debilidad en todo; el mundo del seminario se funda sobre la verdad sagrada, sobre su radicalidad y fuerza. La universidad es demasiado grande y está dentro del espacio general de la ciudad, por lo que le falta la unidad última y la fuerza formativa del ambiente; el seminario es más pequeño pero precisamente por eso constituye una unidad viva, un «mundo». Ciencia, vida religiosa educación moral y comunión humana se coadunan en él y surge algo sumamente importante desde el punto de vista educativo: una estructura global de formación enraizada en la tradición... Los seminaristas son jóvenes; por lo general tienen claro lo que quieren y están dispuestos a dedicarse [130] por entero a una sublime misión. En el seminario hay un padre espiritual, un sacerdote que les enseña a conocerse a sí mismos, a rezar, a acercarse cada vez más a Dios. La antigua tradición de la Iglesia le ofrece sabiduría; su conocimiento de lo que es la personalidad cristiana le enseña a conducir a los seminaristas a la independencia moral, a la auténtica experiencia religiosa, en una palabra, a la libertad cristiana... Los superiores les enseñan a filosofar, es decir, a preguntarse por la esencia de las cosas y a experimentar la fuerza de esa energía original que sostiene todo lo demás y que se llama verdad. Ellos enseñan a su espíritu a realizar la conversión en virtud de la cual éste aprende a pensar a partir de la revelación y llega a ser capaz de ver correctamente a la luz de ésta las cosas del mundo y de la vida, surgiendo así la conciencia cristiana. Los profesores les enseñan cómo se trabaja, les conducen a los problemas, les capacitan para tener un juicio propio y al mismo tiempo les enseñan lo que sólo la fe puede soportar de forma serena, es decir, las cuestiones que el hombre no puede resolver por sí mismo... Por último está la cabeza del organismo, el rector, que mantiene en orden todo este caudal de vida joven no para sofocar nada sino para conducir todo a un mejor desarrollo. Conoce a cada uno de los seminaristas, sigue su evolución y está dispuesto a intervenir [131] cuando sea necesario. El vicerrector es su ayudante; conviene que sea joven para que sus relaciones con los estudiantes sean vivas, pero, por otro lado, más maduro que éstos para que pueda ser el hombre-puente entre ellos y el rector. Detrás de todo ello está finalmente el obispo, que ama el seminario como «semillero» de futuros sacerdotes, le visita a menudo, habla con cada uno de los seminaristas haciéndoles ver que están creciendo en el seno de la unidad viva de la Iglesia.
Mando aquí la continuación del texto de Guardini:
ResponderEliminarExiste un reglamento perfectamente claro; hay una superioridad que exige y merece obediencia porque habla con la autoridad de la Iglesia. Pero ésta está siempre atenta a la tarea de convertir a los jóvenes en personas, de conducirlos a la independencia de juicio y a la seguridad a la hora de actuar. En ocasiones se confía a los propios jóvenes la organización dela pequeña comunidad para que aprendan a ser responsables y a relacionarse con los hombres... Conviene siempre exigir sacrificios a los jóvenes teólogos, ya que van a ser sacerdotes y el sacerdote no vive para sí mismo sino para la causa de Dios y para los hombres. Pero el seminario no es un monasterio; los que en él se forman deben luego vivir en medio del mundo. Deben ser capaces de ver y valorar cuanto de válido hay en el mundo y no oponerse a ello con un resentimiento que envenenaría su enseñanza y [132] actuación. Han de tener el sentido de la calidad para que ésta opere eficazmente también en su anuncio cristiano. En el futuro tendrán que trabajar mucho y necesitarán un enriquecimiento del espíritu, o estarán en un lugar tranquilo donde les amenazará el peligro de la soledad: en ambos casos tienen que tener acceso a la cultura elevada para poder disfrutar de sus tesoros.
Conviene por ello que los hombres que les forman sean elegidos entre los mejores. Por eso no todas las diócesis pueden tener su propio seminario, ya que entonces esta selección no podría establecerse en la debida forma y la perspectiva sería pequeña, sino que es necesario erigir seminarios interdiocesanos en los que los alumnos puedan formarse adecuadamente. En este caso, tras finalizar los estudios y una vez ordenados, los jóvenes sacerdotes volverán a sus diócesis de origen para vivir en una pequeña comunidad todavía durante algún tiempo, al lado de una persona que sea capaz de introducirles en las tradiciones y exigencias específicas de su diócesis... Al mismo tiempo el seminario debe tener relaciones con las universidades y quizá estas relaciones deban ser particularmente amistosas con una universidad concreta. De manera continuada, bien sea durante los estudios o tras la finalización de los mismos, algunos seminaristas serán enviados a la universidad [133], para que los dos tipos fundamentales de formación espiritual se mantengan en vivo contacto...
Todo esto quizá suene a utópico, pero en mi opinión no lo es. Y aunque lo fuese, no hay que olvidar que las «utopías» han sido las fuerzas más eficaces en el decurso de la historia humana porque expresan aquellas formas de perfección a las que el hombre cree que merece la pena aspirar. Pienso que un seminario de este tipo sería todavía hoy realmente actual...
Sínodo de la Sinodalidad
ResponderEliminar.
Reformistas en contra de la reforma.
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Fue rechazada la propuesta del Papa de DESCENTRALIZAR la doctrina.
"Los reformistas en contra de la reforma"
ResponderEliminar.
(es la forma que tienen de pedir la cabeza de Bergoglio)
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Varios delegados de distintos grupos lingüísticos y orígenes geográficos expresaron su preocupación de que esta medida pudiera fragmentar la unidad de la Iglesia y relativizar las enseñanzas católicas.
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La descentralización doctrinal se ha considerado un paso clave para quienes buscan introducir cambios radicales en las enseñanzas católicas, como los impulsores del Camino Sinodal Alemán con sus propuestas sobre sexualidad y órdenes sagradas femeninas.
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Medios católicos alemanes también informaron sobre la oposición, citando a un delegado que advirtió: «¡Una fe fragmentada también significa una Iglesia fragmentada!».
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Un cura solo en una parroquia, está condenado a caer, de varias formas. Debe buscarse que varios convivan en comunidad, con reglas cuasi monásticas, y desde ellas salgan a hacer su curato y volver en el día a su "monasterio".
ResponderEliminarG. Beckett
La asociación de varios sacerdotes es una posibilidad, siempre que sea voluntaria.
EliminarPoner a varios vivir juntos sin voluntad y sin un superior es muy complicado. Eso es más propio de la vida religiosa.
El modelo de los sacerdotes del clero secular es el Santo Cura de Ars. Vivió solo en una parroquia la mayor parte de su vida sacerdotal.
Si la Iglesia está destinada a volver a ser un pusillus grex, entonces el sacerdocio está destinado a volver a ser lo que dijo San Pablo en el principio:
ResponderEliminar1Timoteo 3 del 1 al 7.
Fiel es esta palabra: si alguno desea el episcopado, buena obra desea. Mas es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, modesto, hospitalario, capaz de enseñar; no dado al vino, no violento sino moderado; no pendenciero, no codicioso, que sepa gobernar bien su propia casa, que tenga sus hijos en sumisión con toda decencia; pues si uno no sabe gobernar su propia casa ¿Cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? No neófito, no sea que -hinchado- venga a caer en el juicio del diablo. Debe, además, tener buena reputación de parte de los de afuera, para que no sea infamado ni caiga en algún lazo del diablo.
Tito 1, del 5 al 9.
Por esta causa te he dejado en Creta, para que arregles las cosas que faltan y para que
constituyas presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené. Si hay quien sea irreprochable, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes, no tachados de libertinaje ni de rebeldía, porque el obispo ha de ser irreprochable como que es dispensador de Dios; no arrogante, no colérico, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de vil ganancia; sino hospitalario, amador del bien, prudente, justo, santo, continente. Debe atenerse a la palabra fiel, la cual es conforme a la enseñanza, a fin de que pueda instruir en la sana doctrina y refutar a los que contradicen.
Si Jesús reclutó a algún vago, ese fue el Iscariote, al que no se le conoce oficio previo.
ResponderEliminarSalvo este caso aislado Jesús llamó a su lado solo a trabajadores consumados. Y así debería hacerse en el Seminario: tan sólo admitir al varón trabajador y "trabajado" .
No, el Seminario no es el lugar para cursar estudios superiores y luego vivir de ellos. Es para ya formados, para varones recios, ya muy trabajados.
¿Dónde buscarlos? Como Jesús hay que salir a las calles, a los trabajos y no sentarse en un despacho a esperar a que entren.
Como un buen seleccionador busca a sus deportistas por todo club, por todo lugar, así los seminaristas, lo mejor de lo mejor, así se han de buscar.
A los que vienen por sí mismos, desecharlos si no tienen trabajo, si no están ya muy trabajados.
Y si durante veinte siglos no ha sido así hoy es estrictamente necesario para que la Iglesia se pueda sacudir a tanto cura oportunista, a tanto cura sin vocación, a tanto cura vago.
Jorge. M. Si.
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